La impresión global de ‘All That Must Be’, sin embargo, no es tan óptima. Entre sus grandes lagunas está la ausencia de una personalidad rotunda, entre recurrentes ecos a tótems de la electrónica con los que FitzGerald se educó –Underworld, Orbital, Depeche Mode–. Ya no es que no alcance a esos nombres, tarea poco menos que imposible, sino que ni siquiera es capaz de mostrar algo, una chispa que no encontremos en mayor y mejor medida en coetáneos como Moderat, Jon Hopkins, Four Tet o el Floating Points más hedonista. Es un disco a medio camino del pop electrónico y el house, en general ameno (con alguna fase tediosa, también) y en buena medida bailable. Pero sólo ocasionalmente encontramos en él cosas memorables.
Y esos instantes coinciden –con la excepción del citado ‘Outgrown’, el recuperado ‘Burns’ o el hipnótico ‘The Echo Forgets’, construido sobre un sample de Lou Rhodes de Lamb– cuando juega la carta de la melodía vocal, como ya ocurría en su debut. En ese perfil, emerge la gran joya de este álbum, el arrebatador número house-pop ‘Half-Light’, interpretado maravillosamente por Tracey Thorn, confirmando su majestuosidad como diva. Un tema creado, por cierto, junto a Oliver Bayston (Boxed In), que ya colaboraba en ‘Full Circle’, lo mejor de ‘Fading Love’. ¿Casualidad? No lo parece. En cuanto a FitzGerald, se confirma que resulta más convincente cuanto más se orienta al formato canción. Quizá ahí –¿montando un grupo con vocalista? ¿produciendo a artistas pop?– podría estar su gran baza creativa.
George FitzGerald estará presentando ‘All That Must Be’ hoy jueves en Sónar Barcelona.
Clasificación: 6,7/10
Lo mejor: ‘Half-Light’, ‘Roll Back’, ‘Outgrown’, ‘The Echo Forgets’
Te gustará si te gusta: Moderat, Jon Hopkins, Bonobo
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