Víctor Coyote publicaba hace unos días ‘Las comarcales‘. Es su primer disco desde que en 2014 lanzara el disco de versiones ‘De pueblo y de río’, producido por Pablo Novoa (Golpes Bajos, Mastretta, Iván Ferreiro). Este nuevo trabajo es como una extensión amplificada en arreglos del sonido arrabalero y folclórico de aquel trabajo, con los ritmos tradicionales de América (del Sur… y del Norte) como punto de partida. Ritmos latinos en los que el gallego fue pionero al revestirlos de punk allá por los primeros 80, en plena vorágine cultural de lo que se conoce, bien o mal, como la Movida. [Foto: Antonio Alay.]
Le sacamos de un ensayo de los primeros conciertos de presentación de este disco –hoy, 6 de marzo, en la sala Funhouse de Madrid; 12 de marzo, en Sidecar de Barcelona; 13 de marzo, en La Bóveda, Zaragoza– para charlar con él por teléfono sobre este disco, en el que destacan unas letras que equilibran costumbrismo con mensajes políticos y sociales, con referencias a la precariedad laboral, a los falsos autónomos y la crisis medioambiental. Víctor es un conversador fantástico, divertido, expresivo (de ahí el énfasis de las mayúsculas) y ocurrente, al que cuesta seguir el ritmo a veces y que deja un posible titular cada pocos minutos. Pese a que comienza dejando entrever que no sabe si lo que tiene que contar (por su disco) interesará ahora a alguien, al terminar la entrevista la respuesta es evidente.
Se echaban de menos noticias musicales tuyas.
Ya, bueno, he sacado disco hace no tantos años. Debido a mi profesión (Nde: es pintor y dramaturgo), no puedo sacar uno cada año, pero vamos…
Sí, ‘De pueblo y de río’ salió hace 6 años, pero era un disco de versiones. Y de tu último disco de composiciones propias sí hacen 10 años. ¿Qué te mueve para hacer un nuevo álbum de temas tuyos?
Yo siempre tengo cosas que decir, aunque a lo mejor no son muy importantes, pero bueno… El disco de versiones, por otro lado, al ser cosas muy escogidas lo considero bastante mío. Pero sí me apetecía volver a hacer canciones mías, que ya hacía tiempo. Es una cosa que me gusta, no sé si lo necesito o no, supongo que sí, un poquillo. Y no sé si la gente lo necesita, pero procuro ir haciendo cosas que no tienen demasiado que ver con la música que se hace (ahora).
Al hilo de lo que dices, sí que se percibe que, en lo musical, este disco sí es una especie de continuación de ‘De pueblo y de río’…
Sí. Yo he dado unos cuantos bandazos en los discos que he hecho, y me apetecía hacer una cosa más continuista con Ricardo Moreno, sobre todo, con el que llevo bastante tiempo tocando. Pero a la vez no quería hacer una cosa tan cruda, tan mínima de instrumentación como ‘De pueblo y de río’. Quería algo más como de banda. Pero sí es continuista. Hay gente que lo ve como una vuelta a los primeros Coyotes, a ‘Mujer y sentimiento’. Yo no lo veo así, pero bueno, tampoco pasa nada.
‘Las comarcales’ es un nombre muy evocador, que remite a muchas cosas. ¿Por qué lo escogiste?
Primero escribí la canción, y fue primero Ricardo, precisamente, quién planteó que a lo mejor estaba bien ese nombre para el disco. Y de repente, me pareció que sí. Ahora quizá se use más el término «carreteras secundarias» o algo así. Es un poco viejuno, quizá, pero me gusta más ‘Las comarcales’. Igual ha caído en desuso, pero en los pueblos sí se usa lo de «comarcales». Y claro, también hace alusión a que yo he sido más de ir por las comarcales que por…
Las autopistas…
¡Las autopistas del rock! (Risas)
«Sobra viaje. La gente debería viajar menos, soy completamente contrario al turismo… y al viajero»
Es un título que evoca «viaje», al igual que las influencias de música distintos puntos del mundo que suenan en él. ¿Dirías que falta «viaje» ahora mismo?
