La jornada de viernes de Mad Cool convocó a 48.936 personas, en un día en que The National y The Smashing Pumpkins, en ese orden, parecían ejercer de cabeza de cartel, pero en el que la sorpresa la volvió a dar un grupo español. Fotos: Andrés Iglesias (excepto Marina, por Alberto Ortega).
Mucho antes de esto, a las siete de la tarde Sharon van Etten empezó turbia con ‘Jupiter 4’, muy emparentada con la PJ Harvey más oscura o, mejor aún, con la banda sonora de una ficción tipo ‘Stranger Things’, dejando claro que su concierto iba a rehuir otra vez del concepto “cantautora”. Distorsiones y teclados reinaron en piezas como ‘Hands’, mientras el final con ‘Serpents’ no pudo dejarnos más arriba. Pero también hubo espacio para momentos más pop y luminosos como la pegajosa ‘One Day’; o románticos, como la cincuentera ‘Tarifa’. La mejor, por supuesto, ‘Seventeen’. Sin guitarra alguna, de no ser por su piano, incluso hubiera colado como hit synth-pop. La cantante quiso mantener además un perfil bajo: se mostró amable, chapurreó castellano y recomendó a The National, pero en ocasiones tocó situada en el escenario hasta en un tercer plano. De no haber sido porque buscabas de dónde salía esa preciosa voz, por situación a veces habrías creído que la líder del grupo era otra de sus músicos.
A continuación, Miles Kane, por estilo de concierto y sombrerito naranja anti-sol, parecía en sí mismo un anuncio del FIB, festival que se celebra la semana que viene y que siempre le ha querido mucho en todas sus formas y proyectos. Al mismo tiempo, Tourist hacía un set de electrónica cuasi ambient en la carpa The Loop, algo apocalíptico si atendías a la luz de fuera, un extraño atardecer bastante nublado e incluso algo polvoriento.
Si alguien echaba de menos un concierto de pop, sin músico alguno, pero con muchos colores y bailarines, la respuesta fue Marina. Con muchas ganas de recuperar público y dejar atrás los tiempos de arenas movedizas de su carrera, la cantante hizo un concierto de hits, encabezado por ‘Handmade Heaven’ y ‘Hollywood’, este último no exento de pompones; en el que no faltaron ‘Enjoy your life’, ‘I Am Not a Robot’, ‘Superstar’, ‘Froot’ (con unos neones muy Kate Ryan), ‘Primadonna’ o al final ‘Baby’ (siempre mejor sin Luis Fonsi en este caso por mucho que ella diga «amarle») y “Heartbreaker”. La cantante anunció que volvería a Madrid en noviembre, apeló a ser griega por su buena conexión con España y reveló que su vestido era de los años 50. Al margen de la simpatía que implica llevarte a cuatro colegas bailarines de gira aunque no sean los mejores profesionales (hacía mucho que no veía a nadie en el suelo haciendo el baile de La Mosca Muerta), su repertorio y entrega recordaron cuánto ha contribuido Marina a dignificar la composición pop.
The National dieron un concierto demasiado basado en la capacidad de Matt Berninger para camelarse a las 20 primeras filas en lo que podríamos llamar el Síndrome Lana del Rey (la cantante ha hecho historia dedicando hasta 15 minutos de set a firmar autógrafos en las primeras filas). La estrategia de Matt, flojísimo de voz, y lanzando auténticos berridos por ejemplo en ‘Mr November’, fue lanzarse al público en varias ocasiones, como en ‘Don’t Swallow the Cap’, ‘Day I Die’ o en ‘Graceless’, entre otras, a menudo caminando sobre una barandilla, siempre apoyado por su equipo de seguridad, pero jugando con la posibilidad de desgraciarse la vida en serio. Su incursión entre el respetable provoca siempre el entusiasmo de quienes le abrazan y los osados (con “o”) que le besan. ¿Quién no quiere un poquito de alguien tan talentoso y guapo? Pero a la gente de atrás se le queda cierta cara de póker mientras todo esto sucede. Tras una ‘Bloodbuzz Ohio’ medio inaudible, los verdaderos momentos mágicos del set fueron ‘Fake Empire’ y su piano y un tema en el que el protagonismo cayó en manos de las coristas, entre ellas Lisa Hannigan, ‘Where Is Her Head’.
Smashing Pumpkins tocaron con mucho mayor volumen que The National en las distancias largas, como por otro lado ya sabemos por otras ocasiones. Solo se les escuchó flojear cuando sonaban bases pregrabadas, como al principio de ‘Ava Adore’ o en algún punto de ‘1979’. Por mucha medio reunión que haya habido, el show se basó sobre todo en el carisma de Billy Corgan, y para muestra el speech de James Iha sobre lo que le gustaba Madrid. Mostró las tablas escénicas de un maniquí. El concierto de los Smashing resultó algo desigual únicamente porque ellos quisieron. Fue su elección marcar demasiado los hits de “Mellon Collie” y ‘Siamese Dream’, pues cuando estos faltaban, el grupo tendía a lo tedioso: funcionaron los dos singles del último disco, ‘Solara’ y ‘Knights of Malta’, pero no alguna otra canción alargada de más que ya solo conocían ellos. No decepcionaron, eso sí, cuando sonaban «Bullet», ‘Tonight’, ‘Disarm’ o al cierre, ‘Today’. No son pocos hits y además nunca pecaron de la grandilocuencia exhibida en intro y outro con un clásico de Georg Friedrich Händel. Por cierto, ¿por qué no tocan ‘Perfect’?
Pucho contó que su local de ensayos estaba a un paseo en «furgo», por lo que quizá por ello se sintió con la confianza suficiente como para al final reclamar más bandas españolas en el cartel, y sobre todo, lanzar un grito contra el alcalde que ha intentado acabar con Madrid Central. Sus palabras fueron algo parecido a «Cerrar Madrid Central es un atentado contra la ciudadanía, un atentado contra la salud al margen de los partidos políticos». Pero antes de estas palabras enfadadas, chilladas, juraría que ‘Palmeras en la Mancha’ fue adaptada con una frase que incluía el sintagma «Carapolla en Instagram» (las pintadas y camisetas «Almeida Carapolla» han empezado a proliferar por la ciudad).
En cualquier caso, el grupo autor de ‘Mismo sitio, distinto lugar’, es una baza segura en cuanto a sonido y espectáculo, como mostraron la fuerza de ‘Golpe maestro’ y ‘Te lo digo a ti’ con Pucho enfocándose cámara en mano, o la delicadeza de ’23 de junio’. Seguramente esos kilómetros de baños de masas les ayudan a venirse arriba con el mensaje, lo que incluyó una llamada al «amor» abiertamente inspirada en la versión de los Beatles que Noel Gallagher había escogido el día anterior para cerrar. Pucho elogió la belleza de su simpleza y puede que lo de Vetusta Morla no sea precisamente simple, pero lo seguro es que les queda amor del público para muchísimos años.