‘Carol’: ¿por qué no está nominada al Oscar a la mejor película?

Todd Haynes lleva más de una década dialogando con el melodrama clásico de Hollywood, revisitándolo una y otra vez para: 1) mantenerlo vivo (este tipo de cine, con estos personajes femeninos y bajo estas coordenadas estilísticas y narrativas, ya apenas se hace) y 2) cargarlo de nuevos significados y sentidos. De hecho, ‘Lejos del cielo’ (2002), ‘Mildred Pierce‘ (2011) y ‘Carol’ podrían ser algo así como los melodramas que, por culpa de la censura cinematográfica, no se pudieron rodar en su momento (los años cuarenta y cincuenta) y deberían haberse filmado. Como si Marlene Dietrich (Cate Blanchett) hubiera vivido una historia de amor en el cine con Audrey Hepburn (Rooney Mara).

‘Carol’ es la largamente esperada adaptación de este clásico de la literatura de temática lésbica (la dramaturga Phyllis Nagy escribió el guión hace quince años). Una novela que, debido a su temática y a su final a contracorriente, fue rechazada por los editores. Para poder publicarla, Patricia Highsmith tuvo que hacerlo bajo pseudónimo (Claire Morgan) y con el título cambiado, ‘El precio de la sal’. La novela fue un éxito de culto, convirtiéndose a partir de su publicación, en los años cincuenta, en un referente para las lesbianas estadounidenses. En 1989 se reeditó sin seudónimo y con su título original (la traducción está publicada por Anagrama).

Haynes adapta la novela de Highsmith de una manera muy particular, poniendo todo el peso dramático del relato sobre, por así decirlo, una gota de lluvia resbalando por un cristal. ‘Carol’ es una historia de amor filmada a través de pantallas metafóricas: ventanas, escaparates, parabrisas… Obstáculos llenos de significados que, gracias también a la evocadora fotografía -en 16mm y con ecos de Hopper- de Edward Lachman (el fotógrafo habitual de Haynes o de Ulrich Seidl), permiten al director traducir visualmente los sentimientos reprimidos de sus protagonistas con una enorme elegancia y profundidad.

Como buen melodrama posmoderno, ‘Carol’ pone del revés los códigos del género haciendo explícito lo que antes era imposible –la homosexualidad, las relaciones sexuales- y sugiriendo lo que en el pasado no importaba desnudar: los sentimientos. De esta manera, el director ofrece un melodrama contado en voz baja, una película con una textura visual y sonora (de nuevo la banda sonora de Carter Burwell) tan sumamente melancólica, que por momentos bordea la frialdad expresiva. Afortunadamente, nunca cae en ella. ¿Cómo es posible que esta película no esté entre las ocho -¡ocho!- que optan al Oscar? 9.

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Publicado por
Joric