No, no. Sobra viaje. La gente debería viajar menos, soy completamente contrario al turismo… y al viajero. ¡Soy más contrario al viajero que al turista! Porque el viajero es un tipo que se cree especial, que se cree que «conecta» (Nde: lo dice con retintín) con la gente y con los sitios donde va. El viajero es un turista pedante. O sea, el típico insoportable. Estoy en contra del turismo, sobre todo al de las ciudades. La gente que va a las ciudades se coge un vuelo de diez euros, se come una pizza, se va a ver las estatuas… Y me refiero a los tipos vestidos de Bob Esponja y tal… Y que va a los Starbucks, esas cosas… No entiendo mucho. Soy contrario al viaje. A lo mejor soy más de viaje a Soria, como Gabinete. O mejor dicho, a los sitios que están cerca de donde estás tú y que no conoces. Me parece que se adquiere más conocimiento de eso que yendo a Berlín. (Risas) Berlín no le puede enriquecer a nadie. Esa cosa viejuna, esa cosa de hippies jubilaos… ¿Qué vas a ver ahí? Nada, cero.
O sea que este es un disco más localista que internacional.
Sí, sí… pero los localismos pueden ser también de Madrid, de Barcelona, de Nueva York… Woody Allen es un tipo local, te cuenta las cosas de su pueblo. Yo, por ejemplo, he viajado muy poco por Hispanoamérica. He ido a Argentina, Brasil y poco más. Esa cosa de que la gente del «primer mundo» vaya a un sitio, lo entienda en tres días y te lo explique luego… Hay una soberbia alucinante en eso. Aquí un vasco te dice que tú no puedes conocer la realidad del País Vasco en tres días, pero él se va a Jamaica y vuelve entendiéndolo todo. ¿Pero qué soberbia es esa?
«Dentro de 20 años, los intelectuales, los escritores y los cineastas, que siempre van retrasaos, dirán «qué maravilla de aquellos artistas del reggaeton»»
En la nota de prensa hablas de un término llamativo que es «música cateta». Lo que entiendo que te refieres, con ironía, es a los prejuicios que hay hacia lo popular. Algo que parecía que estaba superado y no lo está.
Hombre, sí. Prejuicios hacia lo popular siempre ha habido y hay: ahora mismo lo popular es el reggaeton y hay un montón de prejuicios. Me refiero a eso, no tanto al folclore, a lo antiguo. Eso es un rollo. Además, dentro de 20 años, los intelectuales, los escritores y los cineastas, que siempre van retrasaos, dirán «qué maravilla de aquellos artistas del reggaeton». Como pasó con Peret, como pasó con María Jiménez, como pasó con Las Grecas… que los consideraban unos horteras de tomo y lomo. ¡Cuando no los consideraban unos cómplices del franquismo! Yo estoy completamente en contra de eso, las cosas hay que disfrutarlas en su momento. Después ya es un postureo.
Pero curiosamente algunos de los artistas jóvenes más interesantes parten del folclore, como Rosalía, Rodrigo Cuevas, Vicente Navarro…
Rosalía me gusta. Rodrigo Cuevas, no me gusta. Rosalía me parece que es personal y es intransferible. Rodrigo Cuevas me parece más Martirio. Y yo esa cosa del POP no la entiendo. El pop es una cosa que murió ya hace tiempo, cuando Andy Warhol. Incluso cuando Andy Warhol vino aquí a la Movida ya era una vieja, y hacía retratos a viejas. Y lo pop y lo kitsch, no me interesan NADA, cero. A mí Las Grecas o el reggaeton me parece hortera, y la horterada es POWER. Lo kitsch es antipower. Tiene como una ironía, una cosa… Rodrigo Cuevas usa toda esa cosa de lo kitsch, que no me interesa nada, porque tiene algo de…
¿Con cierta burla?
Sí, sí. Hombre, Rodrigo Cuevas tiene cosas que están bien, el folclore lo hace bien… pero me parece afectado en la forma de cantar y juega con la cosa kitsch antigua, que es la permitida por la intelectualidad. Pero Rosalía me encanta, tiene burla cero, y no hace pop ni es kitsch.
«Algunos escuchábamos música A PESAR de la dictadura. ¡Y la comprábamos en España!»
No creo que haya duda en calificarte como un pionero en introducir en el pop y el rock los sonidos latinos aquí en España. ¿Qué te parece que ahora triunfe lo latino no solo aquí, sino en todo el mundo?
