Mónica Naranjo / Lubna

Nunca he entendido la necesidad de analizar la personalidad, carácter o antecedentes delictivos de un artista para hablar de su trabajo. Más allá del chascarrillo, que Johnny Ramone fuese republicano o Chris Brown y James Brown unos maltratadores no afecta, en lo que a mí respecta, a la calidad de sus discos. Son dos líneas que no se tocan.

Con Mónica Naranjo, sin embargo, la cosa cambia. Desde el primer momento en que oí una de sus canciones, ‘Desátame’, fui incapaz de entender su música o sus declaraciones. Sin saber muy bien quién era la persona detrás de toda aquella oda a la grandiosidad y exageración era imposible saber a qué atenerte. Más todavía cuando cada movimiento era todavía más radical y a contracorriente que el anterior. De vender casi un millón de discos gracias a una fórmula disco-hortera se pasó a un tributo a Mina; de ahí a un lanzamiento internacional por todo lo alto que al final no se produjo; y, por último, un disco inclasificable como ‘Tarántula’, que dejaba a ‘Palabra de Mujer’ en ejemplo de minimalismo.

Ahora se trata de ‘Lubna’, una ópera rock que mezcla el flamenco con el musical de Broadway y que supone un suicidio artístico de tal calibre que casi logra igualar al ya mítico ‘La Huerta Atómica’ de Miguel Ríos: esa cumbre del ridículo que narra, también en un formato ópera rock a lo ‘Tommy’, una historia postnuclear con canciones tan WTF como ‘El Consultorio Atómico de la Sr. Pum‘ con una Massiel que se adelantó 50 a los movimientos más vanguardistas.

Como digo, entender los movimientos de Mónica Naranjo no es fácil. En el libro ‘Réquiem Por La Música, los Artistas y la Industria‘, JL Greensnake, seudónimo de un importante capo de la industria que lanzó al estrellato a Shakira, Miguel Bosé, Ricky Martin o LocoMía, entre otros, se traza un retrato que logra arrojar un poco de luz. Ahí se cuenta cómo cuando volvió de México, Manolo Montero, directivo que se negó a apoyar el proyecto de Mónica en su inicio, le pidió perdón de rodillas. La respuesta de la pantera de Figueres supuestamente fue: «De perdón nada, me lo pagaréis». También se menciona el vacío que hicieron al letrista de ‘Palabra de Mujer’, José Manuel Navarro, o cómo tuvieron que pagar 30 millones de pesetas para que Los 40 aceptasen radiar sus canciones.

Pero es a la vuelta de su periplo mexicano cuando la actitud de Mónica comienza a sentar las bases de la artista destroyer que es ahora. Dice Greensnake: «Con el éxito en España Mónica comenzó a convertirse en una persona más sorda a los consejos, más caprichosa, más irracional, más amargada y visceral en sus decisiones».

Lo que vino después fue un culebrón en toda regla con la intérprete de la canción que abría ‘Torrente 5’ fingiendo, siempre según Greensnake, una afonía a modo de «chantaje» para conseguir obtener más beneficios de su primera gira española. El descubridor de Donato & Estéfano terminó desvinculado de un proyecto que acabó en los tribunales. «Por mi parte, ya no tenía ganas de contemplar ni de aguantar las salidas de tono, las histerias y los desplantes de una mujer que, se venía venir, estaba convirtiéndose en su peor enemiga».

Con toda esta información, uno sí puede llegar a entender a una persona capaz de destruir su imagen al apostar por un proyecto tan personal y arriesgado como ‘Lubna’. Fallido, sí, pero pocas cantantes, y más en estos momentos, son capaces de hacer algo así.

Puede que JL Greensnake se lo inventara todo -que firme con seudónimo no ayuda mucho- despechado porque no supo lidiar con una mujer segura de sí misma, que tenía bien claro lo que quería y que no estaba dispuesta a dejarse amedrentar por un puñado de señores de esos de los que, según la leyenda, fuman puros mientras esnifan cocaína del culo de una puta. Nunca sabremos lo que ocurrió en realidad. Quizá Mónica Naranjo sea la artista más completa del panorama actual capaz de golpearse la cabeza contra una pared si así se lo pide su proyecto artístico.

