Coixet ha contado que en el pasado le han ofrecido dirigir «dos episodios de ‘Homeland’, tres de ‘Narcos’ y dos de ‘True Blood'». Pero lo ha rechazado porque como directora no le «divierte» que reparto, guión y detalles estén decididos de antemano. En ese sentido, ‘Foodie Love’ agradece ser un producto libre y de autor/a, aunque a veces sea para mal. Los dos personajes principales, que parecen sendos alter ego de Coixet, pecan de intensas, como se apercibe especialmente en el capítulo romano, un «eye rolling» tras otro solo apto para aquellos que se apuntan frases como «escuchar es la cosa más sexy», escuchan en bucle a Jay Jay Johanson en pleno 2020 y mantienen la trilogía de Linklater en un pedestal. Es el mayor exponente de algo que se vende como «una historia de amor, desamor, dudas y comida».
Porque está el tema de la comida. Lo primero que viene a la cabeza es que no necesitábamos algo llamado ‘Foodie Love’ con la tontería generalizada que está rodeando últimamente el mundo de la comida. Precisamente la serie se presenta como «alérgica al postureo foodie», pero fracasa en su cometido crítico, pues más bien lo fomenta. Por mucho que los protagonistas terminen una noche comiéndose un ¿triste? crêpe más felices que unas perdices en lugar de un restaurante de lujo, ninguno da palo al agua en la vida. Eso sí, uno de ellos puede permitirse el lujo de improvisar un vuelo a Japón como quien coge el NitBus a Sarrià: el espectador nunca deja de percibirlos como unos esnobs. Verles comerse un crêpe es poco menos que encontrarse a Beyoncé tomándose un Whopper queso
con extra de mayonesa en el Burger King.Por el contrario, ‘Foodie Love’ también es una serie 100% Coixet para bien. En un mundo en el que empiezan a proliferar en la cultura popular las referencias al poliamor y a los clubs de sexo -y a los pelotazos de ‘Kiki, el amor se hace’ y ‘Élite‘ me remito- su opuesto resulta hasta exótico. ‘Foodie Love’ es toda una oda al amor cortés, que en su guión se recrea en la sensualidad y la estratagema de la vieja guerra de sexos («sé que no es sexy suplicar», dice él en un momento realmente emocionante), ahora aplicada a la era del #MeToo. El chiste que se hace al respecto es sin duda uno de los momentos más arriesgados de toda la serie.
Así pues, Isabel Coixet nos da una de cal y otra de arena. Por cada cosa que te da repelús (de nuevo esa absurda visión idílica del amor gay que ya dejó caer en ‘La vida secreta de las palabras’) y por cada cosa que es un gran NO (las escenas de acción no se le dan bien, como se aprecia en el capítulo del accidente); encontramos otras que son un gran SÍ. Ponga a Yolanda Ramos en un episodio y haga al mundo reír. Aunque con lo que te tienes que reír es con el baño de realidad que ofrecen algunas conversaciones y situaciones incómodas en las que se intenta ocultar la verdadera manera de ser de uno para agradar… solo para mostrar finalmente la violencia contenida y la peor cara. «El mundo hetero está fatal», suele decir una amiga como si el resto fuera Jauja. De esa visión ha de venir el éxito de series como ‘Sexo en Nueva York’ o ‘Girls’ (no de tan lejos viene el de ‘Looking’ o ‘Please Like Me‘), y ‘Foodie Love’ podría venir a ser una visión «arty» de todas ellas. 7.