Dejando de lado filias y fobias personales, lo que nos importa es que la tercera temporada de ‘Paquita Salas’ ha llegado este fin de semana a Netflix. Y nunca he entendido muy bien qué significa exactamente lo de «se les ha subido», pero lo que está claro es que Javier Calvo y Javier Ambrossi han sabido mantener la cabeza bien fría para ofrecer la que es la mejor temporada de su proyecto estrella. Lo es porque es la más emocionante, la más divertida y también la más contenida.
Conocimos ‘Paquita Salas’ como un proyecto de modesto presupuesto en el que el actor de ‘Física o química’, «FOQ» para los amigos, y el de ‘Sin tetas no hay paraíso’, pareja desde 2010, parodiaban el turbulento mundo de los representantes de artistas, y el turbulento mundo de los actores. La hipocresía y la falsedad campaban a sus anchas en los guiones, pero siempre haciendo buen uso de un sentido del humor muy almodovariano, sin dejar que la amargura de un mundillo plagado de paro, altibajos, depresión y algo de hambre empapara la serie. Lo que uno se preguntaba a su término era por qué la idea no se había desarrollado antes. La segunda temporada se profesionalizaba, pero la sucesión de cameos y metaguiños hacían que el guión perdiera un poco el norte por momentos.
Hasta ahora. Los Javis han corregido ese defecto en una tercera temporada mucho más centrada, en la que, sí, lógicamente unos cameos valen más que otros. Hay al menos 30, y no, no pinta tanto la anecdótica aparición de Famous trabajando en el COGAM como el hilarante papel que han dado a Juan Echanove. Quizá podamos apuntar que la cacareada participación de Terelu Campos esté algo desaprovechada después de todo. Pero en la mayoría de los casos las apariciones estelares tienen su razón de ser y, sobre todo, no enturbian el sentido de este guión, que nos conduce a la que fácilmente es la cumbre de toda la serie (¿cómo la superarán?).
La tercera temporada de ‘Paquita Salas’ es especialmente crítica contra el linchamiento de alguien que cíclicamente se produce en la era de las redes sociales. «Yo no los llamo haters, los llamo hijos de puta» es una de las frases estrella de Paquita en esta temporada en la que se tratan temas como las pocas posibilidades de los actores y actrices trans, el machismo imperante en la industria cinematográfica y televisiva, el dolor que genera la telebasura o la cultura de las «cancelaciones» hacia alguien que ha cometido un «error» de manera pública. Son geniales tanto la trama de Belinda Washington, reinventada a la postre como una suerte de Leticia Sabater, como la nueva aproximación al caso Anna Allen, aquella actriz que en el mundo real se inventó una carrera en Hollywood y desde entonces vivió una pesadilla. Esta última protagoniza ese
cameo totalmente histórico con un monólogo «meta» mirando a cámara, mucho más enriquecedor para todos que cualquier «trending topic» que durara hora y quince minutos. «Voy a coger todo lo que me ha pasado y a convertirlo en algo que valga la pena» es algo que debería aparecer grabado a fuego en nuestras apps favoritas y navegadores.Mientras Los Javis nos hacen pensar y reír con esa protagonista a una lata de cerveza o a un gin tonic pegada, los guiños a la cultura pop se suceden sin descanso. Y el concepto de cultura pop de los guionistas y directores es amplio y natural, entendible por una generación mayor de lo que son ellos, y también por una menor. Siempre han explicado en las entrevistas lo orgullosos que están de ser españoles, y para ellos la cultura pop de nuestro país incluye tanto una preciosa canción de La Bien Querida como el ‘Cadillac solitario’ de Loquillo; lo mismo a Ángeles Martín que la voz de Amaia interpretando una jota popular llamada ‘Tan pequeñica y sincera’; a Julio Medem y a Emilio Aragón; una cabecera con Isabel Pantoja o una broma sobre Ciudadanos que eventualmente Toni Cantó no sabemos si ha terminado de pillar.
Frente a ese deseo de algunos por hacer de menos al cine español y a la ficción televisiva española, Los Javis reivindican que Cayetana Guillén-Cuervo reclamando un Goya, Úrsula Corberó y Daniel Grao han formado parte de tu vida y te importan más de lo que te creías. La presencia de Dulceida o Josh Hutcherson muestran que ya no hay mainstream ni underground, tampoco fronteras, ni voluntad apolítica ni tampoco guiones para el adoctrinamiento. Cuando uno ve a Lidia San José caracterizada de chico, igual no sabe si reír o llorar, pero sí que su personaje tampoco ha hecho nada digno de ningún linchamiento. ‘Paquita Salas’ viene cargada de aristas en 6 capítulos que pasan en un suspiro. Citando a James Rhodes, por favor, menos de todo lo demás, y dame más de Paquita. 9.