El suceso que se narra en ‘La habitación’, basado en los casos de secuestro y cautiverio de Natascha Kampusch y Elisabeth Fritzil, está contado a través de la mirada del niño protagonista. Esta decisión narrativa, que puede recordar a ‘La vida es bella’ por los esfuerzos de la madre (Brie Larson, la favorita para llevarse el Oscar) en «embellecer» a través de la fábula la terrible realidad que están viviendo, le sirve al director para dotar a su película de una textura poética, casi de cuento infantil, que le permite alejarse tanto del naturalismo tremendista como del melodrama hiperbólico. No es casualidad, por tanto, la mención de libros como ‘Alicia en el País de las Maravillas’ o ‘El Conde de Montecristo’. Dos referentes con los que establecer paralelismos y en los que encontrar refugio.
El gran problema de ‘La habitación’ surge cuando el director decide abrir las puertas y ampliar el campo de batalla dramático. Desde ese momento, los conflictos y las líneas narrativas se disparan en varias direcciones hasta dispersarse en el vacío. Lo que antes era preciso y emotivo, un universo cerrado pero abierto a múltiples posibilidades, ahora se vuelve apresurado y desdibujado. Quizá sea coherente con la mirada infantil, pero esa falta de hondura y profundidad psicológica con la que está contado todo (solo la reacción del padre daba para otra película), acaba transformando el filme en casi un mero esbozo y acercándolo peligrosamente a lo que pretendía evitar: el dramón oscarizable sobre familias disfuncionales. 6,9.