La película presenta a una familia pobre que sobrevive a base de pequeños hurtos, ya que el sueldo no les alcanza para todos. Un día se encuentran a una niña de unos cinco años en la calle en pleno invierno. Cuando descubren la dura situación de esta, deciden llevársela a su casa y cuidarla como a un miembro más de la familia.
Koreeda parte de un tema que lleva obsesionándole durante toda su filmografía, y desde el principio se puede percibir el sello del autor en plena forma. Cada plano desborda humanidad y una sensibilidad muy especial, marca de la casa. Las situaciones dramáticas se combinan con toques humorísticos y profundamente tiernos. ‘Un asunto de familia’, al igual que la mayoría de películas de su autor, es como asomarse por una ventana y ver la intimidad de una familia. Koreeda hace poesía de lo cotidiano mediante su ritmo pausado y su absoluta empatía a sus personajes. Sin embargo, no todo es luminoso. El film ofrece algunos de los momentos más oscuros de toda su obra. Y un tercer acto sorprendente, pero perfectamente coherente con lo que se ha ido construyendo a lo largo del metraje. El director también denuncia la situación de pobreza que existe para muchas personas en Japón, uno de los países más ricos del mundo, y de la que nadie quiere hablar, aunque no es tan descarnada como ‘Nadie sabe’, donde unos niños eran abandonados por su madre y debían buscarse la vida como podían. Y en ‘Un asunto de familia’ los personajes son felices pese a su precariedad.
Koreeda se ha rodeado de actores habituales en su universo como Lily Franky o Kirin Kiki (en el que es el último papel de su carrera) y cuenta por primera vez con Sakura Ando en una de las interpretaciones más bonitas del año, una actriz que ya había colaborado con nombres tan importantes para el cine japonés como Sion Sono o Takeshi Miike. Pero todo el reparto brilla, incluidos los dos niños, Jyo Kairi y Mayu Matsuoka.
‘Un asunto de familia’ (que recientemente ha entrado entre las nueve precandidatas al Oscar de mejor película de habla no inglesa) es, sin duda, una de las películas del año. Y uno de los trabajos más logrados de un autor que no deja de sorprender –y conmover- en cada película con su humanismo y ternura. Incluso si lo que cuenta es dramático, el cine de Koreeda tiene siempre esa rara cualidad de reconciliarnos un poco con el mundo. Una preciosa Palma de oro. 8,5.