‘Cicatriz’ narra la relación a distancia que mantienen una chica (Sonia) y un chico (Knut, como el escritor Knut Hamsun) a lo largo de los años. Y ya está. No hay nada más. Ahí está el primer reto: cómo hacer girar doscientas páginas en torno a únicamente dos personajes que se comunican principalmente por mail y que no nos durmamos al tercer párrafo. Mesa lo logra estrechando al máximo el campo narrativo para que éste se expanda, explote, en la mente del lector. No hay nada fuera del interior de los personajes, de lo que escriben, de lo que se cuentan.
¿Y qué se cuentan? Sus deseos, sus aspiraciones. Y lo que esperan cada uno del otro. De esa tensión surge casi un thriller psicológico, una absorbente historia de «coqueteo con lo antagónico», enfermiza y perversa; una relación de atracción/repulsión (como la que provoca la visión de una cicatriz), dominación/sumisión, caracterizada por la dependencia emocional y el intercambio material, intelectual y sentimental.
Y aquí está el segundo reto: cómo narrar todo esto sin recurrir exclusivamente al socorrido intercambio epistolar. Mesa lo consigue casi actualizando el subgénero, poniendo el foco en el personaje femenino y mezclando las voces y los tiempos con una inteligencia narrativa admirable. Su estilo es tan preciso, fluido y aséptico que casi desaparece. El narrador se diluye en la trama y deja al lector en una posición muy comprometida: la del fisgón que está leyendo la correspondencia ajena y que, aunque sabe que está feo, no lo puede dejar. 8.