Bueno, si hablamos de esa cosa de la Super Bowl, de Shakira y Jennifer Lopez, tampoco me interesa demasiado. Eso por un lado. Y por otro, sí es verdad que se me considera un poco… No es que yo inventase lo latino, porque estaba Santana, estaba Barrabás, estaba Elkin y Nelson… Pero sí es cierto que, desde una óptica un poco punk, sí fui el primero en hacer esas cosas. En aquella época estaba mal visto, pero como en cierta forma también lo está ahora. Entonces España salía de la dictadura, es verdad, pero algunos escuchábamos música A PESAR de la dictadura. ¡Y la comprábamos en España! Que por entonces se miraba a Amsterdam, un sitio que ha mantenido el apartheid hasta el año 1992. No sé qué había que aprender de Amsterdam, aparte de que andan en bici porque es muy plana y la tolerancia con los porritos. (Risas) La tolerancia con los porritos también la hay aquí. (Risas)
¿Pero te parece saludable que ahora los sonidos latino estén más aceptados que cuando era, como dices, algo punk?
Sí, me parece bien. Hay artistas que me gustan y artistas que no, hay gente de reggaeton que me gusta y gente de salsa que me parece espantosa. Me gusta Tego Calderón, me gusta la bachata, la música venezolana, me gusta mucho Rosalía… y Rosalía de Castro, también. (Risas) Me parece bien.
Tú mismo mencionas esa analogía de Rosalía y Rosalía de Castro que aparece en el estupendo mapa, realmente bonito, que has creado tú mismo para el disco. En él das de manera bastante clara las influencias, muchas no musicales, que te han sugerido cada tema. Esto de hablar de influencias o referencias incomoda a muchos artistas, pero a ti claramente no…
No, porque para mí decir las influencia, si no son plagio, es un orgullo. Hombre, no creo que George Harrison dijera «mi influencia para escribir ‘My Sweet Lord’ han sido The Chantelles». ¡No podía decirlo! (Risas) Hay cosas que son influencias directas en la canción y otras cosas que son más sutiles. Hay temas que tienen influencias de Buddy Holly en las guitarras o en los arreglos o lo que sea, y luego tiene influencias de Hidrogenesse en ciertas cosas de la letra. Hidrogenesse son uno de los grupos que me interesan mucho por sus letras, por su manera de contar las cosas… Y hay cosas que están ahí que son más de estilo. Por ejemplo he puesto «Eça de Queiroz», pero no me acuerdo ni en qué canción lo puse. Estaba leyendo un libro de él, del escritor portugués, que me gustó mucho y sí que me ha influido, pero de una manera general. Son como cosas indirectas, posos que quedan por ahí.
Hablas incluso de una carretera, por ejemplo.
Sí, hay una carretera comarcal bastante bonita, que es la carretera de Soutelo de Montes a Lalín. La he descubierto hace relativamente poco y de repente, también es una influencia.
«Nadie diría que ‘Pulp Fiction’ es una comedia. Y yo no tengo que ser Vetusta Morla o Nacho Vegas ni los Mojinos Escozíos»
En las letras, que antes mencionabas, hay cierto costubrismo, pero a la vez vas deslizando de una manera sutil, incluso humorística, algunos mensajes político-sociales. ¿Es una premisa tuya?
A mí me gusta mucho cómo hace letras, por ejemplo, Rubén Blades, que es un clásico de la música latina. Pero mira, yo en los años 80 hice un panfleto que se llamaba ‘300 kilos‘. En el cual decía, «hay esta lista de países, me gustan, y milito en estos países: Chile, Bolivia, El Salvador…» no sé qué. Yo, a partir de ahí, panfletos no he vuelto a hacer, porque ya hice uno. Pero a ver, ‘Soy un trabajador, soy un autónomo, soy un artista’ es una letra completamente política de principio a fin. Yo soy un autónomo, con lo cual mi voto es puro, porque nadie me promete nada. Soy un trabajador, porque tengo un determinado posicionamiento respecto a mi actividad… etcétera. Y después hay otras canciones en las que se cuelan cosas, como ‘Nadie se va a quejar’, que habla de un estado bastante placentero en el amor y tal, pero se van colando cosas de la vida. Estoy con mi novia de puta madre, de maravilla, y coges un telediario y dice que en Chile hay un cristo de cojones y en Bolivia no sé qué. Hay muchas películas «serias» o que no son una comedia, en las que se cuelan diálogos muy divertidos. Nadie diría que ‘Pulp Fiction’ es una comedia. Y yo no tengo que ser Vetusta Morla o Nacho Vegas ni los Mojinos Escozíos. De hecho, Nacho Vegas tiene mucho de humor también. Pero… ¿me entiendes?
