Uno de los datos que más me fascinan de SOPHIE es que no usaba samples en sus producciones. Todas esas percusiones metálicas imposiblemente agresivas, todos esos goteos ácidos que te abrasan los oídos, todos esos efectos pegajosos y resbaladizos que reproducen la textura de materiales como el látex o el acero eran creaciones hechas absolutamente desde cero a partir de simples ondas sinusoidales que Sophie Xeon manipulaba a su antojo. SOPHIE y su Elektron Monomachine hacían verdaderos milagros sónicos tan experimentales como accesibles pues la artista no huía de lo comercial a pesar de lo duras que pudieran ser sus producciones. De ahí que cediera un tema a McDonalds: cuanto más gente escuchara su música y se abriera a nuevos sonidos, mejor. Que no usara samples sirve, en cierta medida, para entender que su música era producto de una imaginación llena de optimismo, de esperanza. En su música, SOPHIE literalmente creaba, con sus propias manos, un mundo más luminoso y colorido que el que ha dejado tras resbalarse desde la azotea de su casa en Atenas, donde residía desde hacía varios años.
Recuerdo que la primera vez que escuché una canción de SOPHIE me quedé petrificado. No soy el único que ha dicho algo parecido. ‘BLIPP’ y ‘LEMONADE’ sonaban como una versión carbonatada de Aphex Twin, como si Autechre se hubieran zampado a Cindy Lauper. Para Huck Kwong, el novio de Charli XCX, escuchar estos sonidos por primera vez fue parecido a «descubrir un nuevo elemento». En una época en que diversos críticos culturales lamentan -con razón- que la innovación musical parece cosa del pasado, cuando salen libros como ‘Retromania’ o ‘Ghosts of My Life’ que hablan de un futuro erradicado, inexistente, de un presente plagado por réplicas de la música del pasado como consecuencia de un sistema capitalista fallido, SOPHIE fue capaz de crear algo completamente innovador y excitante. No es de extrañar que terminara trabajando con las mayores estrellas del pop, de Madonna a Rihanna, o conquistando a una Charli XCX que ha encontrado su sonido en las implacables producciones de PC Music. Por esta razón es una noticia tan trágica para el pop que SOPHIE ya no exista: si alguien alumbraba
un futuro para la música pop en este siglo, era ella. ¿Quién cogerá su testigo? ¿A qué sonará el futuro ahora?A riesgo de sonar exagerado, a la muerte de SOPHIE tengo la sensación de que el mundo ha infravalorado ‘Oil of Every Pearl’s Un-insides‘. Yo incluido. Título impronunciable aparte, y a pesar de que el disco sí obtuvo una nominación a los premios Grammy y críticas excelentes por doquier, comercialmente merecía ser un superventas internacional por lo avanzado de su propuesta sonora y por lo memorable tanto de sus baladas (‘It’s Okay to Cry’) como de sus pepinazos vuela-pestañas (‘Faceshopping’, ‘Ponyboy’). En el disco, SOPHIE era tan capaz de superarse con un hitazo pop como ‘Immaterial‘, top 3 en la lista de mejores canciones de 2018 de este site, como de sumergirnos en la más absoluta oscuridad con una exploración ambient llamada ‘Pretending’ que ríete tú del ‘Treefingers‘ de Radiohead. Como buen clásico del pop, ‘Oil of Every Pearl’s Un-insides’ es un trabajo impredecible, lleno de recovecos, y además se cierra con una verdadera declaración de intenciones, una canción-hito que apela a un «nuevo mundo» y que, en el concierto que la productora escocesa ofreció en el Sónar en el año 2018, sonó como si fuera a partir la tierra en dos. ¿Para descubrir un mundo mejor?
Recuerdo aquel concierto vívidamente no solo por la potencia de la música, sino por el espectáculo de BDSM decadente que pudo verse encima del escenario. SOPHIE no parecía demasiado presente en el lugar, más bien tenía pinta de estar un poco ida, pero cuando al final se quitó el top y se plantó en tetas ante su público, confirmó que el letargo previo había sido un papel. Aquello iba de despertar y de ser uno mismo sin que importasen las consecuencias. Es la mayor lección que nos ha dado esta artista que salía del armario como mujer trans a su ritmo y a su manera, para después decantarse por los pronombres neutros. Si su sueño siempre fue, en sus palabras, crear una «comunidad queer, fluida, diversa, sin género y dinámica» diferente a la cultura de clubs londinense con la creció, mucho más marcada por «la actitud de machote»; desde luego esta comunidad ha encontrado en su música el mejor de los refugios. Ante todo, la música de SOPHIE suena libre porque así es como quería ella que fuese el mundo. ¿Quién se viene conmigo al planeta rosa?