El mundo de suspense detectivesco que captura ‘Felt Mountain’ encuentra en ‘Paper Bag’ uno de sus puntos álgidos: «no time to fuck» no es sino una de las frases más icónicas del grupo y todo el arreglo musical, sobre todo las orquestaciones, inspiradas en las bandas sonoras de cine negro, es absolutamente escalofriante y captura una gelidez extrañamente sensual. Nunca se ha hecho una película igual de evocadora como esta canción.
La letra de ‘Train’, con sus referencias a una mujer loba que come cerebros o suaves bronceados en la piscina, no tiene ningún tipo de sentido, pero tampoco hace demasiada falta: la robustez electro de la canción, con sus sintetizadores láser retorcidos e incisivos, comunica lo único que necesitas entender de ‘Train’, que el electroclash puede vestir el sexo sucio de glamur y hacerte querer perder la cabeza en la pista de baile al mismo tiempo.
‘Supernature’ produjo varios singles, entre ellos este temazo electro-glam que habla supuestamente sobre meterse polvitos mágicos en la discoteca y «ver un mundo nuevo». El grupo elevó este tema al siguiente nivel gracias a su hilarante vídeo, en el que Alison aparece emperifollada cual Rafaella Carrá, con un trozo de papel higiénico pegado en el tacón y zampándose una porción de pizza, o actuando con bailarines salidos de un cubo de basura. ¿Una reflexión sobre el lado oscuro del glamur?
‘Paper Bag’ y ‘Human’ son dos clásicos de ‘Felt Mountain’ esenciales de Goldfrapp que no están en su top 10 de Spotify. Pero ‘Deer Stop’ nunca será suficientemente reivindicada. Esta balada es la sublimación del concepto de ‘Felt Mountain’, un lamento sexual intimista, contemplativo, en el que los arreglos de cabaret jazz turbio de Will Gregory envuelven a una Alison cuya voz muta entre el canto celestial y el susurro subacuático, y que alcanza el éxtasis en uno de los finales más espectaculares que ha firmado Goldfrapp jamás.
«It’s a blue, bright blue Saturday, hey hey / and the pain’s starting to slip away, hey hey» es una de esas frases tan bobas como encantadoras que amamos tanto del pop. Y ‘A&E’ es una de las canciones más bobas y encantadoras del repertorio de Goldfrapp, básicamente una canción de amor en la que Alison ruega a su amado que la llame porque se siente sola. Pero la preciosa melodía de ‘A&E’ tiene muy poco de boba y mucho de celestial, en sintonía con la fantasía bucólica que evocan sus pastorales arreglos, que por supuesto proceden de ‘Seventh Tree’.
La influencia de la banda sonora del cine clásico en la música de Goldfrapp ha sido fundamental, en ‘Felt Mountain’ sobre todo, pero el dúo ha sido capaz después de reproducir su sonido de cuerdas majestuosas espectacularmente en algunas de sus mejores canciones, como ‘Stranger’, una balada sobrecogedora y escalofriante incluida en ‘Tales of Us’, que nos habla de un humano «extraño» y misterioso que no es «ni chico ni chica». ¿La canción de temática LGBTQ más bella jamás compuesta?
‘Supernature’ tiene fama de ser el disco en el que Goldfrapp se «vendió» definitivamente al pop. Al margen de que muchos artistas actuales y viejos hubieran matado a sus padres por manejar las composiciones que maneja este par de «vendidos», ‘Supernature’ presentaba además baladas espectaculares, a destacar ‘Time Out from the World’, que contiene un clímax de cuerdas majestuosas de nuevo en el estilo de John Barry que quita el habla.
De la misma manera que Goldfrapp adoptó el electroclash en ‘Black Cherry’ para ofrecernos una dimensión más sofisticada a la par que pervertida de su sonido, el pop ochentero con un puntito casposo de Van Halen era una referencia clara en ‘Head First’, que el dúo también supo pulir en su estilo. Otra influencia clara en el álbum era el glam de los 70 y el tema que lo titulaba combinaba ambos mundos, dejándonos además una de sus melodías y clímax más emocionantes.
Uno de los secretos del éxito de Goldfrapp es su magistral manejo de la intriga en sus canciones. El himno pastoral de ‘Road to Somewhere’ captura la sensación de incertidumbre que conlleva visitar «algún lugar» desconocido con tu interés romántico, pero evoca más bien algo mayor, una especie de utopía emocional, sobre todo a través de su eufórico final, que parece sacado de un sueño.
La carrera de Goldfrapp es una de las más fascinantes en las que indagar y descubrir tesoros escondidos. ‘Black Cherry’ en particular es una mina: recordado sobre todo por ‘Strict Machine’ y ‘Train’, el electroclash glamuroso y psicopático de ‘Black Cherry’ contenía piezas igual de memorables, pero menos conocidas, como ‘Twist’, en la que los sintetizadores nucleares de Will Gregory hierven al servicio de una Alison Goldfrapp que pocas veces ha sonado tan cachonda.