Sí, sí.
No tengo que optar por ser grupo de chirigota o artista dramático, ¿no? Y además es que me gusta, me gusta porque funciona. Pero sí, hay cosas políticas, ‘Sin guitarras’ es una letra muy política, y «Soy un trabajador», pues también. El que no vea que la gran estafa de la globalización son los falsos autónomos…
Sí, quería hablar de esa canción en concreto, porque habla de la precariedad de los autónomos y también de los artistas. Que es algo que no solo afecta a los que buscan hacerse un hueco si no a todo el estamento, incluida gente que lleva muchos años en esto, como tú.
Sí. Yo desde el punto de vista fiscal no soy un artista, soy un autónomo. Y lo del artista viene también por ese sentido cómico del fontanero que acaba de poner un grifo y dice «¡mire cómo ha quedao, señora, soy un artista!» (Risas) Se juega con esa cosa. Aunque sí, por supuesto que yo también me considero un artista. (Risas)
«¿Qué mierda es eso, una ensalada que necesita una cúpula de plástico para venderse?»
También hay varias pinceladas sobre la crisis medioambiental, sobre todo en ‘Es tarde’…
Sí. Es que a ver, ¡doscientos gramos de plástico protegen una ensalada! ¿Qué mierda es eso, una ensalada que necesita una cúpula de plástico para venderse? Esa ensalada debía estar gravada con un impuesto de lujo, y costar 23 euros. Para que después la gente se considere sana e higiénica. ¡Eso es una mierda! Lo del sobreenvasado me parece alucinante. Los jóvenes, que todo el mundo dice que son tan ecologistas y tal, parece que luego les da miedo comprar un tomate si viene en una bandeja. O aquí en Madrid, que hay unas cosas que llaman bicis, y se llaman ciclomotores, porque ¡tienen motor eléctrico! ¿Qué coño? Eso no es ecológico, o no lo suficiente. O sea, si usted no viajara a China o no fuera al Norte de Italia estos días, ¡sería más efectivo! ¡Quédense en sus putas casas! (Risas) Aparte las grandes corporaciones, con respecto al clima, están intentando que la gente se sienta culpable y que aporte sus nimiedades.
Pero, como decía, a veces lo introduces de forma más velada, como en ‘Nadie se va a quejar’…
Sí, bueno, digo «aquí llenaron de estufas las terracitas / y se gastaron tres millones en lucecitas de Navidad». ¡A mí es que lo de las estufas me parece de lo más alucinante que he visto en mi puta vida! Que hagan lo que quieran, pero… ¡Unas estufas echando gas al aire! No lo entiendo, no lo entiendo… Bueno, lo que decía, es el turismo, y punto pelota. Y que tenemos que viajar todo el mundo para convencernos de que ya no somos clase trabajadora, y resulta que curras más horas que carracuca y ganas un sueldo de mierda. Pues bueno, que te aproveche. Y encima se hacen alardes de ser antiecológicos, que sale el payaso del alcalde de Vigo diciendo que superan a Nueva York y no sé qué, el curita este de los cojones… (Risas) ¡Por favor! ¡Y a la gente le parece muy simpático! De verdad…
«Yo paso de negarme a hablar de que estoy viejo, que «voy al hospital y me hacen unas pruebas que confirman mi edad», como digo en ‘Es tarde'»
Además del amor como antídoto, uno de los temas que veo más recurrente en las canciones es el paso del tiempo. Antes decías «no sé si le intereso a alguien», y me hace pensar en el ageism que muchos artistas dicen padecer. ¿Dirías que tú sufres esa discriminación por no tener 20 años?
No. Yo lo que creo es que debo tener una cierta solvencia cultural, un nivel más alto del que tenía cuando tenía 20 años, decir cosas más interesantes. Eso por un lado. Y por otro, yo creo que el rock como tal está muerto. Ahora estamos en una etapa como pre-rock ‘n roll, como la de Sinatra, en la que ser joven no importaba tanto porque no había una rebelión juvenil. Aunque evidentemente los artistas jóvenes tienen un punch que no tienen los artistas maduros. Pero estos se niegan a hablar de estas cosas. Yo paso de negarme a hablar de que estoy viejo, que «voy al hospital y me hacen unas pruebas que confirman mi edad», como digo en ‘Es tarde’. Y como lo hablo, me dices «tienes interés en el paso del tiempo». Pues no gran interés, pero lo trato. Aparte, odio la figura del persigue-minifaldas, no voy a hacer letras de que estoy en un club y viene una chica… (Risas) No creo en la bohemia, toda esa movida. Eso me parece de ‘Mujeres Hombres y Viceversa’.
