¿Pueden y deben atender a él los que estos días están bailando como si no hubiera un mañana lo de «hasta que duelan loh pieh«? Quizá alguno podría sucumbir a los ritmos medio bailables de ‘Camino desolado’ o ‘Playa escondida’ o a las cadencias de atardecer playero de ‘Moai y yo’, todo un grower, pero este es un disco mucho más relajado, más bien el disco del verano para los que hayan disfrutado de los medios tiempos de Javiera Mena, las percusiones de Lykke Li, los temas más versátiles de Saint Etienne y el catálogo de Labrador. El sello sueco, cuyos Club 8 comenzaban editando en el español Siesta, es quien publica ahora esta delicia en castellano con algún guiño al catalán, al rapanui, al quechua o al bribri.
‘Amparo’ -segundo nombre de Maria- era más electrónico cuando Maria Usbeck lo escribió, algo que nos creemos tras echar un ojo a su banda anterior, Selebrities, pero después decidió que para su proyecto en solitario necesitaba un tratamiento más acústico, para lo que se reunió con Caroline Polachek de Chairlift, quien ha producido el álbum. Planteado como un regreso a las texturas de la niñez de Usbeck, que creció en Quito inmersa en «salsa, merengue, bachata y música andina», pero con el enriquecimiento que ha obtenido de sus viajes (atraída por la cultura alemana y americana decidió mudarse a América a los 17 años), el álbum es un compendio minimalista de todas sus influencias.
A lo largo de sus 40 minutos, desafortunadamente ‘Amparo’ tiene tiempo de caer en cierta languidez (‘Lapizlazul’, la innecesaria versión de Colourbox, ‘Tarántula’), y sin embargo también lo tiene de integrar de manera fabulosa estilos e idiomas. La Europa post-Eurovisión aborrece la violencia con la que algunas de sus canciones pasaban de una lengua a otra solo para captar público a la desesperada. Y Maria Usbeck lo consigue sin que te des cuenta en el mismo single ‘Moai y yo’ y en muchos otros puntos del álbum. Lo mejor es que lo mismo logra con los estilos, haciendo que un disco en el que caben cosas antagónicas como la nostalgia y la felicidad, el baile y la siesta, las ganas de verano y el recogimiento propio del invierno, suene unificado y hasta casi, casi plano.
Entre sus momentos álgidos, el final jazzy de ‘Ciudad desnuda’ («Ciudad desunda’ en Spotify), como propio de Destroyer, la evocación envolvente de ‘Una de tus ojos’, la sugerente ‘Llámame’ o el tímido dream pop de ‘Jungla inquieta’, que habla de mariposas que mueren junto al mar, y en la que un par de frases bastan para que una pequeña postal como esta parezca cargada de colores y matices.
Calificación: 7,4/10
Lo mejor: ‘Moai y yo’, ‘Llámame’, ‘Jungla inquieta’
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