En su carta, Lizarraga escribe que «cuesta creer que a día de hoy el ser mujer en el circuito musical siga siendo un hecho a subrayar, un valor añadido, un mérito más a ojos de ciertos corresponsales de prensa» y señala dos tipos de machismo en el periodismo musical definidos por el «cuñadismo y la demagogia». Del primero, Lizarraga señala la objetificación que sufren las dos integrantes femeninas del grupo en las crónicas de sus conciertos (el grupo es mixto y contiene dos miembros masculinos), un fenómeno que, escribe, «se camufla muchas veces bajo la máscara del tono desenfadado, aparentemente inofensivo de la conversación de bar, a lo Bertín Osborne». La tecladista señala que «se trata de un ataque constante, sutil, pero efectivo». De la segunda, Larrazaga la discriminación positiva que experimenta el grupo en los medios y en los conciertos: «se nos quiere dar a Lore y a mí un protagonismo por encima de Josu y Lander, ignorando nuestra voluntad de transmitir el equilibrio de las cuatro fuerzas iguales que sustentan el grupo. Es de lo más habitual que nos pidan foto a las chicas, incluso después de decir que en la banda somos cuatro, contestan que con nosotras basta».
Esta es la carta íntegra, cuya lectura se recomienda de principio a fin y que se concluye con una interesante reflexión: «no estoy reivindicando nada, soy un músico como otro cualquiera, no debería llamar la atención por ser mujer. Lo que a mi entender supone realmente un progreso a día de hoy es una actitud neutra ante el sexo de los intérpretes». Las negritas son nuestras:
UNA CANTANTE NERVIOSITA, UNA BAJISTA JUVENIL Y MUY GUAPA»
No soy periodista. Estudié Bellas Artes pero me dedico principalmente a cantar y tocar las teclas en el grupo Belako desde 2011. Hasta ahora nos ha ido muy bien, así que continuamos ensayando, dando conciertos, y sacando temas nuevos, casi como un grupo profesional. Este hecho viene acompañado por cierta notoriedad en el circuito de la música alternativa a nivel nacional, lo que nos expone a la opinión pública tanto en los medios de comunicación como en redes sociales. Entendemos la necesidad de acotar información en las publicaciones, por lo que nos hemos resignado ante etiquetas con las que no nos identificamos especialmente. A la hora de pronunciarnos, desde un principio hemos tratado de mantener nuestras opiniones personales al margen, puesto que en lo referente al grupo sólo queremos que se hable de música. Sin embargo, parece que a algunos periodistas les resulta imposible limitarse a hablar de música cuando tratan sobre grupos mixtos o femeninos. Cuesta creer que a día de hoy el ser mujer en el circuito musical siga siendo un hecho a subrayar, un valor añadido, un mérito más a ojos de ciertos corresponsales de prensa. Nos enfrentamos a esta distinción bajo dos formas que podríamos resumir como cuñadismo y demagogia.
La primera es la más evidente, más fácilmente identificable, como las crónicas que nos cosifican a Lore y a mí haciendo menciones a nuestros físicos o nuestra ropa, perlas como “deslumbró con su vestido ceñido y su nuevo look”. No soy periodista musical, pero si lo fuese y tuviese que escribir sobre el concierto de un grupo, a menos que formase parte del espectáculo, no se me ocurriría hacer ningún tipo de mención sobre el físico de sus integrantes. Para sobrevivir y adaptarse a los tiempos que corren, el machismo en la prensa musical se camufla muchas veces bajo la máscara del tono desenfadado, aparentemente inofensivo de la conversación de bar, a lo Bertín Osborne. Se trata de un ataque constante, sutil, pero efectivo, porque cansa, de la misma manera que cansa tener que leer comentarios lascivos y abusivos en las redes. Se nos analiza con lupa, incluso se pone en entredicho nuestras capacidades como músicos, “qué bien tocas para ser tía” tuvo que escuchar Lore una vez al acabar un bolo. Los medios deberían asumir su parte de responsabilidad en perpetuar las desigualdades lanzando mensajes retrógrados y sexistas que acaban calando en la ciudadanía.
La segunda puede ser terriblemente contraproducente y dañina. Al fin y al cabo la discriminación positiva sigue siendo discriminación, impulsada una vez más por los medios y trayendo consecuencias directas en los comportamientos hacia el grupo. Bajo el lema muchas veces malinterpretado del “girl power”, se nos quiere dar a Lore y a mí un protagonismo por encima de Josu y Lander, ignorando nuestra voluntad de transmitir el equilibrio de las cuatro fuerzas iguales que sustentan el grupo. Es de lo más habitual que nos pidan foto a las chicas, incluso después de decir que en la banda somos cuatro, contestan que con nosotras basta. Es triste ver a periodistas que no se distancian tanto de nuestra edad continuar con el legado de quienes saben que ya pueden soltar cualquier barbaridad, que su larga experiencia les garantiza un puesto inamovible en los medios más conservadores.
Cuando se dedican espacios a las mujeres y se alardea de ello, la mayoría (al menos a mi alrededor) no nos sentimos representadas, ya que no nos interesa un apartado especial, queremos compartir los mismos espacios de difusión en base a nuestro trabajo, y nuestro talento. Queremos que se nos juzgue igual, sin ventajas ni desventajas. Hay quien se empeña en poner todo el rato el género como valor predominante, en comparar grupos de chicas con grupos de chicas, o están también las preguntas que pretenden atribuirnos un mérito extra: “¿Cómo lleváis el hecho de ser mujeres en un grupo?”. Christina Rosenvinge señala que mientras las artistas femeninas citan a referentes indistintamente masculinos o femeninos, ellas no suelen estar incluidas en el discurso de ellos, “parece que en la práctica se considera lo femenino un subgénero de lo masculino”.
No soy una riot grrrl por subirme a un escenario, no estoy reivindicando nada, soy un músico como otro cualquiera, no debería llamar la atención por ser mujer. Lo que a mi entender supone realmente un progreso a día de hoy es una actitud neutra ante el sexo de los intérpretes. Por supuesto, éste es sólo el pequeño reflejo en nuestro entorno más inmediato de un problema inmenso. Pero he decidido recurrir a lo que conozco y de lo que puedo hablar.