¿Y Tim Burton? ¿Dónde está uno de los cineastas más influyentes del cine reciente, el creador de toda una corriente estética y de obras maestras como ‘Eduardo Manostijeras’ (1990) o ‘Ed Wood’ (1994)? En ‘El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares’ seguro que no. Están sus personajes, su reconocible estilo visual, sus historias protagonizadas por inadaptados e, incluso, su música, aunque esta vez no esté compuesta por Danny Elfman. Pero él no. Eso que hacía tan “peculiar” su cine, esa electricidad poética que surgía de la fricción entre realidad y fantasía, y que nos ponía los pelos de punta como los de Eduardo Manostijeras, ya apenas existe, se ha reducido a meros chispazos.
Durante la primera parte de su adaptación del libro de Ransom Riggs, la que transcurre en el hogar de Miss Peregrine, hay bastantes de esos chispazos, tantos que pensaba que todo iba a acabar haciendo contacto e iluminando el resto del filme. Pero no. Son simples destellos: la sutil atmósfera melancólica que recubre el hogar, la secuencia en el fondo del mar, la del “reinicio” del día, la imagen del protagonista llevando a Emma, la chica liviana, atada como un globo…
Pero una vez que Miss Peregrine desaparece de la historia, la película se viene abajo. De repente, ese bucle en el que estábamos felizmente inmersos, viendo al mejor Burton, se rompe devolviéndonos al presente, a la dura realidad del peor Burton. Al director se le acaban las ideas y convierte la segunda parte del filme en un reiterativo clímax de casi una hora donde parece que estamos viendo un pastiche young adult de los X-Men, un desenlace construido por medio de atolondradas secuencias de acción (ni siquiera el homenaje a Ray Harryhausen tiene gracia) que me ha hecho desear tener el poder de Miss Peregrine y salir volando de la sala. 6.