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Chlöe’s Clue: «No hacen falta tantas moderneces: se puede disfrutar mucho de un buen baile agarrado»


En un momento de esta entrevista, Raquel Adalid reconoce que hay quien le ha dicho que, por el sonido de su nuevo disco ‘Carmín y Rubor’, parece mucho más mayor que los 24 años que la contemplan. No solo porque en él cante boleros, tangos y hasta se acerque al cuplé (o algo parecido), sino por la seguridad y garra con las que los canta, como si llevara décadas haciéndolo. Pero en realidad este es apenas el tercer disco de una cantautora (así se reconoce ella) valenciana que comenzó como una tímida chica-con-guitarra al estilo Russian Red y que no ha dejado de crecer desde su debut ‘Hidden Rhythms’ (2014), con el ya notable ‘Panorama‘ (2017) y ahora con este nuevo disco en el que ofrece una nueva dimensión de sí misma. Una que nos ha hechizado tanto que es nuestro Disco de la Semana.

Hace un par de semanas, a pocos días de la salida del álbum, hablábamos con ella telefónicamente. Y, si bien dice no ser la persona más abierta del mundo, lo que demuestra por teléfono es lo contrario: divertida y efervescente, casi pueden «escucharse» los gestos y la expresividad excesiva que, dice, le echaban en cara en la escuela. Así nos explica de dónde sale ese sonido retrospectivo de la tradición latina, de cómo eso le está ayudando a incurrirse en la escena musical mexicana y del (incierto) futuro próximo, que de momento incluye tres fechas en directo muy ansiadas por ella: 22 de octubre en la sala Galileo Galilei de Madrid; 6 de noviembre, en Valencia, sala Jerusalem y 27 de noviembre en Barcelona, sala Sidecar.

¿Cómo estás pasando este verano, después de los meses de confinamiento, hasta la salida del disco?
Ha sido muy, muy jevi. La verdad es que yo, ingenua de mí, me fui a las Fallas a Valencia, porque yo soy de allí y… ¡ya no volví! Me dejé todo aquí en Madrid y me quedé encerrada. Pero bueno, bendito viaje a Fallas ficticias, porque allí vivo en un pueblo y es todo muchísimo más cómodo. Mucha guitarrica, mucha cosa virtual de esta de Instagram, que la verdad me gusta lo justo, y con mucho mono de concierto, para qué nos vamos a engañar. Así estamos…

El disco se anunció primero para abril, luego para mayo y al final ha salido en julio. ¿No tenías claro cuál sería el mejor momento para lanzarlo, dadas las circunstancias?
Lo que planteábamos 100% era que saliera en junio, si no me equivoco, porque yo soy muy despistada. Pero llegó el coronavirus y tuvimos que sacar más singles que no estaban planteados para que eso no cayese, no muriese, dar como un aperitivo previo. Pero llegó un momento en que dijimos “¡Hay que sacarlo! Esto está aquí y no puede guardarse en un cajón”. Es cierto que los meses que vienen son muy inciertos. Tengo esperanza que los conciertos anunciados sigan en pie, que no haya más confinamientos y podamos rodar con este disco.

Pero, curiosamente, es un disco como muy de verano, ¿no? También las letras…
¡Es verdad! Yo siempre me acuerdo que cuando publiqué ‘Panorama’, si había una canción con la que me identificaba y me sentía cómoda era ‘Café Bar 2000’, que es muy de verano y tiene también ese tono latino por ahí, y pensé que el tercer disco tenía que ir por ahí. Siempre me habían salido canciones como muy tristes y muy invernales, y en este hay mucho más de verano, de querer bailar… Una oda a la vida.

«En ‘Carmín y rubor’ hay canciones que había hecho para mi intimidad y no me atrevía a sacar. (…) Son muy del corazoncico»

¿Cuándo se gesta ‘Carmín y rubor’? Porque ‘Quémame’ se lanzó como single hace más de un año, aunque en otra versión.
Sí. La verdad es que yo ya llevaba mucho tiempo escribiendo canciones en español. De hecho, ‘A ganas ganaré’, que la hemos incluido en el disco, la hice cuando tenía como 19 años. Nunca la había podido sacar y me ha hecho ilusión rescatarla, no sé si por cómo ha crecido o por su significado interno. Y esa ha sido un poco la dinámica: al plantearme hacer un disco en español, he cogido todas las canciones que había hecho en esa lengua desde que tenía 17 años y se las enseñado al productor, Edu Figueroa. Hay otras que se han compuesto así conscientemente para este disco, pero también otras que había hecho para mi intimidad, en español, y no me atrevía a sacar. Y eso es un poco lo que me gusta de este disco, que consigo rescatar la esencia del primero. Ese “no sé si esta canción la va a escuchar alguien, la he hecho para mí”. Y qué gustito da eso, porque son muy del corazoncico.

