En Barcelona, donde yo acudí, el volumen de gente era emocionante y aterrador. El inicio de la manifestación se tuvo que adelantar un cuarto de hora dado el volumen de gente congregada. Era imposible avanzar en el cruce de Passeig de Gràcia con Diagonal y las calles adyacentes repletas de manifestantes de todas las edades; adolescentes, niñas con carteles fabricados por ellas mismas, abuelas, las militantes que siempre han acudido a la cita contra viento y marea, las que nos estrenábamos ayer… 200.000 asistentes según la Guàrdia Urbana, 600.000 según las organizadoras. Comprobar que en toda España la participación había sido similar fue emocionante; un millón de personas congregadas en Madrid según la Comisión del 8M (170.000 según la Delegación de Gobierno), 60.000 en Bilbao…
Lo mejor fue ver a los que se dedicaron a defenestrar la convocatoria y el movimiento reaccionando desesperadamente para no perder el tren. Rajoy colocándose el lazo morado, miembros de Ciudadanos que aparecían en el último momento en las manifestaciones… Una jornada histórica que ha hecho que el 8 de marzo de 2018 no sólo sea una efeméride, otro día de bonitos gestos simbólicos. No, esto es el inicio de algo nuevo. Las mujeres hemos dicho basta. Nos movemos. No nos pueden parar. Ahora, lo queremos todo.
Y las mujeres de la música no nos hemos querido quedar atrás. El día siete de marzo, para preparar el artículo sobre la participación en la huelga de músicas y trabajadoras de la industria, entrevisté a Christina Rosenvinge. Mi primera pregunta fue sobre su decisión de no cancelar su bolo en Apolo del 8 de marzo. Dicho concierto llevaba meses programado. Se planteó la posibilidad, pero recolocarlo era prácticamente imposible. Así que había decidido convertirlo en un acto de reivindicación de las mujeres de la industria musical, dando la voz a la asociación Mujeres de la Industria de la música (MIM). Y me invitó a sumarme. Mi plan original era secundarlo todo: huelga laboral de 24 horas y huelga de consumo, lo que incluía no acudir a conciertos. Pero la propuesta me entusiasmó. “No hay que quedarse solo en el 8 de marzo. Ha de ser 8 de marzo todos los días”, resumió Christina. Así que me apunté.
Y, a lo largo del día 7 y 8, nos fuimos añadiendo muchas más. Músicas, editoras, programadoras de sala, productoras, periodistas… Así que, tras un día ajetreado, de bajar el Passeig de Gràcia emocionadas, de cantar, corear, de agitar nuestras pancartas, de plantar cara al machismo y a la desigualdad, nos encontramos en la puerta del Apolo. Por deseo expreso de Rosenvinge, y para apoyar la huelga de consumo, no se vendieron tickets en taquilla. Todo aquel que no tuviera entrada podría acudir al concierto, pero donando el importe a MIM. Mireia Calafell leyó dos poemas muy hermosos, ‘Dafne’ y ‘Diacrític’. A continuación nos llamaron a todas las que nos habíamos reunido: Marta Salicrú (Time Out Barcelona), Anna Martínez (L’Auditori), Helena Curto (de la editorial musical Bonatarda), Maria Sagrera (Apolo), Xènia (The Project), Carme Tasies (Music Bus), Anna Romeu (El Segell del Primavera)… apenas cabíamos en el escenario. ¡Y no estábamos todas! Carme Zapata, presidenta de MIM, leyó nuestro comunicado del 8 de marzo. Un discurso breve y sentido en que se recalcó la importancia de las mujeres en el sector, cómo la cantidad de mujeres que trabajamos en la industria, nuestro talento y nuestro aporte, a día de hoy seguía sin traducirse en un justo reconocimiento, en cómo esta industria continuaba ejerciendo roles machistas. Se nos instó a luchar contra los estereotipos y romper el techo de cristal.
Después de cedernos el espacio, salió Christina y materializó el discurso previo. Fiera, enfundada en una camiseta violeta con logo combativo y dirigiendo a una banda de hombres, demostró que si ‘Un hombre rubio’ es un buen disco, la fuerza que le imprime en directo lo hace aún superior. La contundencia de ‘La flor entre la vía” sirvió para abrir el bolo. Christina usa un registro vocal más grave y con más garra, abandonando a la cantautora, abrazando a la estrella del rock. Apenas abandonó los teclados, aunque no le hizo falta para dominar a todos los presentes. Momentos álgidos: una maravillosa ‘Berta multiplicada’ dedicada a la activista asesinada en marzo de 2016, que el 8 de marzo se acabó de convertir en un himno, una ‘La muy puta’ con baile casi desatado y, en los bises, un ‘Voy en un coche’ de Christina y los Subterráneos coreado como la gran canción generacional que es. Cantamos, bailamos, algunas nos emborrachamos (finalmente no logré hacer la huelga de consumo de 24 horas). Y sobre todo, nos unimos para luchar por un futuro que ya sabemos que va a ser nuestro. Y mejor.