Te damos cuatro razones para caer rendido ante su nueva película, ‘Sully’:
1. Tom Hanks. A Eastwood no le gusta perder el tiempo ensayando con los actores, por eso le da mucha importancia a la elección del casting. Con Tom Hanks (y sin olvidarnos de un magnífico Aaron Eckhart) ha vuelto a dar en el clavo. El actor, que vuelve a sonar para el Oscar (desde ‘Náufrago’ no ha vuelto a ser nominado), compone un personaje que parece sacado de una película de Capra: un tipo corriente y decente a quien serías capaz de confiar tu propia vida. Imposible no empatizar con él (y su paternal bigote).
2. Su (inteligente) estructura narrativa. Solo alguien como Eastwood es capaz de incluir varias veces la secuencia del acuatizaje forzoso del avión y que cada vez nos parezca más emocionante. La fluidez y la precisión con la que avanza el relato (no le sobra ni le falta un solo plano) es la misma con la que amerizó “Sully” Sullenberger en el río Hudson: milagrosa.
3. El uso del suspense. Todos sabemos qué pasó con el avión, cómo y por qué (que miedo da saber que unos simples pájaros puedan hacer que se estrelle un avión), pero aun así el director se las apaña para mantener el suspense y la tensión dramática durante toda la película. Al espectador le acaba ocurriendo como a Sully: dudar de sí mismo.
4. Su discurso a contracorriente. Aunque a veces se le va la mano perfilando a los “malos” (el director de la investigación está al borde de la caricatura) y se pone “nenaza” con los buenos (ese final demasiado apologético), que alguien decida hacer una película sobre un suceso feliz, un accidente de avión en el que no hubo víctimas (ni verdugos), y sí un héroe sencillo (no un antihéroe cínico), es como para aplaudir en el cine como si estuvieras en la ópera. ‘Sully’ es una película de catástrofes sin catástrofe, cine de acción con música de piano y héroes de andar por casa. Allí donde Zemeckis se estrellaba, Eastwood vuela muy alto. 8’5.