Aparte de su actuación, Perry fue protagonista en redes sociales anoche por otro motivo: sus desafortunados comentarios sobre el rapado de Britney Spears -que no acudió a la ceremonia- en la alfombra roja de los premios. Preguntada por su descanso profesional, Perry contestaba en una entrevista que «a eso se llama cuidar tu salud mental» y después, «todavía no me he rapado el pelo». En otra entrevista, cuestionada por el nuevo color de su melena, Perry contestaba «es el único color que no he llevado, lo siguiente será raparme el pelo, que reservo para un colapso nervioso público». Durante la gala, el hashtag #KatyPerryIsOver fue trending topic por este motivo.
Perry, que se dice «consciente» y «activista» en Twitter y por tanto, sensible con el sufrimiento ajeno, parece no recordar que el «breakdown» de Spears no fue una tontería precisamente, sino un humillante circo mediático que causó estragos aparentemente irreparables en su salud mental: Britney vivió un divorcio, perdió la custodia de sus hijos y padeció un ingreso psiquiátrico involuntario -entre otros acontecimientos- ante la mirada de todo el mundo. Aunque nunca se ha confirmado la enfermedad mental que padece Spears -siempre se ha especulado con su bipolaridad-, la intérprete de ‘Slumber Party’ continúa a día de hoy, a sus 35 años, bajo la tutoría legal de su padre.
Parece que Perry consideró relevante burlar la salud mental de Spears en una ceremonia televisada y vista por millones de espectadores para hacer una gracia o a sabiendas de que sus declaraciones no pasarían desapercibidas para los medios. ¿Servirá esta polémica para que Perry aprenda que burlar la salud mental es una forma de agresión desde el privilegio que normaliza la falta de respeto hacia las personas con enfermedades mentales y no una simple broma sin más? Por el contrario, ¿han exagerado fans y medios esta polémica y es esto solo un ejemplo más de la «era de lo políticamente correcto» que vivimos actualmente?