‘Los sentimientos’ es menos exuberante, menos Burt Bacharach y menos psicodélico, que ‘Veo visiones’. Esta es una obra de cantautor pop prácticamente autosuficiente, construida a base de guitarra, unos arreglos sencillísimos pero cruciales y, sobre todo, su voz y unas letras donde priman lo naïve, lo cotidiano y lo sentimental. Lejos queda el universo surrealista que se extendía a lo largo de su anterior álbum. Esta sencillez es una victoria, porque convierte ‘Los sentimientos’ en una joya de pop acústico, de canciones que conmueven por su simplicidad y, precisamente, por los sentimientos que desprenden. ‘Tres dimensiones’, con requiebros de puro pop beatleniano, emociona por su discurso de hombre enamorado y unos versos que, de puro cursi, encandilan: “tampoco necesito ir al Museo del Prado, que paisajes más bonitos ya los tengo yo a mi lado”. Y esos “más bonitos” te rompen, de la manera tan trémula en que los entona. ‘La guitarra’ es una rumba-declaración de amor a su guitarra y a Vainica Doble, ‘Hablando del tiempo’ es una fanfarria irresistible, un tanto desafinada, con el ritmo marcado a golpes y palmas y letra encantadoramente tonta, de resultado arrollador. Recuerda a La Estrella de David; no en vano David Rodríguez es el encargado de la caja de ritmos. Imposible no pasarse todo el rato canturreando “yeah, yeah, yeah, yeaaahh / Llevo todo el día hablando del tiempo”. Pura alegría a base de meteorología (y rimas consonantes).
Pero el júbilo, de repente, se esfuma. Me chivan mis fuentes -aunque no lo he podido corroborar- que ‘Los sentimientos’ es un disco sobre el fin de una relación amorosa. Y, de hecho, toda la segunda parte del álbum relata la extrema añoranza que genera que te abandone el ser amado. ‘Los sentimientos’, la canción, habla sobre el momento de dejar de vivir juntos, hacer la mudanza y separar cada uno sus cosas, mientras Jonston, en queda resignación, afirma que sus sentimientos son eternos. Y es probable que esa fatalidad tan asumida vuelva a arrear otro pellizco al estómago, tras el que pega el amor incondicional de ‘Tres dimensiones’. ‘Podría ser’ es una confesión de soledad y nostalgia, con la cadencia de los Magnetic Fields de la primera época. ‘Canción de autoayuda’ también va en la línea de Stephin Merritt, pero a ritmo trotón y con una ironía dulce. Pero la melancolía, doliente, reaparece y se apodera de ‘El río’; las guitarras y las panderetas marcan la letanía, mientras la voz casi llorosa de Martorell va desgranando: “Donde crecía un árbol, ahora pasa un río y no sé muy bien dónde me llevará. Ojalá me arrastre a un sitio más tranquilo, donde esté mejor y no sufra más”. El cierre es una versión de ‘Tarde’ de Eduardo Gatti, tan bien escogida que parece talmente pensada para este álbum, tanto en letra como en melodía. Y deja un poso de esperanza para encarar un futuro agridulce. ‘Los sentimientos’ es una muleta donde apoyar el alma en momentos de añoranzas, pérdidas y… en cualquier momento. Porque no hace falta ninguna de estas premisas para sentirte arropado por los sentimientos de Jonston.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Tres dimensiones’, ‘La guitarra’, ‘Hablando del tiempo’, ‘Los sentimientos’, ‘Podría ser’, ‘Canción de autoayuda’
Te gustará si te gusta: Vainica Doble, The Magnetic Fields, La Estrella de David, Francisco Nixon
Escúchalo: Bandcamp, Spotify