Olvidaos de los desmayos en países recónditos de gente que luego nunca aparece ni se sabe quién es. Hay un par de escenas en ‘Crudo’ que pueden herir sensibilidades, pero, pese al éxito de esta cinta en el Festival de Sitges -donde recibió varios galardones- o el madrileño Syfy, no es una película de terror. Si acudís a ella con sed de sangre y gore, tendréis vuestra racioncita (la escena de la depilación y el dedo forma parte de la historia), pero en general saldréis casi tan decepcionados como cuando fuisteis a ver visteis en vuestra plataforma favorita de cine online ‘Caníbal
Por suerte, ‘Crudo’ es muchísimo mejor que aquella: cuela por temática en festivales de terror, pero la victoria de Julia Ducournau es muy diferente. La directora utiliza un escenario presto para una película de zombies y la estética y el trasfondo anti-bullying de ‘Carrie’ para hacer una reflexión más siglo XXI sobre el acoso escolar, reflejado en las salvajes novatadas de una facultad de Veterinaria; y sobre todo sobre el despertar del deseo sexual y del paso de la adolescencia a la vida adulta.
Caen de soslayo críticas a la educación tanto en el núcleo familiar como en el estudiantil. ¿De verdad pasan en las facultades de Francia de 2017 las cosas que aparecen en esta película? El uso de esa facultad de Veterinaria puede ser un truco muy de debutante (como el giro final) pero la verdad es que resulta el escenario perfecto para retratar el lado animalesco del ser humano (esa escena en la que los alumnos parecen ganado), la solidaridad de algunos con los animales pero no con nuestros iguales o las consecuencias de la represión.
‘Crudo’ también es una reivindicación del impulso sexual femenino. La directora parece querernos decir que a las mujeres también les gusta la sal, no solo las cupcakes, hasta el punto de ser capaces de llevarse lo que sea por delante para conseguir su plato. Incluso al personaje de Rabah Nait Oufella, guapo, gay y de origen argelino. ¿Pueden caber más lecturas? El humor de Julia Ducournau hila fino… 7,5.