Cuando nacía JENESAISPOP en febrero de 2006 –sip, estamos a un tris de cumplir 15 años; cruzamos los dedos—, ‘Mr. Brightside’ y ‘Somebody Told Me’, los singles principales de ‘Hot Fuss’, eran (y siguieron siéndolo ineludiblemente hasta… hace nada) puntos álgidos en muchas sesiones de club de corte alternativo en todo el mundo. The Killers eran infalibles en cualquier fiesta del ámbito, mejor o peor llamado, indie… pero no eran exactamente indies. En realidad sí lo fueron, puesto que su single más célebre fue editado por el sello independiente Lizard King, que luego licenció el trabajo a Island/Def Jam. Pero lo importante es que, desde un principio, las aspiraciones de Brandon Flowers, Dave Keuning, Mark Stoermer y Ronnie Vannucci Jr. eran las más altas. Y, aunque les llevó un poco más de tiempo (el que tardaron en publicar ‘Sam’s Town’ y salir de gira), se convirtieron en una banda de estadio.
En su haber está, eso sí, haber contribuido como pocos a elevar hasta ese estatus el rock en este siglo. Un rock de perfil alternativillo y que, era evidente, bebía de las mismas fuentes que otros grupos de la época a priori mejor considerados, como The Strokes, Interpol, Muse. Pero The Killers tenían algo especial: sabían sacar partido de los ecos de Joy Division/New Order (cabe destacar que el nombre del grupo estaba tomado del de una banda de ficción que aparecía en el clip de ‘Crystal’), U2, Duran Duran y hasta Queen (ese puntito grandilocuente) y, en lugar de hacer de ellos algo solemne y reverencial, traducirlos en puro divertimento, energía y magnetismo (apoyados sin emperos en el atractivo sexual de Flowers, no es un secreto). Como muy bien decía alguien de NME en una reseña del gran clásico del rock del siglo XXI, ‘Mr. Brightside’, «The Killers roban tan inteligentemente, y con una variedad tan alucinante, que piden las referencias más surrealistas». Es curioso cómo esta sentencia sigue siendo, tres lustros después, perfectamente aplicable a su nuevo álbum ‘Imploding the Mirage’, el mejor de su carrera y que nos lleva hoy a revisitar este primer disco del grupo de Las Vegas, ‘Hot Fuss’.
El mismo medio británico incluiría este disco entre los 500 álbumes más grandes de todos los tiempos (en el puesto 495, ojo) y Q en el puesto 17 de los 250 mejores debuts de la historia; los lectores de la web Gigwise lo elegirían, directamente, como el mejor debut de la Historia (¡ahí es nada!) y, la redacción de la más indie Drowned In Sound, como el segundo mejor disco de 2004 por detrás de ‘Antics’ de Interpol. The Killers siempre tuvieron, posiblemente por las influencias antes desgranadas, una conexión especial con el público de Reino Unido, que les ponía por delante de los coetáneos antes mentados, y posiblemente en eso estuviera la clave de su éxito mundial. Pero, aun reconociendo en todo caso las incontestables virtudes de ‘Hot Fuss’ y su importancia en el primer rock de este milenio, tanto parabién para este disco resulta del todo exagerado.
Y es bien curioso, porque buena parte del álbum dice que sí, que The Killers podían ser (y de hecho, fueron) un vendaval capaz de poner de acuerdo a los más exigentes críticos con el público más garrafonero –lo que hoy conocemos como transversalidad, vaya–. Su primer mitad, clara e indiscutiblemente, es un auténtico latigazo de magnética electricidad que tomaba la ola post-punk (o punk-funk) que latía desde el underground, la travestía y glamurizaba a base de sintetizadores nuevaoleros y la ponía a contonearse con orgullo y arrogancia bajo los focos. Todo eso es lo que cuentan canciones arrebatadoras y sexys más allá de ‘Mr. Brightside’, de la que ya está todo dicho, y la inconmensurable ‘Somebody Told Me’, todo un paradigma sonoro de esa época, como ‘Jenny Was a Friend of Mine’ –en la que Flowers se transmutaba, sin sonrojo, en Simon LeBon cuando Duran Duran no gozaban del respeto actual–, ‘Smile Like You Mean It’ –irresistible pese (o gracias) a su exiguo gancho– o una ‘All These Things That I’ve Done’ que se ha convertido en un himno. Y no es un decir: su popular puente, ese que dice «I got soul, but I’m not a soldier» entre coros gospel del grupo The Sweet Inspirations (un recurso luego copiado muchas veces, por cierto), se ha convertido, gracias al uso que han hecho de ella en sus directos no solo The Killers sino Robbie Williams, Coldplay o los propios U2 –amén de alguna campaña publicitaria– en un icono de nuestros tiempos.
Pero, precisamente por lo alto que vuela toda esa primera mitad, es más llamativo el batacazo que se/nos daban en la segunda. Temas como ‘Andy, You’re a Star’, ‘On Top’ o ‘Believe Me Natalie’ no ya es que rebajaran el nivel o palidecieran en contraste con la cara A, sino que rayaban en lo mediocre (especialmente la última). Daba incluso la sensación -por ejemplo en los sintes de ‘On Top’– de que ni siquiera ellos mismos se tomaban demasiado en serio. Y algo de eso había, porque no hay otra explicación para incluir esa gran broma titulada ‘Glamorous Indie Rock & Roll’ que se mofaba de lo que decía al principio: ese supuesto estatus de indies que ellos querían trascender. Lo hacían, además, con un bastante evidente guiño en las guitarras de Keuning y la voz de Flowers –curiosamente, diría que su empleo de los filtros vocales bien pueden haber inspirado a Julian Casablancas en años posteriores– a The Strokes. Los neoyorquinos fueron una de las mayores influencias para este disco, y Brandon aseguró que la grandeza de ‘Is This It?’ les inspiró a superarse a sí mismos… del mismo modo que el año pasado ‘Father of the Bride’ de Vampire Weekend le llevó a pensar a Flowers que no podían cagarla con ‘Imploding the Mirage’.
No todo en la recta final de ‘Hot Fuss’ está tan por debajo del nivel: ‘Midnight Show’, un número robusto y seductor, recupera la pulsión del arranque entre guiño a Billy Idol y Psychedelic Furs. Hubiera tenido más sentido además en esa primera parte, puesto que mantiene conexiones narrativas con ‘Jenny…’ –forman una trilogía sobre el asesinato de la chica junto con ‘Leave the Bourbon on the Shelf’, editada años más tarde en ‘Sawdust’–. Lo cierto es que las letras no eran por entonces nada particularmente destacable en The Killers: historias de amoríos y celos contadas con más bien poco fuste, que se detienen sobre todo y paradójicamente en la falsedad de una ciudad como Las Vegas en la que prima la imagen sobre el fondo y los auténticos sentimientos. ‘Hot Fuss’ se cierra de manera bastante oportuna bajando las revoluciones con la coqueta y lo-fi –un poco a lo Blur post-’13’: de nuevo, la conexión brit– ‘Everything’s Gonna Be Alright’ que es mona… hasta el minuto 3:30. Los dos restantes nos los podían haber ahorrado. Es sintomático de un debut que no cumple el axioma de los debuts. En parte para mal, porque solo convence una parte del álbum. Pero también para bien, porque en él no entregaban lo mejor de sí mismos, dejando que el resto fuera cuesta abajo, como demuestra su nuevo disco.