La gran sorpresa de este nuevo volumen es su tamaño. El lanzamiento consiste en una caja que alberga 36 discos (habéis leído bien), cada uno de los cuales contiene el registro sonoro de un concierto distinto de esa gira, prácticamente en su totalidad inéditos. Algunos contienen grabaciones realizadas por un estudios móviles de grabación de la compañía CBS, otros se extraen de la mesa de sonido y, otros cuantos, de grabaciones realizadas por asistentes a los conciertos en cintas magnetofónicas. El concierto estrella de esa serie es el primero de los realizados por Dylan y su banda en el célebre Royal Albert Hall de Londres, que bajo el nombre de ‘The Real Royal Albert Hall 1966 Concert’ (lo de «Real» viene a que circulaba un disco pirata bajo este nombre que, en realidad, era un concierto realizado en Manchester) será editado de forma individual en doble CD y doble vinilo. Este anuncio se ha acompañado del audio de la canción ‘Tell Me, Momma’, un tema que sonó durante esa gira y que, sin embargo, nunca quedó registrado en ninguno de sus discos de estudio.
«La intensidad de las actuaciones en vivo de Bob y su fantástica adaptación de estas canciones en concierto aportan otro componente significativo para comprender y apreciar la revolución musical que Bob Dylan propulsó hace 50 años», afirma Adam Block, presidente de Legacy Recordings, la división de reediciones de Sony. Fantástico trabajo, bien hecho todo el mundo. Pero, ¿de verdad alguien quiere escuchar 36 grabaciones de conciertos de una misma gira? Imaginamos que, de alguna manera puede llegar a ser interesante escuchar en qué medida una canción va mutando en directo desde el inicio de una gira hasta el final, o qué temas se van cayendo del setlist y qué temas se van consolidando. Pero, en serio, ¿algún ser humano que no esté preparando una tesis doctoral sobre ‘Blonde on Blonde’ puede encontrar verdadero interés en esto?
Por supuesto, se trata de un objeto de coleccionista, algo reservado para auténticos fanáticos de Robert Zimmerman, supongo. Diría, incluso, que los 150$ que cuesta no son tan exagerados como cabría esperar. Sin embargo, no deja de evidenciar también la crisis de ideas de una industria discográfica que apenas ha logrado amortiguar la vertiginosa caída de sus ingresos exprimiendo al máximo el streaming y las ventas digitales. Por venerable y fundamental que sea la obra de Dylan, no veo diferencia entre esto, vender una única copia de un disco al mejor peor postor o vender un pendrive dentro de una gominola comestible gigante. Son marcianadas rayanas en la broma de mal gusto. Mientras, ¿qué tal si escuchamos discos fantásticos como ‘Tempest‘, ‘Shadows In The Night‘ o ‘Fallen Angels‘ que un tal Bob Dylan ha publicado en los últimos 5 años?