El streaming ha convertido el acceso a la música en un verdadero circo sin fin: por un lado, la música es más accesible que nunca; por el otro, esta puede desaparecer en cualquier momento de tu plataforma favorita si así lo decide el artista o el sello, al contrario de lo que sucede con las copias físicas. Pasaba recientemente con Lizzo: sus primeros discos, totalmente desconocidos para el gran público, desaparecían brevemente de Spotify para volver después como si nada hubiera pasado.
Son varias las razones por las que ciertos discos no terminan de estar disponibles en estos servicios o no lo han estado en el pasado pero ahora sí. Artistas mainstream como Adele, Beyoncé, Justin Timberlake o Taylor Swift (cuya discografía estuvo ausente de Spotify hasta hace muy poco) han retrasado el lanzamiento de sus multimillonarios álbumes en las plataformas para potenciar la venta de copias físicas de la primera semana, que suelen ser las más importantes, y por ejemplo en el caso de Beyoncé, su asociación a TIDAL provocaba que ‘BEYONCÉ‘ y ‘Lemonade‘ llegaran a Spotify con años de retraso, como por supuesto ha sido el caso también de la discografía de su marido y propietario de TIDAL, Jay-Z. La buena salud de sus ventas físicas es también la razón por la que bandas generacionalmente tan ajenas al streaming como King Crimson o Tool han tardado en dar el visto bueno a que su discografía esté disponible en dichos servicios, mientras el equipo de Prince es quien autorizaba la llegada de toda su música a Spotify tras la muerte del músico, uno de los artistas más críticos con el auge del streaming o antes de la venta digital.
A veces la realidad es incluso más complicada: algunas discografías están disponibles en unas plataformas y en otras no, como es el caso de Joanna Newsom, cuya música sí puede escucharse en Apple Music pero no en Spotify (Newsom es conocida por su animadversión hacia la plataforma sueca), mientras otras aparecen en dichas plataformas pero incompletas, como es el caso de Frank Ocean: su primer disco, ‘Nostalgia. ULTRA‘, en realidad considerado una «mixtape», fue muy aclamado en su momento, pero su uso de samples no autorizados, en concreto el de ‘Hotel California’ de los Eagles en ‘American Wedding’, que Don Henley se niega a aprobar (considera a Frank un «niñato sin talento»), impiden su publicación en las plataformas. Y el caso de De La Soul da hasta risa: debido a que la banda firmó un contrato que permitía la edición de sus primeros discos en exactamente los formatos de vinilo y casete, sus 6 primeros trabajos no están disponibles al gran público, incluido su influyente debut de 1989 ‘3 Feet High & Rising’, que las nuevas generaciones se están perdiendo también debido a la presencia en él de samples no autorizados.
El caso de los debuts es especialmente interesante, pues a menudo son obras que ni sus mismos autores aprueban. El primer disco de Eminem no fue el multimillonario ‘The Slim Shady LP’ publicado en 1999, sino un disco llamado ‘Infinite‘ editado en 1996 y que nadie ha vuelto a escuchar. El rapero solía vender las copias de ‘Infinite’ él mismo «desde el maletero de su coche» según la Wikipedia anglosajona, pero el disco cosechó malas críticas, sus ventas se estiman entre las 70 copias y el millar, y cabe preguntarse si el mismo artista lo conserva hoy en día o ha quemado la copia madre como hizo The KLF con su millón de libras (por cierto, la discografía de The KLF, una de las bandas de pop más exitosas de Reino Unido durante la década de los años 90, tampoco puede escucharse en las plataformas, quizá debido a la filosofía anti-industria del dúo). Tampoco los primeros discos de Feist y de la adolescente Alanis Morissette, los remotos ‘Monarch’ y ‘Alanis’, respectivamente, pueden escucharse en ninguna parte.
Y puestos a rizar el rizo, pueden ser miles los discos que por haberse editado en ciertos países o por ser de culto no pueden escucharse en Spotify o similares: la discografía de la japonesa Jun Togawa no está en Spotify, tampoco el querido disco de ambient ‘Through The Looking Glass’ de Midori Takada lo está, ni por separado los casetes espirituales de Alice Coltrane. Siempre habrá música rara que no puede escucharse en las plataformas, y quizá por ello adquieran mayor valor, sobre todo de cara a futuras reediciones.