«Hubo una historia sobre la Movida, que es falsa, y una contrahistoria, que también es falsa»
Llaman mucho la intención los posters de los conciertos de presentación en Madrid y Barcelona, que has hecho tú mismo, en los que dibujas personajes populares ligados a cada ciudad (en Madrid, aparecen los Gemelos de la Gran Vía; en Barcelona, Eugenio, Joan Brossa y las Hermanas Gilda, de Vázquez).
Bueno, llevo tiempo haciendo posters de los sitios donde voy a tocar, pueden verse todos en mi página web. Y normalmente nunca se centra en mí la ilustración, sino en la ciudad en la que voy a tocar. Me parece más interesante. Como me da corte decir «¡Buenas noches, Barcelona!» o «¡Buenas noches, Aranda de Duero!», pues hago el peloteo desde el cartel, ¿sabes? (Risas)
Para terminar, quería preguntarte por el libro que publicaste unos años, ‘Cruce de perras y otros relatos de los 80’, en el que dabas un poco tu visión de la Movida. Ahora hay una corriente que pretende desprestigiar o desmitificarla como símbolo, y no sé si tienes algo que decir al respecto, tú que lo viviste desde dentro.
A ver, yo lo que creo es… Primero, hubo una historia sobre la Movida, que es falsa, y una contrahistoria, que también es falsa. La historia es «nunca había existido el rock por culpa del franquismo, y ahora como murió Franco, nos hemos liberado». A ver, que venga alguien y me diga qué grupo de la Movida vendío en Europa como vendieron Los Bravos… ¡a pesar de Franco! Que Franco fue un dictador, es indiscutible. Pero que Los Bravos vendieron muchas copias de ‘Black is Black’ y que Los Bravos eran un grupo español durante el franquismo, son dos verdades que no puede rebatir nadie. O sea que eso de que cuando murió Franco hubo una explosión de luz y de color en la música, es una falsedad.
«Nadie dice que Sofia Coppola, a pesar de su marca indeleble, es una pija. ¡Y es lo que es!»
Ahora, la contrahistoria… Decir que todos eran unos pijos y no sé qué, es aparte de falso, descubrir la pólvora. ¿O es que Virginia Woolf era hija de un minero? La mayoría de los intelectuales, en la Historia, no eran hijos de mineros. ¡Vaya descubrimiento que el hijo de Albert Hammond es el de The Strokes! Nadie dice que Sofia Coppola, a pesar de su marca indeleble, es una pija. ¡Y es lo que es! O sea, ‘Lost In Translation’: un actor matao se va a Japón, que le pagan una pasta y está triste. ¡Eso no lo entiende nadie que haya tenido problemas económicos en la vida! (Risas) ¡Claro! Yo tampoco soy hijo de minero, soy un hijo de abogado de pueblo. No pertenezco a una élite, soy de una clase media culturizada. Es evidente que es más fácil que esa gente descubra la cultura que el hijo de un tipo que no tiene libros en su casa. ¿Vamos a descubrir la pólvora si decimos que miles de personas del mundo de la cultura surgen de clases acomodadas? O decimos que no vale eso, y les mandamos a todos a la mierda, o lo aceptamos. Entonces, a mí me parece que la Movida no es ni la historia del PSOE ni la contrahistoria de Podemos. El bloque monolítico de lo que fue la Movida no lo compro yo. Y otra cosa: las autonomías más pijas de España son el País Vasco y Cataluña. ¿Esos son los que hicieron el rock más proletario? Bueno, en fin… (Risas)
Pero esto de acusar a artistas de pijos sigue ocurriendo, a C. Tangana y Bad Gyal se les dice exactamente eso.
Mira, Ripstein, Arturo Ripstein, el cineasta mexicano, decía que solo hacen cine los hipsters pijos, ¡y lo dice el hijo del único productor que había en México en los años 50! ¡Métase la lengua por el culo, señor Arturo Ripstein! Tiene cierta solvencia como director, algunas películas suyas están bien, pero usted no es un progre, no es el hijo de un minero. ¡Váyase a la mierda! Yo tampoco soy un hijo del lumpen, pero en fin…