Ha pasado más de una década desde su memorable ‘Jesus is Magic’, desde chistes célebres como «Everyone knows that the best time to get pregnant is when you’re a black teenager». Pero Sarah Silverman sigue estando en la cima. En ‘A Speck of Dust’ continúa sacando mucho partido al recurso cómico que la ha hecho famosa: decir barbaridades con cara de no saber muy bien la barbaridad que ha dicho, vestir la irreverencia con una blusa de ingenuidad. Pero aquí, quizá motivado por su cada vez más activo compromiso político o quizá como síntoma de una cierta madurez profesional, no basa todo su discurso en la provocación, en la transgresión de los tabúes raciales, sexuales o religiosos (que siguen siendo fabulosos: “¿Dejarías que Dios se corriera en tu boca?”), sino que también deja espacio para el chiste reivindicativo (la parte dedicada al aborto es de una agudeza extraordinaria), la metacomedia (haciendo chistes sobre el mecanismo de los chistes) o el gag autobiográfico (atención al final). En la misma línea, aunque no tan brillantes, son también recomendables ‘The Leather Special’, de Amy Schumer (la humorista mejor pagada del momento), y ‘Baby Cobra’, de la embarazadísima Ali Wong.
Bo Burnham es uno de los grandes talentos cómicos surgidos en los últimos años, un veinteañero aparentemente arrogante (pero en realidad profundamente autocrítico) que domina con sorprendente maestría la comedia musical. El humorista, que acaba de estrenar en EEUU su primera película como director (‘Eighth Grade’, con estupendas críticas), combina el monólogo tradicional (muy bueno) con los números musicales (geniales), para crear una stand-up algo diferente, más cercana al espectáculo teatral, perfectamente medido y coreografiado, que al show de club nocturno, más relajado y abierto a la improvisación. En ‘Make Happy’, los discursos y las canciones se suceden de forma estudiadamente caótica, como si uno navegara a la deriva en youtube, hasta estallar en un final apoteósico: una parodia de la gira ‘Yeezus’ de Kanye West que quizá sea el momento cómico-musical más brillante desde la aparición hace dos décadas de los Flight of the Conchords. Solo por ese número, con más cargas de profundidad de lo que parece, merece la pena este show.
Una bestia del humor, un mastodonte de la comedia, como diría Broncano. El creador de ‘The Office’ y ‘Extras’ llevaba siete años sin hacer monólogos (si exceptuamos sus ya míticas presentaciones de los Globos de Oro). Pero la espera ha merecido la pena. ‘Humanity’ es una nueva demostración de que no hay nadie como él. Ningún cómico actual, ni siquiera su gran “rival” Louis C.K., es capaz de estirar tanto los límites del humor y de dar saltitos sobre ellos con tanta habilidad, gracia e inteligencia. Un ejemplo. Para contar chistes ofensivos sobre famosos como Bill Cosby se busca una coartada autobiográfica que es un gran chiste en sí mismo: nos cuenta los chistes que le cuenta a su pareja pero que nunca contaría en público. Nos cuenta chistes que “no existen”. Y así todo. Con los “ofendidos de Twitter” como diana, eje temático y objeto de reflexión (con Caitlyn Jenner a la cabeza), el cómico británico despliega un arsenal cómico tan libre, lúcido y poderoso que te dan ganas de abrir Twitter y empezar a hacer chistes sobre Carrero Blanco y Ortega Cano.
Aunque la mayoría de los stand-up de Netflix son de cómicos anglosajones, también hay espacio (su catálogo es casi inabarcable) para humoristas de otros ámbitos geográficos y lingüísticos: Carlos Ballarta (México), Beppe Grillo (Italia), Dieter Nuhr (Alemania), Felipe Neto (Brasil), “nuestro” Joaquín Reyes… El francomarroquí Gad Elmaleh es uno de sus fichajes estrella, un cómico que en España conocemos más por el Hola (es el ex de Carlota Casiraghi) o por su faceta de actor (‘La espuma de los días’, ‘Un engaño de lujo’), pero que en Francia, y en general en todo el ámbito francófono, es un referente del monólogo humorístico. Aunque se acaba de pasar al inglés (‘American Dream’, también en Netflix), recomiendo el anterior, ‘Part en Live’, hablado en francés. Elmaleh hace un tipo de humor más blanco que la mayoría de sus contemporáneos (no por casualidad le llaman el “Seinfeld francés”), pero no por ello menos divertido. En este show, grabado en Montreal, saca un enorme partido cómico al choque cultural con Estados Unidos. Coge los tópicos y estereotipos de siempre, los retuerce como una toalla mojada, y, en vez de repartir toallazos como harían otros, se limita a escurrirla poco a poco sobre nuestras cabezas.
Y, para terminar, el monólogo del que todo el mundo habla. Pocas veces una actuación cómica ha tenido tanta repercusión como la de esta humorista nacida en la isla de Tasmania y apenas conocida fuera de Australia. Como lo mejor es verlo sin saber demasiado, no voy desvelar por qué es tan sumamente especial e inspirador. Solo decir que Hannah Gadsby, desde su posición de mujer de cuarenta años, lesbiana y feminista (y natural de una isla donde la homosexualidad fue ilegal hasta hace solo dos décadas), ha hecho uno de los monólogos más rompedores, lúcidos, rabiosos y emotivos de la historia de la stand-up comedy; una mezcla perfectamente medida, con una progresión dramática asombrosa, entre comedia autorreflexiva, furioso alegato LGTB+ y demoledora catarsis personal. Un relato cómico que no se detiene en el punchline, en la “risa que endulza el remedio amargo”, sino que sigue un poco más allá, aunque duela. ¿El fin de la comedia?