Una noche en la ópera con Pet Shop Boys

Que las sacrosantas puertas de una ópera se abran para dejar que el pop se suba a su escenario no es algo que deba sorprendernos a estas alturas. No al menos cuando hasta David Bisbal ha cantado su ‘Ave María’ en el Teatro Real madrileño. Claro que cualquier parecido del almeriense con los Pet Shop Boys es pura casualidad, de ahí que las expectativas por ver qué podían preparar Neil Tennant y Chris Lowe en el Royal Opera House londinense eran tan altas como el precio de las entradas en la reventa. Algo así ocurre solo una vez en la vida.

En total han sido cuatro noches las que los Pet Shop Boys han llenado hasta la bandera este recinto para hacer una presentación de ‘Super‘, su último álbum. Un golpe de efecto teniendo en cuenta que para componer el disco se inspiraron en las noches del Berghain berlinés, cuyo público es diametralmente opuesto a lo que acostumbra a sentarse cada noche en las butacas de la mayor ópera británica.

Claro que siendo justos tampoco puede decirse que el sábado, cuando nosotros fuimos, la cosa cambiara mucho con respecto a cualquier otro día. Bueno, sí, que te dejaban meter cerveza. Pero salvo eso, y con alguna contada excepción, la mayoría de la audiencia estaba más cerca de los 50 que de los 20. ¿Será que la cultura, como el amor, es una construcción burguesa?

Aunque no fue la media de edad –ni mucho menos– sino la mentalidad de respeto que se tiene asociada a la ópera unida a la sosez británica lo que más hizo deslucir lo que debería haber sido una fiesta total en toda regla. Hasta cuatro veces nos mandaron sentar en la zona donde estábamos con requerimientos tipo «algunos hemos pagado para ver un concierto». Se comenta que no en todo el recinto fue igual, que tuvimos mala suerte.

Puede ser, pero vamos, que algún pero había que poner a una noche perfecta que arrancó precisamente con ‘Inner Sanctum’, la canción que daba título a esta miniresidencia especial en la que, nada más levantarse el escenario –a las 8 en punto, aquí una ventaja de ver conciertos en óperas– dos bolas a modo de ojos y unos cuantos rayos láser servían para llenar el escenario hasta que Neil y Chris aparecen dentro de ellas para cantar eso de «In the Inner Sanctum you’re a star, the girls the boys they all know who you are». Por fondo y por forma, no podían haber arrancado de otra manera.

Claro que aunque la noche iba de presentar su último disco, los PSB no quisieron desaprovechar la oportunidad para demostrar que eran justos y merecidos inquilinos de ese espacio, de ahí que nada más acabar de tocar el mencionado tema se atrevieran con su primer single, ‘West End Girls’, que recitaron mientras el resto de la banda, subida en plataformas móviles y empujadas por bailarines-operarios, tomaban su lugar en el escenario. ¿Lo mejor? Que casi 30 años separan ambas canciones y nadie podría decir que ninguna fuera menor que la otra.

Esa es la grandeza de este dúo, que todo lo que presentan sobre un escenario suena a clásico instantáneo y atemporal. Al menos eso es lo que demostraron con el resto del setlist durante la primera mitad del concierto, en el que alternaron otros cuatro temas de ‘Super’ –’The Pop Kids’, ‘Burn’, ‘Twenty-something’ y ‘The Dictator Decides’– con hits de casi cada uno de sus otros álbumes como ‘Se A Vida é (That’s The Way Life is)’, ‘Love Comes Quickly’, ‘New York City Boy’, ‘Love is a Bourgeois Construct’, ‘Inside a Dream’, ‘Love etc’ e ‘In The Night’, que si no nos falla la memoria, es la primera vez que la tocaban en vivo.

Todas ellas acompañadas de una puesta en escena desbordante y repleta de luces y proyecciones que en ningún momento estaban ahí para distraer la atención de la música y esconder errores, sino para subrayar su potencia. Ya podían copiar muchos y muchas este cuidado que ponen los PSB en el diseño de producción para sus giras, ¿verdad, Rihanna?

A estas alturas –y rabiosos por estar jugando al me pongo de pie y me vuelvo a sentar cuando lo que apetecía era tirarse por la balconada para que la gente del patio de butacas te recogiera y surfear sobre sus cabezas– tocaba un pequeño descanso, que llegó con dos baladas en las que Neil, algo justo de voz, se despachó de manera íntima y minimalista: ‘Winner’ y ‘Home And Dry’, que algunos escucharon con lagrimita retenida en el ojo al más puro estilo ‘Candy Candy’. Es evidente que cuando quieren emocionar ellos dos se bastan y se sobran.

Eso sí, la paz duró poco, y tras una intro musical que convirtió la ópera en la discoteca más salvaje de Ibiza, Neil volvió al escenario para cantar la magnífica ‘Vocal’. Y a esto me refería con lo de que son capaces de convertir el material más nuevo en un clásico. A juzgar por la respuesta del público, parece mentira que la publicaran hace solo tres años. Y lo mismo podría decirse de ‘The Sodom and Gomorrah Show’. ¿De verdad vio la luz solo hace una década? Durante estas dos canciones los toques de «por favor, siéntate» cada vez eran menos. Ninguno por suerte cuando sonaron los primeros acordes de la siguiente canción, ‘It’s A Sin’, que, esta vez sí, provocó que todo el público se levantara y ya se quedara así el resto de la noche gritando y dando palmas. Por cierto, no importa la cantidad de veces que escuche en directo esta canción: siempre me ha fascinado cómo una letra tan triste puede dar paso a semejante fiesta.

Y como si hubieran medido la reacción que iban a provocar con un reloj suizo, justo cuando todo el mundo bailaba sacaron los PSB toda su artillería pesada, esta vez llenando el escenario de bailarines ataviados con un traje inflable de varios colores que se movían al unísono mientras sonó una versión remozada de ‘Left To My Own Devices’ seguida del obligado himno ‘Go West’. Si existe el cielo se debe parecer mucho a lo que ocurría en ese momento sobre ese escenario. Claro que mejor que morir –que podría haberlo hecho allí mismo casi sin remordimiento–, me conformaría con que en mi próximo cumpleaños mis invitados me montaran algo ligeramente parecido. Y tú, si lo hubieras visto, también.

Pero todavía quedaba un coletazo final a modo de bis que pedimos a modo victoriano aunque sabíamos que estaba programado: dando patadas en el suelo. No tardó en llegar a modo de ‘Domino Dancing’, que esta vez cantaron sin meter una sola estrofa del ‘Viva La Vida’ de Coldplay como hacían en una de sus anteriores giras. Terminado eso, y de nuevo con los hombres globo sobre el escenario, tocó el turno de ‘Always On My Mind’, que acabaron mientras decían adiós repitiendo eso de «They called us the Pop Kids, ’cause we loved the pop hits, and quoted the best bits, so we were the Pop Kids. I loved you». Cierre de telón. ¡Qué no daría yo para que todos los «niñatos del pop» fueran como estos sesentones! 9.

Foto: Twitter de Pet Shop Boys.

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Publicado por
Leo Hernández