Y esa querencia por la música popular que hay en el disco, ¿estaba ya en la esencia de las canciones o las has ido adaptando a ese lenguaje?
Pues te diría que inconscientemente estaba, aunque luego se ha acentuado más de forma consciente y voluntaria al hacer la producción del disco. Pero lo gracioso, y que me da un poco de pena, es que yo no tengo influencias de la raíz pura. Escucho mucho Latinoamérica pero actual: Daniel, Me Estás Matando, obviamente (Nde: colaboran en el disco, en la versión final de ‘Quémame’), Natalia Lafourcade, Mon Laferte, Kevin Johansen… En estos años escucho mucho de todo ese boom por la tradición. Al final todo esto es música de cantautor, y música de cantautor es lo que yo hago, ha mamado de eso y se ha vestido de eso. No ha habido que dar un giro ni disfrazarlas mucho. De hecho, si escuchas las canciones como estaban con la guitarrica, ves que habían nacido así.

Bueno, al final supongo que es una raíz que llevamos todos ahí metida desde pequeños.
¡Sí, totalmente! Es verdad…

«Siempre he sido un poco ermitaña a la hora de escuchar cosas nuevas»

¿Es también una reacción a los sonidos contemporáneos que predominan en el mercado ahora mismo?
La verdad es que siempre he sido un poco ermitaña a la hora de escuchar cosas nuevas. La gente me dice que está muy mal, que, como un médico, puedes dedicarte a una cosa pero tienes que estar al tanto de todo. Las respeto, pero no me interesan porque no me despiertan ningún tipo de emoción este tipo de músicas. Siempre he sido de música muy pura, de instrumentos muy orgánicos y de cosas tradicionales. Así que en cierto modo sí es una respuesta, que no hacen falta tantas moderneces: se puede disfrutar mucho de un buen baile agarrado, de un buen bolero. Quería rescatar un poco todas esas cosas.

En mi opinión, el gran giro de ‘Carmín y rubor’, más incluso que en los palos que tocas en él, está en tu manera de interpretar. Para mí ha sido un descubrimiento, pero ¿para ti también? ¿Eras consciente de ese perfil tan apasionado, tan desatado?
Yo creo que eso es algo que te lo dan los pocos años que llevas, la seguridad que vas adquiriendo. Supongo que depende de la persona, y yo no soy la persona más abierta del mundo, pero diría que empiezas cantando muy pequeñito, manteniéndote a salvo. Pero conforme empiezas a cantar, vas descubriendo tu voz, vas descubriendo cómo gesticular… Te vas sintiendo libre, coges el micrófono y te quitas los disfraces. Que sea el tercer disco permite eso. También, al ser en castellano, al ser tu lengua, vives las cosa más y plasmas mejor lo que quieres contar, cantas con más alma sin apenas darte cuenta, sin duda.

«Cuando llegué al estudio el productor, Edu, me dijo “tenemos que hacer un reggaeton”. Le dije “¡No me conoces! ¡Imposible!”»

Bueno, de hecho las letras lo piden un poco, están llenas de pasiones, de sugerencia, de insinuación…
Totalmente. Por eso decía que cuando cantas en español, y por el tipo de letra, cantas y te estás desgarrando. A veces te quedas hasta con ganas de más, pero no quieres pecar de exagerada… (Risas) Pero en ese momento estás tan a gusto, estás contando tu historia, tus cosas, y te sale vomitarlo todo con tu voz, con los gestos… Con todo. Además yo soy muy expresiva. En la escuela me decían “Raquel, elige una de las tres: o la forma de hablar, o abrir los ojos, o los gestos. ¡Pero no todo a la vez!” (Risas) Y eso creo que se ve también un poco a la hora de cantar.

En ‘Sombrita’ hay un verso que dice “quítate los clichés”. Pero, al cantar boleros, tangos… parece inevitable caer en algunos de ellos, ya sea en las melodías, las letras. No sé si es una manera de retorcer esa idea o te sale de forma natural.
Totalmente natural, por lo que te comentaba: aunque hay canciones muy recientes, como ‘Sombrita’, otras muchas venían de tiempo atrás. Y sin querer encapsularte en un lugar, aunque es cierto que el disco tiene una dirección concreta. Un cliché sería meterme en lo que está pasando ahora (en la música), y esto es alejarme de eso, hacer lo que me pide el cuerpo, que es lo único que te puede emocionar a ti mismo para luego emocionar a otros. Recuerdo que cuando llegué al estudio el productor, Edu, me dijo “tenemos que hacer un reggaeton”. Le dije “¡No me conoces! ¡Imposible!” Así que no es que quisiera quitarme clichés, pero sí del camino por el que te quiere llevar la música que ahora se escucha más y hacer mis propios caminos.

«Grabamos sin miedo, escuchando referencias no ya antiguas, sino te diría que hasta cutres»

Dado que has trabajado con estilos, aunque suene mal, arcaicos…
Sí, sí, me parece precioso.

