Pablo López / Camino, fuego y libertad

Pablo López hace tiempo que dejó de ser simplemente un finalista de Operación Triunfo (edición 2008, la que ganó Virginia Maestro) para situarse como uno de los cantantes más exitosos del país. Su tercer disco, ‘Camino, fuego y libertad’, publicado a mediados de diciembre para pillar todo el cacho posible de la tarta navideña, no ha decepcionado en el ámbito comercial, tras haberse presentado con ‘El camino’, de la banda sonora de ‘Thi Mai: rumbo a Vietnam’, y sobre todo con ‘El patio‘, un single sorprendente en su acercamiento al sonido Coldplay, en el que la repetición de los «solo quiero que te vayas», su voz en los momentos agudos o el buen uso de los contrastes entre los momentos intimistas y los explosivos lo convertían en todo un himno de karaoke para bien.

¿Qué encontramos en el resto del álbum? No podemos decir que el sencillo principal del álbum no fuera indicativo. Al contrario, ‘Camino, fuego y libertad’ desarrolla las ideas que algunos hemos disfrutado y elogiado en ‘El patio’. El problema es que Pablo López se ha concentrado más bien en potenciar los momentos grandilocuentes, premiando lo rimbombante y dejando muy poco espacio para la sutileza, la sugerencia o la imaginación. Los arreglos suelen aparecer en las canciones como un elefante en una cacharrería, en ocasiones llevándoselas por delante, y terminando por dejar al oyente agotado entre tanta intensidad.

La primera canción es la mencionada ‘El camino’, combinando cuerdas, pianos, silencios y explosión de guitarras post-rock, al tiempo que López expone su disposición a buscarte «sin descansar» («no dejaré de caminar / He llegado hasta aquí porque nunca dejé de buscarte»)… como tampoco deja descansar la adición de más y más arreglos. Aparece, eso sí, bien hilvanada con la siguiente pista, ‘El niño’, cuyo piano inicial parece su continuación. Sin embargo, luego deriva hacia el pop-rock ramplón, presentando un estribillo que podría pertenecer a Sergio Dalma, y el disco se va convirtiendo poco a poco en una suma sin medida de «ooooh ooooh oooooh», baterías y arreglos que se tensan y destensan sacados del mundo del rock de estadios (‘La dobleuve’); crescendos non stop (‘El incendio’) y pianos que atosigan sin necesidad desde el segundo 1 (en ‘Lo imposible’ sobra claramente, pues la canción sería medio mona simplemente con su base electrónica). Parafraseando ‘El teléfono’ (un tema algo Calamaro, Sabina, Coque Malla), de «becario» en «la oficina del derroche», Pablo López no tiene nada: él derrocha como el auténtico jefazo.

A esto hay que sumar la afectación de su voz, que termina de dar un acabado rococó a las ya sobrecargadas canciones, a menudo a su vez con un punto kitsch en las letras. Es el caso de ‘El gato’ (todas las canciones se titulan con sintagmas nominales de dos palabras), que nos deja la frase más chanante escuchada en el último año (La Oreja de Van Gogh no han sacado álbum): «Mi gato es mucho mejor persona que yo» (sic). Me quedo con el gato de Rosario, gracias.

Podemos destacar la intencionalidad pop de la muy Keane ‘La libertad’ y de ‘El futuro’ –en la que se encuentra el jevi con una suerte de vocoder– y asimismo la balada final ‘Las 17.00’, que presenta un arreglo de cuerda que podría haber ideado Damien Rice; pero, en general, parece que Pablo López ha querido ser Pablo Honey y se ha quedado en un Pablo Alborán venido a más.

Calificación: 4,2/10

Lo mejor: ‘El patio’, ‘El futuro’, ‘Las 17.00’

Te gustará si te gustan: Alejandro Sanz, Queen, Luis Miguel, Coldplay, Sergio Dalma y los musicales de la Gran Vía

Escúchalo: Spotify

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: pablo lópez