‘Salto mortal’ no ha envejecido demasiado bien en algunos aspectos, aferrado a una electrónica a veces más parca que minimalista, y hay algunas canciones algo carentes de melodía, si bien esto último parece algo deliberado. Así hablaba la cantante sobre el productor principal, Danny Hyde, en el libro ‘Alaska’, una entrevista que le realizaba su marido Mario Vaquerizo en 2001: «La palabra que mejor define a Danny trabajando es deconstrucción. Primero me hacía cantar y luego me decía que hiciese lo mismo pero gritando, luego susurrando, me decía que me olvidase de la melodía, que quitase la mitad de la letra porque había demasiada, demasiada melodía».
A esa Alaska que susurra la encontramos en el single ‘En mi prisión’, que el dúo solía presentar con Alaska dando vueltas subida en una plataforma circular, hablando sobre un pasado que dejar atrás, y cierta lucha contra la obsesión de uno mismo. Es aún una de sus producciones más finas y atinadas, entre los scratches de Maxi Judd, las cuerdas sintetizadas, el piano y ese cortapega de voces tratadas («causa perdida») absolutamente moderno. Lo habían co-escrito con Luis Miguélez (McNamara, Dinarama), justo antes de que este saliera de manera airada del grupo, pues las guitarras no iban a tener en el disco ningún protagonismo. «En la cabeza de otros estaba la idea de convertirse en el nuevo Carlos Berlanga, y de eso nada, entre otras cosas porque Carlos Berlanga es Carlos», decía Olvido un año antes de la muerte de este. «Como ‘En mi prisión’ nos gustaba mucho, le dimos (a Miguélez) lo que pedía y adiós». Seleccionada como canción del año por la revista Rockdelux, lamentablemente esta joya no tuvo ningún tipo de impacto comercial. En el libreto de la reedición de ‘Salto mortal’ en Subterfuge, Fangoria firmaban un texto en el que entre otras cosas decían: «Cuando la discográfica presentó el single ‘En mi prisión’ a las radios, se lo devolvieron con comentarios despectivos, «esto es una maqueta», «Alaska no canta, habla». Madonna todavía no había susurrado ‘Justify My Love’ (NdE: en realidad son coetáneas). Los conciertos tampoco contribuyeron a nuestra popularidad. No llevábamos músicos ni instrumentos convencionales».
El segundo single ‘Hagamos algo superficial y vulgar’, con vídeo divertidísimo con las Diabéticas Aceleradas y guiño a ‘La matanza de Texas’, es más recordado y fue mucho más recuperado en sus conciertos a posteriori, pero tampoco logró que ‘Salto mortal’ apareciera por el top 50 de ventas en España. Algo insólito para el grupo que había sido número 1 repetidas veces y multiplatino con ‘Deseo carnal’ (1984). Sin embargo, ‘No es pecado’ (1986) había visto mermada su popularidad pese a la inclusión de ‘A quién le importa’ (la portada erótica del disco no ayudó mucho, un single llamado ‘La funcionaria asesina’ supongo que tampoco) y ‘Fan fatal’ (1989), considerado de facto el último disco de Dinarama pero el primero de Fangoria en espíritu, no había pasado del puesto 14 en la lista de ventas. ‘Salto mortal’ fue la sentencia de muerte de Alaska y Nacho en Hispavox y pese a la inclusión de temas icónicos en los «Vulcanos» durante los 90, no terminarían de levantar cabeza hasta el fichaje de Subterfuge y la edición de ‘Una temporada en el infierno’ (1999).
Una pena, porque ‘Salto mortal’ no era tan experimental después de todo. El grupo contrató a Robert Gordon para un par de canciones debido a su vinculación con Warp, pero ninguna de las dos renuncia a su esencia pop. ‘Entre dos mundos’ habla pizpireta sobre morir cruzando la Gran Vía; mientras la simpática ‘Nunca tiro a dar’ contiene una de sus letras más divertidas (“sé que soy violenta”, “nadie quiere creer que yo de matar soy incapaz”). Pero es que la melodía de ‘Me comeré tu piel, me beberé tu sangre’ no puede ser más clásica en el sentido años 50 de la palabra. Su producción parece deliberadamente lo-fi, casi destartalada, con una caja de ritmos en primer plano y la voz de Alaska en segundo, y aun así contiene uno de los mejores pre-estribillos de Fangoria: “el matrimonio ya no quiere decir nada / el sexo es algo pasajero e informal / yo quiero algo que nos una en cuerpo y alma / algo que sea para siempre y de verdad”. Su outro llena de «papapapá» y «ooooohs» echa por tierra la tesis del disco experimental.
La mejor y más curiosa dentro de los «no singles» es ‘Soy tu dueña’, una canción sadomaso que -esta vez sí- se adelantaba a ‘Erotica’, con una producción tipo oriental que también se adelantaba a ‘Ray of Light’, muy inusual en Fangoria. La co-escribió un taxista llamado Big Toxic que terminaría co-produciendo el disco, al que conocerían mediante Luis Miguélez. Dice Alaska en el citado libro: «Creo que ha sido la única canción que (Big Toxic) ha compuesto en su vida, siempre hace instrumentales. Nos gustó e inmediatamente empezó a colaborar. Danny le dijo que trajera todo el equipo que tuviera, que era un equipo muy casero, y le puso en una esquinita del estudio para que se pusiera a hacer arreglos al tema ‘En mi prisión'».
Fangoria hicieron discos mucho mejores que ‘Salto mortal’ después y su gran mérito sin duda ha sido conquistar a las nuevas generaciones con los sencillos editados en la década de los 2010. Pero aquí caben, junto a guiños al pasado (no solo en los samples a ‘Fan fatal’, hay una mención a ‘El hospital’ de Pegamoides en ‘Contra viento y marea’), precedentes de lo que vino luego. El gusto por el drama de ‘La razón de vivir’, por la superficialidad (la acid «Hagamos algo») luego reproducido en ‘Más es más’ o ‘Dramas y comedias’, por el bolero en ‘Llorar’, por el saxo y el clarinete de ‘La razón de vivir’ mucho antes de que colaboraran con Mastretta… Incluso canciones que tienen todo el carácter consciente de cara y serie B, como ‘Extraña forma de vivir’, tienen algo interesante que decir, en este caso hablando de una lucha interior.
En todo caso y en este caso con razón, no es un disco favorito de la banda, que tan solo de manera muy puntual ha recuperado sus temas en vivo. Decía Alaska en el libro de su esposo: «Nos volvió a pasar lo mismo que en el proceso de grabación de ‘Fan fatal’, es decir, que teníamos limitaciones en cuanto a conseguir lo que teníamos en la cabeza. Lo que nos salía era algo mucho más simple de lo que en realidad podíamos estar buscando. El disco lo produjo Danny Hyde y es verdad que tampoco llevó la producción hacia un sitio concreto, no tenía un estilo definido sino que huía de todo lo que pudiera ser concreción. Entonces lo llevó hacia otro lado al que nosotros hubiéramos tendido». La cantante afirma a continuación que el trabajo después con el mismo productor en ‘Un día cualquiera en Vulcano 1.0’ y ‘Un día cualquiera en Vulcano 2.0’ ya fue mucho más «concreto», refiriéndose seguramente a temas como ‘En la Disneylandia del amor’ o ‘Sálvame’.