Televisión

‘Please Like Me’ no volverá, ¡malditas dramedias!

«¿Por qué nadie está viendo la mejor comedia australiana?», se preguntaba el prestigioso diario The Guardian en un artículo dedicado a ‘Please Like Me’ hace ya tres años. La pregunta servía para poner sobre la mesa diversas cuestiones: ¿tanto mola ‘Please Like Me’? ¿Pero cuántas comedias australianas debería conocer? Y mejor, ¿de verdad ‘Please Like Me’ es una «comedia»?

El productor ejecutivo Todd Abbott ha dicho siempre que no, que la serie era un drama. Sí, cada episodio dura 25 minutos y presenta situaciones desternillantes, pero ‘Please Like Me’ parte de la salida del armario de su protagonista y del intento de suicidio de su madre. La realidad es que desde que vemos la dependencia que sufren sus padres de este eterno post-adolescente que se define por su cara como «un bebé de 50 años», desde que la cámara se regocija en sus desgarbados andares, desde que le vemos esconderse para desnudarse detrás de una puerta que no quiere obedecer antes de enrollarse con un bollazo al que por alguna razón gusta, sabemos que la fusión de géneros va a funcionar.

‘Please Like Me’ mola tanto que lo peor es su título, que no termina de pegar con este retrato de inadaptados y «losers» con tanta personalidad que no necesitan el «please». Ahí está Ella y su alucinante discurso feminista «necesito que comprendas que si perdono tu infidelidad es porque me da la gana y no porque no me quiera a mí misma». El guionista y protagonista principal, el cómico y ocurrente Josh Thomas, curtido en monólogos tipo El Club de la Comedia, ha recibido muchas comparaciones con Lena Dunham de ‘Girls’, pues ‘Please Like Me’ también trata sin tapujos temas como el sexo, las citas online, la esclavitud del físico y sobre todo los problemas mentales. Sin embargo, hay algo muy «British» en la serie que ha derivado probablemente en la debilidad que The Guardian siente por ella.

Para muchos las similitudes culturales entre Australia y Reino Unido son desconocidas, pues no todo el mundo ha tenido la ocasión de visitar este lejano país, y aquí están muy claras más allá de que los personajes conduzcan por la izquierda. El humor es más negro, más ácido, salpicando incluso las operaciones quirúrgicas a vida o muerte, el aborto sin arrepentimientos o el miedo al cáncer; los vaivenes del amor son menos lacrimógenos y más casuales y secundarios; las situaciones absurdas son toda una ida de olla (el juego «Penis Not Penis» es una fumada y lo peor es que funciona) y el protagonista parece mil veces más un forero de Popjustice, egocéntrico pero inmensamente divertido, que un lector súper serio de Pitchfork. Porque también hay por supuesto una querencia por la cultura pop que se percibe hasta en esas gallinas que se llaman Adele (inolvidable episodio el del pollo transgénero), Beyoncé y Shakira. Suenan canciones de Sia y Adele interpretadas por los actores (y no de Perfume Genius o John Grant), y destaca la gracia de la cabecera, montada en torno a ‘I’ll Be Fine

‘, un tema de una banda actual australiana de soul, Clairy Browne & the Bangin’ Rackettes. Los actores han rodado una cabecera diferente para cada episodio, normalmente concentrada en la comida, pero también con salidas al campo, versiones a capella, etc. Están todas recopiladas en Youtube (1, 2, 3 y 4).

Ese protagonista de cuyo atractivo sexual duda su propia madre, su irritante tono de móvil que no cambia en cuatro años, su irritante reloj de cuco… proporcionan el fondo definitivamente cómico a una familia disfuncional que existe antes de ‘Transparent’ y que tiene que enfrentarse con multitud de adversidades. Hay un par de momentos en que la serie divaga, como hacia la mitad de la segunda temporada (el desarrollo del personaje de Arnold es un tanto titubeante) o al final de la tercera, con ese capítulo navideño que plantea una reunión de personajes imposible, buscando un clímax que trata de llegar de la manera más inverosímil. Pero la cuarta temporada está justificada: es de las mejores. El episodio ‘Degustation’ parece de relleno y termina siendo el más importante de toda la serie. Dos capítulos después es, sí, donde debe acabar ‘Please Like Me’. Josh Thomas acaba de anunciar que no habrá quinta temporada, pues siente que «como está, está completa», y no puede tener más razón.

Mal que me pese. Echaré de menos ‘Please Like Me’. La serie lleva circulando por la red tiempo, pero es ahora cuando Netflix ha reunido sus 3 primeras temporadas (la 4ª hay que bajarla) y hacía tiempo que no devoraba algo tan deprisa. Supongo que la gracia de los dramedias es no saber si terminarás el episodio riendo o llorando a lágrima viva. Pero aquí hay muchos recovecos y este es solo uno de ellos: ahora que tanto se habla sobre si los hombres gays y los hombres heteros pueden ser amigos íntimos (???), es una gozada ver cómo esta serie original de 2013, a tenor de su planteamiento, nudo y desenlace, sólo puede ser entendida como una hermosísima exaltación de la amistad y de su importancia para que podamos seguir adelante, independientemente de géneros u orientaciones sexuales. Y un dato: el actor Thomas Ward, el amigo hetero de Josh Thomas, lo es también en la vida real. Hace de sí mismo tras un frustrado cásting en el que no pudieron encontrar a nadie mejor que él. Da igual si más gordo, más guapo, más hipster o más feo. ¿Para qué buscar a un actor caracterizado cuando la serie nunca ha maquillado la realidad ni para bien ni para mal? 9.

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Publicado por
Sebas E. Alonso