‘Captain Fantastic’: Viggo Mortensen antisistema a ritmo de Sigur Rós

Aunque todos relacionemos a Estados Unidos con el capitalismo salvaje, el consumismo desaforado y una política exterior agresiva, también es uno de los países que más experimentos sociales alternativos ha albergado y tolerado a lo largo de su historia. Desde experiencias individuales, como la célebre de Thoreau (‘Walden’), hasta colectivas: comunidades religiosas (cuáqueros, menonitas), contraculturales (hippies)…

El “salvaje Oeste”, por ejemplo, no era tan salvaje como se nos ha hecho creer. Las pequeñas y aisladas poblaciones agrícolas eran, en general, lugares tranquilos y pacíficos. Los primeros pobladores, muchos imbuidos por el sueño del agrarismo primitivo, del romanticismo naturalista e individualista, desarrollaron modelos de autogobierno adoptando sus propias constituciones basadas en el derecho natural. Luego ya llegarían las instituciones para ordenar todo ese “caos”.

El protagonista de ‘Captain Fantastic’ es hijo de toda esta tradición. Su dios es Noam Chomsky -cuyo nacimiento celebra como una navidad contracultural- y un tipi en medio del bosque su Walden particular. La diferencia es que no está solo como Thoreau. Tiene seis hijos, a quienes educa y entrena con disciplina espartana, y una mujer enferma ingresada en un “hospital capitalista”.

Lo que más sorprende de ‘Captain Fantastic’, una película indie con vocación comercial, es la riqueza y la potencia subversiva de su discurso. La película de Matt Ross (premio a la mejor dirección en la sección Una cierta mirada de Cannes) no es, como el trailer insinúa, un relato cómico que ironiza sobre los modelos familiares alternativos. Tampoco lo contrario, un panfleto anticapitalista que demoniza a los integrados en el sistema. La película huye del dogmatismo como la familia protagonista de la palabra “interesante”. Pone preguntas sobre la mesa -sobre la paternidad, la educación, la vida en los márgenes de la sociedad- pero no da respuestas concluyentes, no ofrece cómodas certezas. Abre el debate con los espectadores como intenta hacer el padre (fabuloso Viggo Mortensen) con sus hijos.

El problema es que todo este estimulante cuerpo teórico está vestido con ropas de segunda mano que parecen sacadas de una película de Wes Anderson. El director narra la historia con mucha soltura y oficio. Pero, en ocasiones, como cuando aparece la familia en la iglesia o realizan una de sus “misiones”, se pliega demasiado a los clichés estilísticos y a las convenciones narrativas del cine indie-hecho-para-Sundance. Cosquillea nuestras retinas y nuestro corazón a costa del intelecto, de la verosimilitud.

Como escribe Chomsky: “No deberíamos estar buscando héroes, deberíamos estar buscando buenas ideas”. ‘Captain Fantastic’ las tiene. Muchas. Aunque a veces el brillo del traje rojo chillón que lleva Mortensen no nos deje verlas. 7’5.

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Publicado por
Joric