Y es que la pátina electrónica que ya mostraba el sorprendente primer adelanto de este álbum que estrenábamos aquí semanas atrás, ‘La higuera’ –una poética alusión sexual, inspirada por el complejo sistema de polinización de los higos; genio y figura–, era una esforzada declaración de intenciones de ir más allá de lo ya mostrado en algunos pasajes de ‘Sensación térmica’, su último disco en solitario (producido por Refree). ‘Sombrero roto’ es un disco de electrónica y no lo es por casualidad, sino por un esfuerzo explícito de Veneno en 3 años de trabajo y un largo proceso de creación: primero solo en su estudio, luego con la aportación del uruguayo Martín Buscaglia (con el que firmó a medias ‘El pimiento indomable’ –2014–) y finalmente con la aportación del talentoso Bronquio, que dio la última capa al conjunto.
Con ello Kiko busca orientarse hacia un público más amplio y ecléctico, que no le identifique únicamente como el de su etapa más comercial –la de la primera mitad de los 90– y que comprenda su visión transversal del pop. Una en la que junto a su reconocible deje aflamencado caben tecno, soul, funk, kraut, psicodelia y, en fin, prácticamente de todo, con una perspectiva fresca en la que las guitarras son casi anecdóticas, dejando que el peso recaiga en cajas de ritmo y sintetizadores. Sin perder, eso sí, el punto orgánico, materializado sobre todo en el tratamiento de las voces –tanto la propia como las ajenas, en coros y jaleos a veces multitudinarios– y la profundidad sonora, riquísima.
Pero, sobre todo, busca “renovar su cancionero” y tal cual lo expresó en una entrevista que publicaremos en los próximos días: quiere nuevas canciones que muevan y conmuevan al público, que no pase sus conciertos esperando los viejos éxitos sino que vibre también con lo nuevo. Por eso ‘Sombrero roto’ es, sobre todo, un disco luminoso, vital y celebratorio en el que ‘La higuera’ es sólo la punta de lanza para canciones igualmente festivas y cargadas con tanto sentido del humor propio y ajeno. Como ‘Autorretrato’, una tragicómica semblanza de su humanidad; ‘Títiri títiri’, el arte como punto de encuentro para zanjar las diferencias; ‘Chamariz’, un canto de amor a la Naturaleza; o la juguetona rumba disco-funk ‘Sombrero roto
’.Ni siquiera le sale la gravedad cuando trata asuntos tan vigentes y traumáticos como el aislamiento social al que nos empujan los hábitos de vida contemporáneos (una ‘Vidas paralelas’ a medio camino de lo cómico, lo dramático y lo bailable, cuya letra encuentra eco en ‘Ojalá’, esta vez más apesadumbrado). O cuando, choteándose de los nacionalismos en la rumbera ‘Yo quería ser español’, paraliza con verdades como puños: “el miedo es lo que da más dinero” y “no hay negocio como la guerra”. Aunque, paradójicamente, la canción más melancólica y reposada del conjunto, termina emergiendo sobre todas: ‘Obvio’ es una maravillosa canción de amor universal, de una honestidad desarmante, envuelta en preciosos arreglos de cuerda y con un desarrollo en la melodía vocal que evoca al clasicismo de un Nat King Cole. No es el único “prócer” de Veneno que se pasea por ‘Sombrero roto’: la cálida coplilla final ‘Miss You’ parece una suerte de homenaje a Lennon/McCartney, capitales también en la educación del andaluz de adopción. No en vano está cantada en un encantador inglés.
Kiko Veneno es de esos artistas que merecen una reverencia por todo lo que ya nos han dado a lo largo de más de 40 años de carrera, una figura sin duda crucial en el pop español. Pero es que además da toda una lección de vida y arte publicando un disco tan valiente como este. Ante esto sólo cabe (¿se veía venir la imagen?) quitarse el sombrero… y hacerle unos agujeritos, a ver si se escapa alguno de esos rayos que él atrae y nos entra alguno en la cabeza.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Obvio’, ‘Vidas paralelas’, ‘La higuera’, ‘Chamariz’, ‘Yo quería ser español’, ‘Títiri Títiri’
Te gustará si: sabes apreciar lo mucho que Kiko Veneno había aportado ya al pop y eres de mente abierta.
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