Lo que hace probablemente que ‘BONDiNG’ sea una serie tan divertida y tierna es que está basada en hechos reales. El director Rightor Doyle trabajó un tiempo como asistente de una amiga dominatrix cuando era adolescente y ha explicado que la experiencia le ayudó a liberarse de sus propio complejos sexuales en un momento en que sufría por culpa de su sexualidad. El director cuenta asimismo que el movimiento #MeToo ha influido en la serie pues le ha permitido revaluar sus vivencias e interpretarlas como “alegorías sobre el poder, los secretos y el consentimiento” y asegura que la serie representa “una buena forma de diseccionar las diversas maneras en las que [históricamente] el patriarcado ha ejercido un dominio completo de la sexualidad y el oprobio”.
Tras este análisis social, siempre tan necesario, no se esconde una serie enormemente fascinante llena de matices y caracterizada por un humor sutil sino ni más ni menos que una serie divertida y amena -capaz de provocar carcajadas en más de una ocasión- dedicada a alumbrar y normalizar otro tipo de sexualidades (las llamadas «kink» o sexualidades no convencionales), como los fetiches o por supuesto el sadomasoquismo, cuya presencia en la cultura mainstream es prácticamente nula. En una de las mejores escenas de la serie, un cliente de Tiff se masturba y vive un momento de gloria sexual mientras Pete le insulta por tener micropene. En otra, un hombre acude al salón donde trabaja la dominatrix -estudiante de posgrado de día, reina del látex de noche- para satisfacer su fantasía de practicar sexo disfrazado de pingüino con otra persona disfrazada de pingüino.
La representación de la sexualidad «perversa» en ‘BONDiNG’ es humorística pero aboga por la tolerancia, el respeto y sobre todo por reflejar que el sexo no vainilla es mucho más común de lo que parece. No tantas series tratan este tema y a la vez son tan accesibles. Sin embargo, el formato de comedia negra no siempre funciona. La serie no podría ser menos explícita -y desde luego no es nada erótica- aunque tampoco busque ofrecer una idea buenista del sexo no convencional, capaz de provocar verdaderas crisis maritales tal y como representan dos de los personajes secundarios; y en este sentido, y sin olvidar que estamos ante una comedia negra y no ante una serie erótica, ‘BONDiNG’ es bastante Disney y no para bien, pues si fuera solo un poco más realista quizá solo Pornhub podría haberla emitido. En otras palabras, con la serie te echas unas risas, pero siempre deseas que vaya un poco más allá.
Aunque el mayor problema de ‘BONDiNG’ puede ser que el colectivo al que más debería haberle gustado, el de las trabajadoras sexuales y en concreto el de las dominatrix, está muy decepcionada con la serie pues considera que ridiculiza su trabajo o que perpetúa el estereotipo de que dedicarse profesionalmente al sexo solo puede ser consecuencia de un trauma. Para ser una serie que busca derribar barreras y estigmas alrededor del sexo, es una pena que siga reproduciendo algunos de estos estigmas en pos del humor. Es cierto que la serie está basada en hechos reales y Rightor Doyle tiene todo el derecho de contar su historia como le plazca, pero cuando varias dominatrix consideran que deberías haberlas consultado para tu serie sobre una chica dominatrix, claramente algo falla. En cualquier caso, Doyle debería tener oportunidad de solucionar estos problemas en una segunda temporada de ‘BONDiNG’, pues está claro que esta historia solo acaba de empezar.