1. La (magnífica) secuencia de la erupción del volcán. Desde la divertida escena donde un Chris Pratt paralizado tiene que esquivar la lava del volcán, hasta la trepidante y sorprendentemente emotiva huida final (sin olvidar la estupenda escena submarina), toda la primera parte que se desarrolla en la isla Nublar es de lo mejor que se ha visto nunca en la saga. Bayona consigue que nuestras expectativas sobre lo que queda de película crezcan como las ganas de matar del Indominus Rex.
2. Su (agradable) aroma a cuento de aventuras gótico. Bayona no es que sea un director demasiado personal (si fuera californiano no nos sabríamos ni su nombre), pero si hay una característica que se repite en su filmografía (incluida la serie ‘Penny Dreadful’) es su gusto por el terror gótico. El cineasta barcelonés pinta sus dinosaurios con evocadoras sombras expresionistas, los encierra en un caserón que remite al de ‘El orfanato’, deja que se cuelen en habitaciones infantiles como en ‘Un monstruo viene a verme
’ y les dispara dardos nostálgicos que recuerdan al viejo ‘King Kong’.1. Sigue siendo más repetitiva que un tiovivo. Aunque pinten los vagones de negro, pasen por el agua y hagan más ruido, la atracción no ha cambiado en casi nada. Su desgastado mecanismo avanza perezosamente por los raíles de siempre: otra vez un dinosaurio genéticamente mejorado como (absurda) arma de destrucción masiva, otra vez un enfrentamiento final entre dino bueno y dino malo, otra vez los mismos planos de ojos de dinosaurios y de personajes asombrados con la boca abierta, otra vez niños insufribles a quien te gustaría que se los comieran de un bocado…
2. La (inexistente) química entre sus protagonistas. Chris Pratt y Bryce Dallas Howard van camino de superar a Hayden Christensen y Natalie Portman como la peor pareja de una saga cinematográfica. Por mucho que los guionistas lo intenten, inventándoles un pasado amoroso, y por mucha réplica cómplice y mucho beso robado que incluyan, hay más amor en los ojos de Pratt cuando mira a los dinosaurios que cuando se encuentra con los de la hija de Ron Howard. Y del humor ya ni hablamos…
3. La (vista y no vista) aparición de Jeff Goldblum. Sale dos minutos, pero su pomposo discurso -además de risible dentro de un blockbuster de estas características- resulta más largo que el cuello de un diplodocus. 6,5.