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Meister of the Week: Sixto de La Trinidad es un enamorado de la «música de ascensor»

La Trinidad es un trío de Málaga llamado así en honor, precisamente a un barrio popular de su ciudad. Sixto, Carlos y Jorge eran parte integrante de otro grupo, The Loud Residents, más orientado a un sonido post-grunge y britpop, con Arctic Monkeys como referente confeso. Y hacia 2018, decidieron formar ese nuevo proyecto con mayor querencia por el rock psicodélico y el garaje de los 60, aunque con frescura y gancho. Y además cantando en español. Tras autoeditar el EP ‘El Peligro’, rápidamente llamaron la atención del sello Sonido Muchacho, que después de presentarles con el single ‘Nuevas dignidades’ y su tema ‘La joya‘ como estandarte prevé publicar en próximos meses su álbum debut.

Se trata de ‘Los edificios se derrumban’, un álbum que lanzan el 2 de octubre y que ha contado con la producción de un gigante del mundo alternativo yanqui como es John Agnello, productor de Sonic Youth, Dinosaur Jr. o Kurt Vile, entre otros muchos. El salto cualitativo se hace palpable en ‘España invertebrada’, single adelanto que señalábamos semanas atrás en la sección «Sesión de Control»

y que además de un magnetismo innegable –power pop al estilo Cala Vento pero con unas guitarras más cercanas a The Smiths–, cuenta con una letra que tiene una lectura político-social. Muy alejado, en verdad, del sorprendente tema que ha escogido el propio Sixto Martín para hablarnos en profundidad en la sección patrocinada por Jägermusic, «Meister of the Week»: la «música de ascensor». Incluye una playlist con su selección de favoritas.

Cuando dices «música de ascensor», ¿de qué hablas exactamente?
Generalizando, la música lounge era concebida como una música -mayormente instrumental- de tránsito, de adorno, para ambientar estancias concurridas: coktails, fiestas, ascensores, tiendas, recibidores, hoteles, etcétera, y que desde luego tuvo mucha influencia y presencia en bandas sonoras de cine de aquellos años (también por su aire misterioso con esos sinuosos glockenspiels, vibráfonos, Wurlitzers, Farfisas y Rhodes). Se trataba de una especie de jazz ligero, subgénero del easy listening, que a menudo se interpretaba con big bands y se mezclaba con exótica, ritmos de bossanova, samba, calipso, mambo… Y que a su vez tuvo mucho que ver con el space age pop, ese otro subgénero en el que hoy reconocemos el retrofuturismo, es decir, la forma en que se concebía el futuro y se miraba con fuerte optimismo a los avances tecnológicos desde los años 50 y 60 durante la Era espacial. Ya por entonces empezaron a escucharse experimentos con los primeros sintetizadores modulares.

¿Cómo empieza a interesarte la «música de ascensor»?
Bueno, pues mi historia con la música de ascensor se remonta a cuando era muy pequeño, no porque supiera lo que era (de hecho la música de ascensor suponía para mí algo que en realidad era un universo mucho más grande), sino porque me atraían esos sonidos y esa estética. Me empezó a gustar la música de verdad gracias a descubrir que una vez, hacía mucho tiempo, hubo una década impresionante en la que se hizo de todo, la de los años 60, y me fascinó absolutamente todo eso que ocurrió ahí. De hecho, me obsesioné locamente con los Beatles y me convertí en una especie de ermitaño porque precisamente no era lo típico que le iba a gustar al resto de niños de 11 años.

«Me obsesioné locamente con los Beatles y me convertí en una especie de ermitaño de 11 años»

¿Y qué supuso para un niño de 11 años, en tu caso, obsesionarse con los 60? ¿Lo entendían tus amigos, familia…?
Supuso, y no por falta de amistades, vivir mi preadolescencia en bastante soledad, no nos engañemos. Podría decirte que lo disfruté mucho pero me aisló un montón; también te digo que a esa edad el fútbol ya había dejado de interesarme, nunca me gustaron demasiado los videojuegos, así que me quedaba poco más que hacer a esa edad (en este caso, buscarme una afición rara como decidir vivir mi propio Swinging London delante de una pantalla de ordenador en mi habitación). Pero guardo la sensación de, ya con 13 o 14 años, sentirme bastante frustrado. Por entonces yo quería montar un grupo y no había manera, aunque finalmente los miembros de mi primer grupo (¡The Loud Residents, aún seguimos tocando y estamos vivos!) estaban más cerca de lo que pensaba. Por lo demás, pues bueno, sí, mis amigos y mi familia más que entenderme hacían por entenderme, supongo. O sea, viví lo de ser un pedazo de friki pedante a los 11 años sin mayor problema que el de pelearme con mis padres porque quería el pelo más largo y con más flequillo. Al final lo que me obsesionó de verdad fueron Los Beatles y lo que les rodeaba, un gusto que visto por ojos de cualquiera y desde fuera resulta dócil, a pesar de que en absoluto yo lo viviera de tal manera.

