Cuenta Nacho Casado que para él supuso un punto de inflexión su última gira como telonero de Damien Jurado por toda España. Explica que le ayudó a asimilar la amargura de ser pasado por alto por buena parte de su público objetivo y la prensa musical, a darse cuenta de que él hacía esto porque amaba la música por encima de todo, no para recibir palmaditas en la espalda. Y ese cambio de perspectiva tiene un reflejo sonoro en ‘Amor, música & lágrimas’, continuación de su primer disco en solitario ‘Verão‘. Y es que, pese a lo que pueda deslizarse de la última palabra de su título, en este segundo álbum el ilicitano que se diera a conocer como alma máter de La Familia Del Árbol mira a la vida con una sonrisa, con candor y optimismo. Así lo dicen sus melodías y primorosos arreglos, que aunque vuelven a nutrirse de ecos de bossa nova, jazz acústico, folk y soul en esta ocasión se alejan de lo taciturno y se tornan vibrantes, exuberantes, cálidos y luminosos.
Particularmente potenciadas por una contundente base rítmica de batería-contrabajo (Zeke Olmo y Alejandro Tamayo) y sencillos pero ricos y alegres arreglos de cuerda (a cargo de Cosmotrio), canciones deslumbrantes como el single ‘Cantando bajo el sol‘, ‘Alta sociedad’, ‘Directo a la cima’, ‘Bienvenido a la cima’ o ‘Acapulco’ se emparejan sin sonrojo por su gran sonido añejo (brindado por la técnica de Jaime Beltrán en La Resinera de Granada) con momentos de las discografías de Gilberto Gil, Al Green, Terry Callier o Caetano Veloso, mientras te mecen como una dulce brisa marina al sol. Pero esta vez lo hacen sin pena ni melancolía –apenas subyace tenuemente en la preciosa semiinstrumental ‘Cuerpo & alma’–, ya que incluso en los momentos más delicados, como las embelesantes ‘Lady Day’ o ‘Paris Blues’, hablan del amor y la vida de una manera celebratoria. O, si aquel se escapa, aceptándolo con madurez y serenidad.
Casado visualiza esta música como la tardía banda sonora de una glamurosa producción de Hollywood de los años 50, acaso ambientada en la Costa Azul y con alguien como Henry Mancini firmando el score. Pero lo cierto es que ‘Amor, música & lágrimas’ es un disco muy presente e incluso muy futuro, en su atemporalidad. En ese sentido, es también una gozada percibir que su perspectiva es más despreocupada y confiada, asumiendo que él es otro de «toda esa gente que luchó por ser igual» –como entona en la funky ‘Los apóstoles del amor eterno’–: fiel a sí mismo pese a la incomprensión generalizada. Porque puede que, una vez más, su trabajo no tenga una recompensa instantánea, pero sí es notorio que está construyendo una discografía que tendrá el orgullo de pervivir en el tiempo mucho mejor que la de otros coetáneos.