Hacia esos derroteros apuntaba ya el primer avance del disco, una testosterónica ‘Black Bull’ cuya letra, de hecho, pretende ser “un diario de los conflictos de la confusión masculina y sus tendencias negativas”, en palabras de Yanni Philippakis. Un número interesante de escroto-rock –destaca la voz de este distorsionada, enfatizada por coros machirulos a su alrededor– que, sin embargo, es una nota discordante en el disco. Porque, en realidad, y de manera similar a su primer volumen, no tiene más aspiraciones (ni menos) que entregar otra colección de buenos riffs que enciendan a su público en los conciertos.
En ese sentido, ‘The Runner’ es el gran acierto de esta segunda parte, más comedido que ‘Black Bull’ pero también con más groove y, sobre todo, con un gran gancho que, no me cabe duda, será celebradísimo en sus directos. Es su gran baza y hacen bien en sacar partido de ella, pero lo cierto es que, fuera de ese contexto, recaer en esa fórmula termina aburriendo. Así la jugada funciona si el tema sale especialmente vibrante –como es el caso de ‘Like Lightning’– pero puede incitar al bostezo cuando tienes la sensación de haber escuchado lo mismo ya antes –‘Dreaming Of’ y ‘Wash Off’–. Claro que puede ser peor: pueden levantar el pie del acelerador y que les quede un tema de prog-rock tan genérico y pesado como ’10.000 Feet’ –que por momentos trae a la mente a Guns ’N Roses… y no precisamente a los de ‘Appetite for Destruction’– o una cosa tan blandurria y aburrida como ‘Into The Surf’ –apenas salvado por esa marimba, o similar, que se erige en gancho–.
Uno tiene la certeza de que Foals pueden hacerlo mucho mejor que esto. Y, de hecho, lo demuestran en este mismo disco: si uno resiste sin pulsar “stop” antes de su final, se encontrará con ‘Neptune’. Sus 10 minutazos pueden echar para atrás, pero es una construcción apasionante que, de hecho, lo que hace es resumir la esencia del grupo. Pero cuando en sus primeros compases parece que van a volver a ser un plomo, la cosa da un giro: a base de un crescendo sutil, casi más propio del jazz, consiguen que sus subidas y bajadas de intensidad y sus solos y arreglos nos vayan envolviendo hasta atraparnos y hacernos asentir con satisfacción, especialmente al embocar su poderosa parte final. ¿Se atreverán a hacer este tema en directo y, sobre todo, a dejarse llevar por él? Porque puede ser catártico.
Si tenemos que ponderar cuál de las dos partes de este trabajo tiene un mejor acabado y resulta más coherente, diría que este segundo disco gana por la mínima. A los puntos, que se dice en el boxeo. Pero dado que es un trabajo partido en dos, también es de recibo ponderarlo en su conjunto. En ese sentido, se hace evidente que una selección cuidadosa de lo más brillante de cada mitad en un solo volumen hubiera tenido como resultado un álbum más holgadamente notable de Foals. Y es tentador aprovechar su título para aseverar que aunque aquí “no se salva todo”, ni mucho menos les damos por “perdidos”. Foals son cabeza de cartel de BIME Festival 2019, junto a Jamiroquai, Kraftwerk o Floating Points, entre otros.
Calificación: 7,1/10
Lo mejor: ‘Neptune’, ‘The Runner’, ‘Black Bull’, ‘Like Lightning’.
Te gustará si te gustan: White Lies, Coldplay, Bloc Party.
Escúchalo: Spotify