Fangoria / Canciones para robots románticos

Ya que a Fangoria les gustan los títulos un tanto rimbombantes, podrían haber llamado este disco ‘Una de cal y otra de arena’. Porque la primera mitad de ‘Canciones para robots románticos’, producida por Guille Milkyway, es francamente buena. Pero, tras el entusiasmo inicial, su segunda parte, de la que se encarga Jon Klein, decae. Y es que es en las seis primeras canciones donde Alaska y Nacho dan lo mejor de sí mismos, gracias al aliado imprescindible en que se ha convertido Guille Milkyway, aquí más sutil, detallista y preciso que en ‘Cuatricromía‘. Se produce una perfecta fusión de los dos universos, el de Fangoria y el de La Casa Azul, que da lugar a un ramillete de canciones que se elevan por encima de sus posibilidades y consiguen eso que tan bien saben hacer Pet Shop Boys: equilibrar hedonismo bailable y melancolía.

El disco abre de manera esplendorosa, con la melodramática ‘Disco Sally’, que usando la figura de esta mujer que, ya anciana, reinó y murió en la pista de Studio 54, se presta perfectamente a las letras fatalistas marca de la casa, realzadas por un logradísimo tono muy a lo ‘King’s Cross’, ‘The Way it Used to Be’ y otros baladones de Tennant-Lowe. El estupendo primer single ‘Geometría Polisentimental’ es todo un festival de referencias que fluyen de manera ejemplar. ‘Fiesta en el infierno‘ es más sintética, trance y Hi NRG, pero sin atosigar, con los bpm ajustadísimos: de hecho, en todos estos temas se agradece que los “beats” se adecúen al ritmo natural de las canciones, sin acelerarlas innecesariamente. ‘Iluminados’ es la más macarra y bakala: en la pista y la noche idóneas puede resultar demoledora. La intro tan Daft Punk de ‘Manual de decoración para personas abandonadas’ es otra pequeña maravilla, aunque su fantástico y melancólico puente da pie a un estribillo que trastabilla un poco. ‘Voluntad de resistir’ es la más floja de la tanda pero, aun así, se eleva gracias a sus aires de himno de autoafirmación y a unos coros que propulsan el estribillo.

A partir de aquí llega el territorio de Jon Klein y el asunto declina. Su producción resulta mucho más dura, siguiendo esa estela que Raúl Guillén, en su crítica del EP negro de ‘Cuatricromía’ (también producido por Klein), calificaba de «basada en bases de house punchero y guitarras pseudometaleras dignas de cualquier álbum de Marilyn Manson». No ha variado demasiado la fórmula. Y tampoco acaba de funcionar ni logra retener la atención. Los temas parecen estar lastrados por el mazacote sónico en que se sumergen, piden una producción menos contundente y terminan resultando fatigosos de escuchar, especialmente ‘La marisabidilla, el escorpión y la que quita la ilusión’ y ‘La nostalgia es una droga’. La excepción sería ‘Mentiras de folletín’, la mejor de la segunda parte, cuya envoltura metálica encaja a la perfección con un estribillo festivo y homenajes a Bowie a todo tren.

‘Delirios de un androide cardado’ es el tema más WTF del disco (y quizás de la carrera de Fangoria), una especie de número de musical de Halloween, que cruza a Danny Elfman con ritmos industriales, coros como de Joe Crepúsculo y hasta el relincho de ‘Mr. Shoji’ de Single con bien de rimas consonantes («abandonar pasiones que no son más que prisiones»). ‘La procesión va por dentro’ es una mezcla entre ‘Army of Me’ de Björk y Rammstein y la final ‘Larga vida y prosperidad’, que algunos han querido ver como la despedida del dúo, sufre por el exceso de chunda-chunda, guitarrazos feos y una Alaska más que sintetizada. Un balance desequilibrado para un disco cuya primera mitad nos reconcilia con los mejores Fangoria y cuya segunda mitad resulta demasiado opaca en comparación.

Calificación: 6/10
Lo mejor: ‘Disco Sally’, ‘Geometría Polisentimental’, ‘Manual de decoración para personas abandonadas’, ‘Mentiras de folletín’
Te gustará si te gusta: La Casa Azul, escuchar a Alaska y Nacho más Pet Shop Boys que nunca.
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Publicado por
Mireia Pería