¿De qué manera exactamente?
Pues ahí lo tienes: si te sientes solo a los 11 años y eres un niño rarito no queda otra cosa que refugiarte en algún mundo de fantasía, bien sea Hogwarts -que también- o, si eras un puto pedante como yo, en esos ambientes típicos de las pelis de 007 de Sean Connery que me ponía mi padre o, bien, soñando con la casa de los Beatles en ‘Help!’ (1965) de Richard Lester. Como ejercicio para alimentar la nostalgia desde la estética pura, invito a dar un paseo por los decorados, espacios de rodaje y la escenografía que hizo Ken Adams para ‘Goldfinger’ (1964) y ‘You Only Live Twice’ (1967), y que recuerdan fuertemente a la obra de Vaquero Palacios: quítale las Walther PPK al personal, imagínate en su lugar unos cuantos Bloody Marys y piensa en el guateque que podría montarse ahí a ritmo de jazz futurista para burgueses muy bien vestidos.

«Invito a dar un paseo por los decorados, espacios de rodaje y la escenografía que hizo Ken Adams para ‘Goldfinger’ (1964) y ‘You Only Live Twice’ (1967), y que recuerdan fuertemente a la obra de Vaquero Palacios»

O sea, que era más bien la estética de todo ello…
Evidentemente, si eres impresionable, como yo, el gusto por los 60 una vez abierta la caja de Pandora de los flequillos va más allá de la música: el cine, la moda, el arte, la fotografía… y, por supuesto, las casas, la decoración y todos esos ambientes que se veían en las películas, en las fotos, etcétera. No sé, imagina espacios y casas como la de ‘The Party’ (1968) de Blake Edwards (antes de que acabe llena de espuma, eso sí). Desde la distancia, esa suerte de lugares con muebles vanguardistas (a veces se puede leer la etiqueta furniture music) y con gusto por el exotismo en los que te imaginas a maqueados y entusiastas lectores de Playboy, con batín burdeos de terciopelo y las iniciales bordadas en hilo dorado, tienen una banda sonora que quizá no sea exclusivamente música de ascensor como yo la llamaba, pero sí lo que se conoce por lounge pop o background music (género en el que podemos englobar lo que precisamente conocemos por música de ascensor o lift music).

«Entendemos la música de ascensor como algo de paso, simplón, estereotipado, anticuado… cuando precisamente vivimos el momento histórico en el que (…) se oxida todo a las pocas semanas»

«Música de ascensor» es un término que se sobreentiende como peyorativo y sin embargo es una música riquísima a todos los niveles. ¿Cómo explicarías por qué no debe despreciarse?
Totalmente, y creo que se usa de esa manera porque hoy, paradójicamente, entendemos esta música como algo de paso, simplón, estereotipado, anticuado… cuando precisamente vivimos el momento histórico en el que absolutamente todo es veloz, instantáneo, inmediato, poco reposado, llano, se oxida todo a las pocas semanas… No sé, incluso reduciéndola a mera música de paso ojalá viviéramos más cerca del tempo de estas piezas que de, yo qué sé, notificaciones y “consumo de contenidos”. La música de ascensor, en la amplitud de su término, es una síntesis increíble de muchísimas músicas del mundo, esconde una cantidad influencias, de timbres y arreglos de una complejidad que más quisiera mucha música orquestal a veces. Además, me interesa su contemporaneidad en cuanto a los 60, cuenta implicaciones muy de época como el retrofuturismo y la carrera espacial, la concepción de la tecnología, la ruptura generacional y cómo afectó a las nuevas formas de relacionarse en ciertos niveles pudientes de la sociedad, formó parte de un ecosistema artístico en el que se combinaba con un nuevo mobiliario de diseño, gusto por el arte abstracto, moda de vanguardia, etcétera.

¿Qué piezas destacarías que sirvan de ejemplo de lo que dices?
Aunque se desdibuje un poco la etiqueta, y desde la amplitud de todos los subgéneros del lounge, recomiendo:
1) ‘Megeve’ – Henry Mancini
2) ‘New York Herald Tribune’ – Martial Solal
3) ‘Wives And Lovers’ – Burt Bacharach
4) ‘Crickets Sing For Ana Maria’ – Walter Wanderley
5) ‘Douceur Tropicale’ – Michael Lorin Et Son Ensemble
6) ‘Louise’ – David McCallum
7) ‘The Girl With The Sun In Her Hair’ – John Barry Orchestra
8) ‘Samba Para Dos’ – Lalo Schifrin
9) ‘Who Needs Forever’ – Astrud Gilberto, Walter Wanderly
10) ‘Party Poop’ – Henry Mancini
BONUS TRACK: ‘Opération FR1’ – François De Roubaix

«España vive instalada en la plena desmemoria, en la cultura no iba a ser para menos»

En las referencias que citas no mencionas nombres españoles, pero Augustó Algueró, Alfonso Santisteban, Trabucchelli, Waldo de los Ríos… son muy prominentes. ¿Has indagado en esas discografías?
Siempre que me toca hacer listas o hacer cosas de este tipo procuro barrer para casa e intentar destacar el producto made in Spain, pero reconozco que aquí me habéis pillado (1) por olvido y (2) por controlar muy poquito la música de ascensor española en su extensión. A Algueró y a Waldo de los Ríos los he escuchado, y numerosas veces sin saberlo, posiblemente con Santisteban y Trabucchelli haya pasado lo mismo — es lo que tienen los arreglistas, que están siempre en la sombra por desgracia y en muchas ocasiones, forzosamente (que se lo digan a los arreglistas de Gainsbourg, por ejemplo). Hace no mucho estuve leyendo sobre Waldo de los Ríos precisamente, han sacado un biografía suya que por lo visto es genial.

