Decimos así adios casi del todo a una época realmente histórica del cine, apoyada en estrellas como el propio Kirk Douglas. Nació en Nueva York en 1916 como Issur Danielovitch Demsky, en el seno de una modesta familia de origen judeo ruso, donde vivió muy pronto el abandono de su padre del hogar familiar. Casi en paralelo, Douglas comenzó a interesarse por el teatro en el colegio, y se formó en interpretación desde muy joven, combinándolo un grado de Filosofía y Letras en una universidad que pagaba haciendo pequeños trabajos en el campus. Su imponente físico le llevó también a practicar allí la lucha libre.
Una beca en la prestigiosa American Academy of Dramatic Arts de Nueva York le abrió las puertas de Broadway a principios de los años 40, teniendo que interrumpir su progresión para alistarse en el ejército. Graduado con honores, se casaba poco después con una ex-compañera de la academia de arte dramático, Diana Dill –madre de sus hijos Michael y Joel–. Y fue otra compañera de esa misma institución, Lauren Bacall, la que le introduciría ya definitivamente en Hollywood, debutando en el cine en 1946 con ‘El extraño amor de Martha Ivers’.
Lastrado por sus ideas políticas abiertamente izquierdistas, le costó quizá más que a otros actores alcanzar la condición de estrella, quizá también por inclinarse por papeles más complejos pero menos agradecidos en taquilla. ‘El ídolo de barro’ (Mark Robson, 1949), donde daba vida a un boxeador, fue el primer papel memorable de su carrera, obteniendo su primera nominación a un Oscar y cambiando ya su estatus definitivamente. A partir de ahí, combinó a placer onerosos papeles en el cine de aventuras (‘20.000 leguas de viaje submarino’, Richard Fleischer, 1954), biográfico (‘El loco del pelo rojo’, biopic de Van Gogh de Vincente Minnelli, 1956), bélico (‘Senderos de gloria’, Stanley Kubrick, 1959) y western (‘El último tren de Gun Hill’, John Sturges, 1959).
Aunque sin duda el proyecto que le convirtió definitivamente en un mito sería ‘Espartaco’ (1960), mastodóntica película histórica que produjo y protagonizó él mismo bajo la dirección de Kubrick. Pese a las numerosas dificultades que envolvieron su rodaje, su millonario presupuesto se vio devuelto con creces en taquilla, obteniendo además cuatro premios Oscar y erigiéndose como una de las películas más icónicas del Hollywood dorado. Tras varios fracasos de taquilla de sus propias producciones, en la década de los 60 volvió al teatro para protagonizar ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’. Curiosamente, trató infructuosamente de filmar una película con ese guión, cediendo luego los derechos a su hijo Michael, que como sabemos sacó adelante el proyecto 10 años después con un considerable éxito. Pero sus días de mayor gloria quedaban ya atrás, y los 70, 80 y 90 transcurrieron para él entre papeles menores de cine (llegó a abandonar el rodaje de ‘Acorralado’, el primer Rambo de Stallone) y televisión y fracasos en sus producciones. En semirretiro desde entonces, en 1996 obtenía un Oscar honorífico a su carrera, premio personal que le había sido negado en tres ocasiones.