La receta maestra de ‘Microshift’ mezcla algo de rock psicodélico (en retroceso) con algo de drone industrial, noise pop, garage e incluso con algunas trazas selectas del dance-punk de LCD Soundsystem, dando vida y accionando un tipo de motor lleno de combustible explosivo que, al menos a lo largo de los casi 20 minutos que duran las tres primeras canciones, parece que no va a detenerse nunca. Sobre todo en el final robusto y victorioso (en lo formal) de ‘Ullswater’, amargo y alentador (en lo lírico), que grita eso de “So stay strong / Stay strong / Yeah, stay strong”. Así culmina el tremendo tema dedicado a la enfermedad de su padre: un trote que intensa y progresivamente se va transformando en musculoso galope, regado con duras y emotivas reflexiones como “You see, this man before / Taught me how to be tender / I’m so glad it’s still a part of you / I shouldn’t ask for more / I shouldn’t chase the past, but / There’s so much I wanna show you, too / (There’s no chance, now)”, “You’re long gone away, you’ve long lost the truth / If that’s hard for me to say, it must be awful for you” o “Oh, one day you’ll forget / That I’ll always love you”. Para llorar apretando los puños al cielo de manera eufórica. ¡Chapó, MJ!
Así culmina también la primera fase del disco, ese inicio arrollador protagonizado por ‘Negative Space’, donde Hookworms logran trazar ante la muerte de su amigo un espacio épico-bailable delimitado por LCD Soundsystem, Kasabian, Klaxons, Death From Above o TV on the Radio (llamadme loco pero, ¿los primeros Arcade Fire?), por la imparable ‘Static Resistance’, una catarata de power pop y psicodelia translúcida al estilo King Gizzard & the Lizard Wizard, y por la propia ‘Ullswater’. El resto del álbum a partir de aquí no mantiene el nivel de carburación ni de estimulación porque prácticamente alterna canciones agarrotadas con otras dilatadas, pero el traca-traca ha inoculado y el motor sigue funcionando por empuje e inercia.
Así, tras la semi-pausa etérea y volátil de ‘The Soft Season’ –que podría ser una intro de Phoenix–, recuperan el ímpetu en ‘Opener’, aunque ya con menos mordiente. Un tema que trata sobre la fragilidad y la inseguridad personal, y que se va abriendo en una progresión lineal pero fuerte del tipo Preoccupations. Del mismo modo, después de una acolchada y anestésica (y un poco dreampop alternativo rollo Broadcast) ‘Each Time We Pass’ llega la claustrofóbica y oscura ‘Boxing Day’, donde no es posible percibir ni una brizna de luz y la energía parece estancarse hasta pudrirse. Y tras la instrumental, ambiental y arrítmica ‘Reunion’, ‘Shortcomings’ cierra el álbum recuperando el enfoque optimista, ya con menos impulso en las ruedas pero con el final del túnel a la vista.
Lo extraordinario del disco, por tanto, es ese motor, ese impulso y empuje energéticos, esa inercia que mantiene viva la fuerza, el valor y el arranque del principio, sostenida incluso en la fase del álbum en la que el desboque ha dado paso a un cierto equilibrio de fuerzas (todas ellas entendidas de forma psicológica y formal, musicalmente hablando). Su procesamiento de la desgracia es, en ese sentido, ejemplar, entregándonos ‘Microshift’ como receta y medicina a la vez. Ojalá la vida fuera un plácido valle donde todo va rodado, pero como no lo es, los discursos y los discos así resultan tan valientes como necesarios.
Calificación: 8,2/10
Te gustará si te gustan: Stereolab, King Gizzard & the Lizard Wizard, LCD Soundsystem, TV on the Radio, Preoccupations, Protomartyr.
Lo mejor: el inicio arrollador de ‘Negative Space’, ‘Static Resistance’ y ‘Ullswater’, 20 de los mejores minutos musicales de lo que va de año.
Escúchalo: Spotify