Como a mí, y no lo digo por excusarme de nada, supongo que a muchos nos sucede que nos ha costado acceder a nuestro pasado, especialmente al de la música de los 60 en España; se muestra como muy poco accesible, y no por falta de información en realidad, pero parece que ha habido empeño en dejarlo atrás, en dejar de hacer popular lo que un día fue pop por antonomasia. Los catálogos están sin reeditar y sin restaurar, hay mucho material perdido o, peor aún, sin valorar y rescatar del baúl de los recuerdos. España vive instalada en la plena desmemoria, en la cultura no iba a ser para menos.

En los 90 hubo un revival de esta estética, gracias al acid jazz y el big beat, y tuvo cierta repercusión en el mundillo alternativo. Por ejemplo, Subterfuge publicó discos de Mastretta, Carlo Coupé, Alcohol Jazz, Profesor Popsnuggle… ¿Te suenan un poco o te interesa lo genuino, no actualizaciones?
En esto sí que no he tenido ningún tipo de acercamiento, conozco algunos de los grupos que se mencionan pero no me he interesado nada, pero ni en el caso español ni en ningún tipo de revival de esta música a nivel global. Por lo general los revival, si no son para traerlos de nuevo al presente con una razón de ser ligada a la actualidad, no me interesa demasiado. Como ejercicio de estilo puede ser genial, pero me suelen decir poco. Por ejemplo, hay mucho de música de ascensor en el último de los Arctic Monkeys, que me parece una delicia de disco. Pero es algo totalmente distinto porque, además de estar lejos de ser un simple ejercicio de estilo o cliché, temáticamente está muy bien traído, por ejemplo, el retrofuturismo vinculado a la tecnología de la inmediatez que he comentado antes, traducir en un lenguaje presente inquietudes de aquel pasado… y así entre una infinidad de matices.

«Hay mucho de música de ascensor en el último de los Arctic Monkeys»

Ese revival también se extendió a fanzines, moda, e incluso a la decoración, y en Madrid y Barcelona había muchas tiendas dedicadas a ese estilo. ¿También te interesa en el aspecto visual, tienes muebles, gadgets, revistas? Si la respuesta es sí, ¿qué es lo más freak que tienes que evoque esa época? ¿Algún fetiche?
Por supuesto. Como te decía, me crié viendo todas las películas de 007, que a mi padre siempre le han encantado. Mis favoritas eran las de los sesenta, las de Sean Connery. Luego el rollo entre bizarro y futurista que se traían los Beatles en la película de ‘Help!’ en la casa esa en la que viven los cuatro me voló la cabeza. En cuanto a cacharros y muebles no tengo absolutamente nada. Vivo en casa de mis padres, así que no puedo destacar más que hace muchos años, de pura casualidad, mis padres compraran un sillón imitación del diseño del Eames Lounge. Necesitábamos uno y estaba de oferta en una tienda en liquidación, pero hubo cero intención ahí. Yo era pequeño, me aburría como una ostra y al parecer me quedé dormido en el sillón mientras miraban más muebles en la tienda, así que supongo que esa efectividad fue la prueba definitiva junto a su precio bajo, y lo bonito que es a ojos de todo el mundo, claro.

¿Cómo dirías que te ha influido o influye la música para ascensor a la hora de hacer música? ¿Hay algún guiño explícito en alguna canción o tus compañeros de grupo no pasan por el aro?
La verdad es que creo que no hay ningún rastro de la música de ascensor en todo lo que he hecho desde los 15 años hasta hoy a mis 23. Por alguna extraña razón, a veces hay influencias muy fuertes que dejo pasar. Me ocurrió con los Smiths, que es uno de mis grupos predilectos, creo que hasta este disco de La Trinidad que va a salir ahora no he reflejado mi influencia real hasta el momento, al menos de forma consciente. Ha sido durante la cuarentena vivir este revival personal con este tipo de músicas y lo he disfrutado muchísimo. Tanto que hicimos un directo para el Vida Festival y, hartos de ver a todo el mundo guitarrita acústica en mano cual pesado de la fiesta, decidí hacer versiones lounge de nuestras propias canciones y hacer un poquito de karaoke. Del resultado no me siento precisamente orgulloso, pero lo pasé muy bien haciendo el experimento. A ver si me dura esta inercia y para próximas cosas pueda intentar lanzarme a dejar entrever algún Fender Rhodes, un Wurlitzer o algo del estilo.

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Publicado por
Raúl Guillén