Y es que la transversalidad de géneros que Travis muestra en su visión musical es, de largo, lo más brillante de ‘Astroworld’, un título que evoca de un parque de atracciones de su Houston natal (al que, pese a la polémica, evoca mejor su portada final que la primera versión). Un centro de ocio local hace pocos años se demolió y hoy, fruto de la especulación, sigue siendo un solar vacío: el respeto por las raíces musicales y familiares es, por encima del sexo, las drogas y el dinero, el tema principal del álbum. Trap, soul, rock, R&B, psicodelia, yacht-rock y funk se fusionan y mezclan entre sí en un caleidoscopio multicolor que, en una imagen recurrente en varios textos de sus canciones, suponen un trip alucinógeno de proporciones considerables. Un mix muy seductor que brilla muy especialmente en la primera parte del álbum, donde no dejan de suceder cosas fantásticas muy diferentes, a veces incluso dentro de un mismo corte. Sirva como ejemplo el bárbaro arranque con ‘Stargazing’ dividido en dos movimientos muy distintos –uno más sinuoso, otro más agresivo– que derivan en la vibrante ‘Carousel’ –con sample de Beastie Boys– coronada con un gran gancho de Frank Ocean, a la que sucede la poderosa ‘Sicko Mode’, epítome de esa montaña rusa de canciones dentro de la canción, gancho tras gancho, que caracteriza la primera parte de ‘Astroworld’.
El avezado corte junto a Drake es la joya de la corona de un estilo de producción que encumbra a Scott en esa faceta (sí, produce varios temas, pero más que los beats en sí lo alucinante es su visión para hacer encajar elementos aparentemente inconexos). Un estilo que despliega en todo el álbum y lo dota de entidad, más allá de los estilos hacia los que se escore o lo algo más desacertado de su segunda mitad, donde el magnetismo de su propuesta se hace más intermitente, con temas de trap más recurrentes que, pese a todo, siempre guardan detalles interesantes. Como ‘Astrothunder
’, con el maravilloso fondo musical que aportan dos estrellas tan lejanas a priori como John Mayer y Thundercat, la ascética combinación de piano y bajo de ‘%5 Tint’, o ‘Coffee Bean’, con un elegantísimo best old-skool de Nineteen85.Quizá aquejado de una extensión innecesaria (puliendo los 17 cortes hasta dejar los 12 mejores resulta una obra magnífica; a ver si cunde el ejemplo de la concreción en los últimos trabajos de Kanye), cuesta decir que ‘Astroworld’ sea la obra maestra de Travis Scott. Pero sí es indudable que ha dado un paso de gigante con respecto a ‘Birds in the Trap Sing McKnight’, gracias a canciones que conjugan de manera fabulosa contemporaneidad y clasicismo, como ‘Stop Trying To Be Good’ en la que un par de golpes de armónica del bueno de Stevie Wonder sirven de gancho hasta que un puente de James Blake nos desarma del todo.
O la gelidez electrónica contrapuesta a un candoroso Autotune de ‘R.I.P. Screw’. O el contraste de rock setentero que despliega Kevin Parker (Tame Impala es ya casi una tendencia, ahora que también han recurrido a él A$AP Rocky y Theophilus London) en ‘Skeletons’ con el magnífico flow de Travis y la inconfundible voz de Abel Tesfaye, que se multiplica y se adueña (se dice que estaba pensada para ‘My Dear Melancholy’, y que se descartó en último momento) de la sugerente ‘Wake Up’, el tema más abiertamente pop del disco. O el tándem que conforman ‘Yosemite’ y ‘Can’t Say’, con preciosas combinaciones de hip hop y guitarras. O el asfixiante ambiente de ‘Houstonfornication’, con algunos de los mejores versos del disco, que casi deja en mera anécdota al single principal del disco, ‘Butterfly Effect’. Un álbum notable, en resumen, que eleva drásticamente la figura de Travis Scott como artista y creador, haciendo que el hecho de ser pareja de una celebrity sea meramente anecdótico.
Calificación: 7,9/10
Lo mejor: ‘Sicko Mode’, ‘Wake Up’, ‘Stop Trying To Be God’, ‘Stargazing’, ‘Skeletons’, ‘Yosemite’
Te gustará si te gustan: A$AP Rocky, Rae Sremmurd, Drake
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