‘Star Trek: Más allá’ no va mucho más allá de un capítulo mediocre de la saga. Y eso que empieza muy bien, a contracorriente de lo que se espera en una película «marvelizada» de este estilo. No hay la habitual secuencia-prólogo de acción que introduce al espectador en la trama zarandeándole por las solapas. Al contrario, lo hace, primero, ofreciéndonos una divertida escena cómica y, segundo, cogiéndonos amistosamente por el hombro para enseñarnos que sí, que trabajar en el Enterprise mola mucho, pero que también puede ser tan rutinario y tedioso como hacerlo en una oficina en la que llevas demasiado tiempo.
De hecho, la verdadera protagonista de esta nueva entrega es la icónica nave. Con ella comienza y con ella termina. Entre medias, lo esperado: una solvente combinación de secuencias de acción (sorprendentemente mal rodadas por un especialista como Justin Lin), toques de humor (quizás el aspecto más reforzado de esta entrega), escenas dramáticas (basadas en las relaciones personales) y apuntes de filosofía roddenberriana (con alegorías anti-populismos xenófobos). Luego está el villano, Krall, con menos carisma que el de ‘X-Men: Apocalipsis‘ (y solo un escalón por encima de la risible Encantadora de ‘Escuadrón Suicida’), y un nuevo personaje, Jaylah, la típica chica-guerrera que, según parece, ha venido para quedarse.
Todo está en su lugar en ‘Star Trek: Más allá’. Y ese es el problema. Nada sobresale, nada choca entre sí para que salgan chispas en la pantalla y queme las butacas del cine. Cuando en una superproducción de ciencia ficción lo que más destaca son elementos anecdóticos como la salida del armario de Sulu o la secuencia musical con los Beastie Boys (‘Sabotage’), es que la película no funciona muy allá. 6.