Televisión

The Keepers: Una auténtica historia de terror

En 1969 la hermana Cathy Cesnik fue asesinada en extrañas circunstancias. Casi 50 años después, dos de sus alumnas –Cesnik era profesora en un colegio religioso en Baltimore–, ahora convertidas en unas entrañables señoras, siguen investigando el caso. Ese es el punto de partida de ‘The Keepers’, la última muestra de lo que las plataformas VoD –en este caso, Netflix– pueden aportar al género documental.

Lo que en un principio se nos presenta como un whodonit cambia de tercio en el segundo capítulo al centrar la narración en «Jane Doe» y «Jane Roe»: dos estudiantes alumnas de Cesnik que sufrieron abusos sexuales en el instituto de Keough, centro donde trabaja la monja asesinada, a manos del Padre Joseph Maskell. Ambas denunciaron en los 90, de manera anónima, al colegio y a Maskell y establecieron un punto de unión entre el autor de los abusos sexuales y Cesnik. Según una de las demandantes, Cesnik descubrió las actividades de Maskell y por eso fue asesinada. De hecho, este la llevó ante el cadáver de la profesora y le hizo entender que eso era lo que les ocurría a las personas que hablaban más de la cuenta.

A partir de aquí, la estructura de la serie se bifurca para seguir por un lado a las dos alumnas que emulan a Jessica Fletcher y que ignoraban toda la depravación que estaba teniendo lugar en el despacho del director, y a las dos denunciantes que, en la actualidad, no se esconden tras un nombre falso. Jane Doe y Jane Roe son en realidad Teresa Lancaster y Jean Wehner. Poco importan los spoilers que contenga este artículo porque poco importa la resolución del caso de asesinato. Lo importante, lo que convierte a ‘The Keepers’ en una serie de visión obligada y en algo que trasciende el género del true-crime, es el conjunto de subtramas que contiene.

Así, entre testimonios capaces de poner los pelos de punta y que, en muchas ocasiones, hacen que quieras dejar de ver ‘The Keepers’, Lancaster y Wehner, además de otros testimonios de personas que también sufrieron o fueron conocedoras de los abusos, centran sus intervenciones no solo en las violaciones en sino también en el proceso judicial por el que tuvieron que pasar hace 25 años.

Uno de los puntos fuertes del documental de Ryan White es precisamente el hecho de que analice cómo el sistema judicial y la prensa mortificó a las víctimas culpándolas directamente a ellas y dudando de su testimonio. Es más, White también le dedica su tiempo a analizar cómo en aquella época la mayoría de los psicólogos no creían que el cerebro humano fuera capaz de ‘borrar’ por completo experiencias traumáticas sufridas en la niñez y recuperarlas ya en la edad adulta.

‘The Keepers’ es ambiciosa en su planteamiento y, de la misma manera en que Coppola o Wilder no renunciaron a contar dos historias en la segunda parte de ‘El Padrino’ y en ‘La Vida Privada de Sherlock Holmes’, opta por no prescindir de ninguna de las tramas. El asesinato y los abusos, relacionados entre sí, se separan en dos narraciones distintas que pocas veces se encuentran. Esto hace que a veces dé la sensación de que no se ha podido rematar bien el guión pero, transcurrido un tiempo desde el visionado, uno no puede encontrar una manera mejor de adaptar los hechos que se narran sin renunciar a ninguno de los elementos que convierten esta serie en una auténtica historia de terror.

Porque ‘The Keepers’, además de un análisis certero y muy necesario sobre el victim blaming, es una historia de terror con todas las letras. Un terror mucho más efectivo y real que el de la mayoría de historias con transfondo sobrenatural que consumimos como divertimento. Al igual que en ‘Capturing the Friedmans’, aquí cada testimonio, cada vez que vemos como un personaje no puede evitar llorar y taparse la cara con las manos de la vergüenza al contar cómo fue violada por curas, ginecólogos y policías, es capaz de indignarte pero también capaz de transmitirte el más genuino pavor y asco hacia unas instituciones que permitieron que esto pasase y que se han mostrado completamente ineficaces a la hora de dar a las víctimas el lugar que se merecen.

No es fácil ver ‘The Keepers’ y puede que, para redondear el producto final, hubiese sido necesario renunciar a alguno de los puntos de interés. En el tramo final, resulta cuanto menos chocante que jueguen con la posibilidad, en un imprevisible giro de guión, de que el cura amigo de Cesnik pudiese ser el autor del asesinato. Tampoco resulta del todo fácil de asimilar las dos posibilidades que se plantean para esclarecer el asesinato con dos familias distintas alegando que dos de sus miembros fueron los culpables. Pero no es menos cierto que hubiese resultado poco justo renunciar a cualquier de los elementos que hacen de ‘The Keepers’ lo que es. A veces una historia real puede carecer de la verosimilitud que se le exige a la ficción. Esta sin duda es una de ellas.

De hecho, en esta imposibilidad de adaptar la realidad a una ficción, aunque sea documental, ‘The Keepers’ también se las ha tenido que ver con los resultados de la investigación, todavía en marcha, del asesinato. Dos días antes del estreno de la serie de Netflix, se publicaron los resultados de las pruebas de ADN que no pudieron demostrar que Maskell estuviese en el lugar del crimen.

Aun así, ninguno de estos aspectos «negativos» termina por enturbiar una propuesta necesaria, dura y que debería marcar un hito dentro del true-crime.

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Publicado por
Nicolás del Moral