La reunión con el productor Ray Kennedy a cuenta del 20º aniversario de su celebrado ‘Car Wheels on a Gravel Road’ (1998) derivó en una nueva colaboración entre ambos que se materializa en este disco denso –aunque no tanto como parece– pero fascinante. Williams, su marido y manager Tom Overby (que además se ha implicado en la composición de los temas) y su banda habitual grabaron en el antiguo (pero en forma) estudio de Kennedy estas doce canciones en directo, capturando su sonido crudo y crepitante, por momentos cavernoso y sucio. Así, en canciones rabiosas como ‘Down Past the Bottom’, ‘Bone of Contention’ o ‘Wakin’ Up‘ –quizá la canción más punk de su carrera– no duelen prendas en señalar como referente a su amiga Kim Gordon y su némesis Courtney Love, a la vez que la figura del Neil Young más eléctrico se presenta al alcance en números como ‘Pray the Devil Back to Hell’ o ‘Man Without a Soul’, merced a las enormes guitarras de Stuart Mathis.
Logrando una cohesión sonora encomiable, el blues primitivo se presta a largos desarrollos –no siempre atinados, como muestra la algo pesada ‘Big Rotator’– en los que Lucinda, con la voz más aguardentosa que nunca, se erige como una contundente «predicadora» contra los males que asolan el/su mundo: básicamente, Donald Trump como líder que azuza la intolerancia y promueve la idiotez como verdad suprema. Ha dejado muy claro quién es ese ‘Man Without a Soul’ («No traes nada bueno a este mundo, más allá de una red de engaños y robo / Te escondes tras tu muro de mentiras, pero va a caer / Sí va a caer», le canta a ese «Hombre sin alma»), pero parece igual de evidente que el blues (más) ortodoxo de ‘You Can’t Rule Me
‘ («No puedes gobernarme») podría ir tan dirigido a él como ese ‘Pray the Devil Back to Hell’ («Reza para que el diablo vuelva al infierno») o ‘Bone of Contention’ (su «Manzana de la discordia» es , mientras da un repasito a sus acólitos rednecks en ‘Bad News Blues’ («¿Quién va a creer en mentirosos y lunáticos? / Bobos y ladrones y payasos e hipócritas»). Entre su discurso encendido, la rítmica de martillo pilón de Butch Norton (batería) y David Sutton (bajo) y los delirios eléctricos de Mathis, por momentos te encuentras en un trance que te lleva a gritar (por dentro) «preach, girl!»‘Good Souls Better Angels’ puede ser el disco más político de Williams, pero ni es mejor por eso ni es solo eso. De hecho, algunos de sus momentos más emocionantes y poderosos escapan a esa tónica. Me refiero a la maravillosa balada ‘Big Black Train‘, que no evoca a otra cosa que a la depresión («rompo a llorar cada vez que la canto», confiesa a Pitchfork), o la incendiaria ‘Wakin´Up’, que traslada el despertar de una mujer hacia su maltratador. Incluso deja algo de espacio para la esperanza en ese necesario remanso de paz que es ‘When the Way Gets Dark’, que conecta con la tan devastada como preciosa ‘Shadows & Doubts’.
En sintonía con esa perspectiva de días mejores a la vuelta de la esquina, confiando en que «las buenas almas» se conviertan en «mejores ángeles», los 7 minutos de sentido vals de ‘Good Souls’ son un perfecto cierre para el álbum. Hay algo de paradójico en ‘Good Souls Better Angels’: cambiando su propio paso (pese a su incuestionable calidad, discos como ‘The Ghost of Highway 20‘ y ‘This Sweet Old World’ parecían nacidos de una mera inercia), sonando más ajena a sí misma que nunca, Lucinda Williams logra que todas las miradas se vuelvan hacia ella y obligan a cuestionar por qué su intachable carrera no se entendía ya a la altura de las de Neil Young o Bruce Springsteen. La respuesta, la diferencia crucial entre ellos, es evidente.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Big Black Train’, ‘Wakin’ Up’, ‘You Can’t Rule Me’, ‘When the Way Gets Dark’, ‘Down Past the Bottom’
Te gustará si te gustan: Neil Young + Crazy Horse, la última Mavis Staples, Steve Earle.
Youtube: ‘You Can’t Rule Me’ y ‘Man Without a Soul’ en acústico para Rolling Stone