The Goon Sax se han convertido en uno de los grupos clave del indie pop internacional gracias al poder de canciones como ‘Sometimes Accidentally’ y sobre todo ‘Boyfriend’; a una propuesta que ya no puede sonar original a nadie pero sí tan mona como totalmente ajena a las modas; y también -para qué ocultarlo- por el morbo que suscita que Louis Forster sea hijo de Robert Forster, el miembro fundador superviviente de los adorados The Go-Betweens.
‘We’re Not Talking’, su segundo álbum, no les ve aún cumplir la veintena, pues oficialmente refleja «cuánto puede cambiar alguien de los 17 a los 19 años», y aunque hay varias novedades, siendo la principal el modo en que los cantantes Louis y James ahora se alternan con la voz de la baterista Riley Jones; The Goon Sax siguen transitando más o menos por los mismos caminos estéticos.
La influencia de bandas británicas como The Smiths y Orange Juice se alterna con sonidos más afilados provenientes del indie americano, como sucede en ‘Love Last’, cuya letra 100% indie pop («es duro decidir qué leer / es tan duro ser quien tú quieras que sea yo») se ve aderezada por punteos a lo The La’s y una melodía más bien Pixies (aparte de por unas castañuelas). Está muy claro cuáles son sus orígenes tanto en cuanto a música como en cuanto a textos, con letras tan deliberadamente «loser» como la de ‘Losing Myself’: «miro mi cuenta bancaria / y me siento solo porque no tengo dinero / la tele no funciona / ni tengo paciencia / porque no hablo alemán / y ahora me vuelvo a casa».
El single que parecía el principal, ‘She Knows’, del que indican que no saben si «es su canción más triste» o no y cuya letra es otra recreación en el fango («siempre duele cuando nadie te contesta / necesito contarle a alguien lo que me pasa / nadie nunca siente lo mismo que yo»); es por contraste pura aceleración y nervio, con la urgencia de unos Astrid y los arreglos de unos Butcher Boy. Pero es la canción inicial la que claramente se ha ganado nuestro corazón, una sobresaliente ‘Make Time 4 Love’
de sutiles y solemnes arreglos orquestales en la que, de manera algo más abstracta, reflexionan sobre la dificultad de «socializarse como si hubiera una competición con gente sin escuela ni novias».‘We’re Not Talking’ termina perjudicado por la perfección de esta canción: el síndrome del «single demasiado evidente del disco». ‘Somewhere In Between’ y ‘Now You Pretend’ no buscan ser más que sendas simpáticas anécdotas en un álbum que dura 29 minutos, pero el problema es que, especialmente las canciones entonadas por la débil voz de Riley, se regodean más en la estética de lo indie que en la grandeza de la universalidad que sí han ofrecido sus mejores composiciones. ‘Strange Light’ presenta un texto bastante interesante («cambias de idea tanto como de ropa / 100 veces antes de salir de casa / aunque luego te enamoras / de la primera que pasa») a la par que autocrítico o quizá incluso autoparódico («me da miedo salir de aquí / pero de verdad quiero salir de aquí / echaré de menos la tristeza / porque es lo único que he conocido hasta ahora»); pero uno termina preguntándose cómo sería entonada por un/a cantante no súper pro, pero sí con el encanto de una Sarah Cracknell o una Kimya Dawson. En la línea, ‘We Can’t Win’ parece arrancar como un bolero alternativo muy sui generis llevado por una caja de ritmos… pero la composición termina por perderse.
De momento, pues, más prestos para los festivales minoritarios tipo Madrid PopFest que para los grandes escenarios y listas de éxitos ansiadas por Morrissey; The Goon Sax entregan un correcto segundo álbum en el que sus virtudes son las que ya les conocíamos, las de hacer himnos de indie pop que se te pueden pegar. En esa lista cabrían ‘A Few Times Too Many’ o ‘Get Out’.