Sin embargo, Mendes reconoce que la presión pública por demostrar que no es gay le ha causado estrés, y recuerda un día en que, leyendo comentarios de Youtube que cuestionaban su sexualidad, se hartó y pensó “tenéis suerte de que no sea gay y no esté muerto de miedo por salir del armario, porque es algo que mata a la gente”. Esa misma noche, Mendes publicó un vídeo de Snapchat confirmando que no es gay, pero apuntando que “no debería importar si lo fuera”.
El estrés de esta situación ha provocado que Mendes sienta incomodidad cada vez que se ve a sí mismo en los medios con gestos o expresiones que a la gente pueda llevarle a pensar que es gay. Una paranoia que además le ha creado un conflicto interno muy innecesario. “En el fondo de mi corazón, me da la impresión de que necesito que se me vea saliendo con una chica en público para demostrar a la gente que no soy gay, a pesar de que sé que eso no es malo. Pero hay otra parte de mí que sí lo cree, y lo odio”.
Hoy, The Guardian publica una interesante reflexión sobre el tema, que vale la pena leer. “Cuando colocamos a Mendes en la categoría en la que queremos que pertenezca, reforzamos los códigos binarios que han castigado a nuestra comunidad durante siglos. Si no podemos permitir a los hombres ser femeninos sin además ser gays, ¿en qué se ha convertido nuestro objetivo?”