Dejémoslo en antiguo… Decía que, a la hora de producir, ¿fue difícil no pasaros de frenada, que resultara demasiado demodé, recargado?
Sí, la verdas es que sí. De hecho, cuando estábamos haciendo ‘Tango techno’, que es de mis favoritas, empezamos a tener un poco de miedo. Aquello empezó a ir muy atrás en el tiempo y claro, al final dudas de si estás arriesgando o está totalmente fuera de lugar. Pero tampoco creas que nos pusimos límites, porque si algo dejamos al grabar es que, al final, yo soy consciente de que no hago música para llenar estadios, ni mucho menos, a veces ni para llenar salas. (Risas) Una de mis referencias favoritas del mundo es Jero Romero, y es un artista que iba a salas pequeñas y los que estábamos allí éramos todos muy adictos a lo que hacía. No es tener expectativas bajas, sino que es lo que busco yo, hacer un disco que me dé gustito, del que me sienta orgullosa. Y por eso no nos pusimos límites ni filtros, grabamos sin miedo, escuchando referencias no ya antiguas, sino te diría que hasta cutres. (Risas)

Pero ¿tú crees que se entenderá del todo esto, sin contexto?
Yo creo que sí, porque es muy puro. Las personas que han escuchado el disco y con las que he hablado, que salvo tú son todas de mi entorno, me dicen que me representa, porque soy como una abuelilla. (Risas) (José) Gallardo, el director de Tomavistas Festival, me decía “lo escucho y no puedo creer que tengas 23 años”. (Ríe) En todo caso, pienso que cuando lo escuche gente que esté habituada a cosas más modernas, yo creo que si les toca la fibra por algún motivo, el que sea, pienso que puede llegar, se puede entender. Además hoy día, creo que es una suerte que este tipo de música esté teniendo mucho auge de repente. Obvio que hay canciones, como ‘Tango techno’, que no están hechas para cualquier oído y costarán más.

Fíjate que a mí ‘Tango techno’ me dio un bofetón, para bien, de primeras, pero entiendo lo que dices.
Sí, es de mis favoritas, como te decía, pero de las que hemos avanzado es la que peor ha funcionado. Tengo poco ojo para esas cosas. (Ríe)

«Las personas de mi entorno que han escuchado el disco dicen que me representa, porque soy como una abuelilla»

En cuanto a sonido, es patente que ganan muchísimo protagonismo los pianos. ¿Lo pedían las propias canciones?
En parte sí. A mí de pequeña, en el primer disco, no me gustaba el sonido del piano, ¡me sonaba a mayor, envejecido! (Risas) ¡No quería eso para mis discos! Y luego, cuando empecé a crecer, me pasaba lo contrario, me di cuenta de que las canciones favoritas del primer disco era en las que sonaba más el piano, esa fuerza, esa elegancia. Así que me lo pedía el cuerpo, y al trabajar con Víctor (Elías), que es teclista experto, tenía la oportunidad de hacerlo. Me lo pedía el cuerpo y, aunque las canciones las escribí con guitarra, el piano estaba muy en la base.

Y el público que te viene siguiendo desde el primer disco, ¿qué te transmite sobre estas canciones, que son tan diferentes?
Pues creo que, no sé si por el idioma, se sienten más cercanas, como que se entiende mejor el todo. Y, como te decía, con el segundo si que hay una conexión más evidente, todo ese tema latino, que aquí está más desarrollado. Está siendo muy positivo, y me da mucha alegría. Además está llegando a mí mucha gente de México, que me parece muy divertido, porque son muy apasionados, me escriben…

Entiendo que tendrá que ver con la colaboración de Daniel, Me Estás Matando, que aunque aquí no son tan conocidos, allí son bastante grandes, ¿no?
Totalmente, y ya sabemos cómo son los mexicanos con la música, que se desviven, es muy ilusionante leerles. Y además es una pena, porque este verano íbamos a tocar aquí juntos, que venían a Madrid y Barcelona. Me da muchísima pena porque además ellos son una pasada.

¿Cómo surgió la colaboración? ¿Fue fácil?
Fue superfácil. Yo pensaba que cuando alguien decía eso, en plan “le escribí por Instagram y tal”, era puro cliché. Y fue Edu el que me animó a hacerlo, y así fue, fíjate lo que son las redes. Escribí también a Adan Jodorowsky, que a mí me gusta muchísimo, y también contestó, superbello. Pero luego Adan se fue alejando, alejando, y Daniel, Me Estás Matando, desde el primer momento fueron bonicos como ellos solos, una pasada. Enseguida queríamos estar tocando en México, en España… (Ríe) Ya teníamos todo organizado pero todo se fue cayendo poco a poco, claro.

Y en cuanto arreglos, entiendo que se te complica un poco el directo, ¿no? ¿Sabes ya cómo vas a enfocarlo?
Mmmmm… ¡Ya te digo! (Risas) Pues justo ayer tuve una reunión eterna sobre esto, viendo a ver cómo podemos hacer, porque siempre he llevado un formato de cuatro, con bajo, batería y dos guitarras, nunca con piano. Pero con la importancia que tiene, no nos queda otra que sumar un o una pianista. Para mí el directo lo es todo, y me gusta que la mayor parte de cosas salgan en vivo, que lo lanzado (como pregrabado) sea lo mínimo, que todo esté pasando en el momento.

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Publicado por
Raúl Guillén