‘Toro’: Mario Casas no embiste en un thriller muy poco bravo

Los éxitos, ya se sabe, crean tendencias. Hay que explotarlos. Después de ‘El niño‘ y los excelentes policíacos de Alberto Rodríguez (‘Grupo 7’, ‘La isla mínima‘), Atresmedia decidió seguir tirando del hilo y producir ‘Toro’, otro thriller ambientado en la costa andaluza y, otro más, con Luis Tosar en el reparto (un actor convertido ya en un icono del género).

La propuesta, a priori, y aunque el argumento sonara un poco a visto, prometía bastante. Sobre todo por quiénes estaban detrás. El director, Kike Maíllo, debutó en el largometraje con una notable cinta de ciencia ficción, ‘Eva‘. El guión lo firman el prometedor Fernando Navarro (‘Anacleto: Agente secreto‘) y el sólido Rafael Cobos, guionista de todas las películas de Alberto Rodríguez (qué ganas de ver ‘El hombre de las mil caras’). Y la música corre a cargo de Joe Crepúsculo, en su primera experiencia como compositor de bandas sonoras (que incluye la canción ‘Sangre y alquitrán‘, interpretada por Soleá Morente).

Sin embargo, a pesar de toda esta reunión de talentos, el resultado dista mucho de cumplir con las expectativas creadas. El prólogo de ‘Toro’, donde vemos a una tarotista echando las cartas a José Sacristán, parece una metáfora de la propia película: las cartas están echadas, nada de lo que veas a continuación te va a sorprender lo más mínimo.

¿Y qué vemos? Unos atractivos créditos (demasiado) inspirados en los de ‘True Detective‘, una trilladísima trama ambientada en los bajos fondos de Torremolinos, una narración cosida con toscos e innecesarios pespuntes visuales (subrayados, ralentís…), unas secuencias de acción muy poco vibrantes que no compensan los déficit del guión, una estructura dramática eficaz –muy de western- pero excesivamente artificiosa, un bueno de película mala de Hollywood, un feo demasiado estrafalario y un malo directamente de opereta (por mucho que esté interpretado por Sacristán). Ah, y un desenlace final que no es que esté metido con calzador, no. Es que le han cortado los dedos para que quepa.

Pero no todo es desechable. Por las esquinas del encuadre se cuela la promesa de una película mejor. Una con momentos como la ingeniosa secuencia donde se divulga la matrícula del coche o la ceremonia religiosa-mafiosa (digna de una película de Coppola). Y una donde se utiliza de forma tan expresiva la imaginería «semanasantera» o la arquitectura, desde las torres de apartamentos de Torremolinos a la casa-fortaleza del villano. Otra vez (seguro) será. 5,9.

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Publicado por
Joric