Lo primero que se podía echar en cara a ‘Top Chef 4’ era que el cásting era algo fallido y que el jurado parecía algo suavizado. Los tres miembros actuales no pueden ser más carismáticos. Paco Roncero, aparte de tener 2 muy merecidas estrellas Michelín en pleno centro de Madrid, ha sabido sustituir con bastante más sangre y nervio a Ángel León y Yayo Daporta. Sin embargo, no termina de mostrarse severo, Alberto Chicote lleva tiempo sin ser borde siquiera y Susi Díaz ejerce ya abiertamente de personaje emocional y entrañable. ¿Acaso no han podido soportar las críticas por su supuesta crueldad y dureza? Meh.
En cuanto al cásting, ‘Top Chef’ será recordado por presentar a cocineros profesionales… pero con serios e inauditos problemas para socializar, dirigir personal y trabajar en equipo. Aquella Bárbara que lograba irritar a todo lo que tenía a su alrededor, aquel Carlos con el ego más grande que Kanye West… y el año pasado el inclasificable Oriol. Pocas veces he pasado tanto miedo delante de la pequeña pantalla como observando sus delirios y paranoias.
Era inquietante que el objetivo de estos ogros (RAE: persona insociable y de mal carácter) pudiera ser llevar a la gente a sus restaurantes presentes o futuros. Yo no sé si iría. Pero también gran parte de la gracia del formato: esto es tele y en concreto una tele generalista. Así que, ante el modo perpetuamente zen de Julio Miralles o María Rosa García, se echaban de menos personalidades más arrolladoras, sobre todo después del frustrado intento de convertir a Federico Filippetti en algo parecido a un polemista medio tarado. No había tanto personaje como parecía por ningún lado.
Sin embargo, todo ha cambiado desde la repesca de Melissa Herrera, que ha vuelto crecida hasta lo irritante en lo personal, pero también en lo profesional. En concreto en el programa de anoche, y a pesar de un estúpido tráiler que revelaba antes de tiempo qué 3 concursantes iban a la última oportunidad, las cocinas se transformaron en un insólito campo de batalla que enfrentaba a casi todos contra todos. Nadie quiere que ‘Top Chef 4’ se transforme en ‘Gran Hermano’ y mucho menos ahora que la Telecinco de Sálvames y derivados parece un poquito más próxima a extinguirse. Aquí, la competencia feroz entre los medio arrogantes medio enfadadísimos Víctor, Montoro, Rakel… nunca ha dejado de tener un objetivo de superación personal y es ver quién es el mejor cocinero. El auge de las chicas en las últimas semanas ha sido especialmente un aliciente para el espectador, justo cuando parecía que esto iba a convertirse en otro campo de nabos, y volverá a dejar la final a muy buen nivel gastronómico y televisivo. Que vuelva. 7.