Lo que sí sabemos es que ‘Lubna’ lleva dos pasos más allá el estilo kamikaze del que Naranjo ha hecho gala en los últimos tiempos. Ya desde el principio, con un ‘Lasciatemi qui’ que perfectamente podría venir firmado por Danny Elfman, el último trabajo de la otrora diva pop es una cubeta en la que cabe absolutamente todo lo que una persona pueda imaginar llevado a la máxima potencia y sin ningún nexo de unión narrativo por mucho que ella se empeñe en que sí.

Lubna, Eleonard, Claire, Julien, Hessa, una neurosis colectiva y social, una artista devorada por su propio personaje, mafiosos que trafican con mujeres y los estragos de la guerra. A través de estas historias, y de otras más, se intenta trazar una línea argumental, pues según las palabras de la autora hay «un hilo conductor: Lubna, que encarna la justicia divina». Ni el guionista más arriesgado se atrevería a intentar hilvanar todo esto.

Todo el sinsentido argumental queda, sin embargo, compensado por esa oda al histrionismo teatral que supone todo el aspecto musical. Coros épicos (‘Ese es mi público’, ‘Apocalíptica’), arreglos orquestales dignos de ‘Braveheart’ (esa ‘Perdida‘, su ‘The Show Must Go On’ particular), flamenco (‘Boomerang’), ópera (‘Holocausto’), batería y guitarras sonando a lata (‘Fin’), canción protesta (‘Ya está bien’)… No le falta detalle y, por mucho que cueste asimilarlo en su conjunto, ningún elemento le viene grande a Mónica. El problema es que para el público poco habituado al arte con mayúsculas, entre los que me encuentro, quizá sea un poco difícil de digerir.

Lo que sí es incuestionable en ‘Lubna’ es que, por primera vez, las cualidades vocales de Mónica Naranjo sirven para que ésta, en vez de chillar hasta el hastío, consiga transmitir algo. Son momentos aislados, siempre en tonos suaves y muy alejados de esos berridos que la han hecho famosa. El inicio de ‘Holocausto’ y ‘Ya Está Bien’ son buenos ejemplos. Luego la cosa sube y es imposible no taparte la cara con un cojín de la vergüenza. Por cierto, con ‘Ya Está Bien’ ya son dos las canciones de Mónica Naranjo en las que se puede cantar ‘Crucified’ de Army of Lovers por encima. Ejem.

Por desgracia, los momentos de lucimiento vocal no consiguen salvar a ‘Lubna’ del despropósito inclasificable que es. Es de agradecer, no obstante, que en el pobre panorama mainstream español alguien consiga reunir el valor suficiente como para hacer lo que le salga del papo con tiempo para llamar paletos e incultos a aquellos que no comprenden por qué sesea en sus canciones y encima colocarse en el número 1 de la lista de ventas sin despeinarse, como probablemente logrará.

Probablemente yo sea también un paleto y un inculto por no saber apreciar esta ida de olla con momentos verdaderamente sublimes (interpretativamente hablando, ‘Balada Desesperada’ y ‘Lubna y Eleonard’ son dos obras maestras; y unos cuantos directores pagarían por contar con algo parecido a ‘Eleo é Nato’ para sus películas), muchos; que se ahogan entre restos de ponzoña (‘Ese Es Mi Público’ no hay por dónde cogerla, el panfleto de ‘Ya Está Bien’, la letra de ‘Jamás’ en su totalidad, etc.), millones; pero que cuenta, eso sí, con una maravilla de canción a la que no se le puede poner ningún pero, ‘Fin’. Es más, creo que soy indigno de osar calificar este disco.

Calificación: Sin calificar.
Lo mejor: Ver a alguien tirarse por un barranco porque cree que es lo que debe hacer, ‘Fin’, ‘Lubna y Eleonard’ y ‘Eleo é Nato’.
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Publicado por
Nicolás del Moral