«Un perfecto remake del genuino rock andaluz abordado desde la óptica de unos bicivoladores del espacio exterior». Así describe la nota de prensa oficial de Primavera Labels ‘Hilo negro’, el segundo disco de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Entre menciones a Triana, Soundgarden y Smash o referencias a los efectos lisérgicos de su música o su sonido de extrarradio o cañí, queda claro por dónde irán los tiros, sobre todo si has escuchado el primer disco de la banda, que ganó el Premio Ruido de manera sorprendente pues su victoria no estaba tan clara como la de otros ganadores previos. ‘Hilo negro’ queda retratado como un disco basado en otras cosas, algo que es imposible de negar y que no es necesariamente negativo. «El disco de hard-rock que se merecía la generación Tik-Tok». Bueno, ahí igual nos hemos pasado.
Los «tiros» por donde va ‘Hilo negro’ son caminos ya conocidos por cualquiera que esté familiarizado con la fusión de rock progresivo, hard rock y flamenco (o lo que ellos llaman kinkidelia). Porque donde Rosalía ha reinventado el flamenco y donde Califato ¾ le han dado una vuelta de puta locura, donde C. Tangana ha reinventado el pasodoble, donde Rodrigo Cuevas ha reinventado el cancionero asturiano… está claro que a Derby Motoreta’s Burrito Kachimba prefieren conservar la tradición ante todo. ‘Hilo negro’ es el disco de un grupo que se conforma con sonar a su idea de lo que esa fusión de sonidos debe ser. Es, ni más ni menos, que un riguroso estudio estético del rock psicodélico aflamencado en toda su gloria, imitado de pe a pa, en el que no faltan ni las guitarras polvorientas del stoner rock, ni los teclados alucinados, ni las cuerdas tipo sitar, ni las estructuras complejas del rock progresivo, ni mucho menos las melodías clamorosas que caracterizan el género. Como su primer disco, pero con un sonido mejorado gracias, en parte, a la masterización de Brian Lucey, que ha trabajado con Arctic Monkeys o con los Black Keys.
Desde la premisa de que Derby Motoreta’s Burrito Kachimba realmente no busca hacer nada interesante con el rock psidodélico andaluz, sino simplemente recolocarlo en la actualidad tal cual lo han escuchado toda su vida, no se termina de entender su victoria en los Premios Ruido, donde también estaban nominados, por ejemplo, Novedades Carminha, que le han dado aire fresco a la música de verbena; y la escucha de ‘Hilo negro’ crea aún más confusión en ese sentido. La música de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba ni siquiera busca sonar mínimamente actual, y la imitación es tan fidedigna que bordea el tributo. Ya no es que las guitarras jevis suenen a lo que esperas, es que las dosis de teclados lisérgicos que incorpora el disco, por ejemplo en ‘RGTQ’, no hacen flipar demasiado, y los coqueteos con la modernidad son pocos y pasan desapercibidos, como el vocoder de ‘Somnium Igni – Pt. 2’. El sonido es viejuno y quizá sea a propósito, pero si la kinkidelia ya existió, aunque no se conociera por ese nombre, ¿qué sentido tiene hacerla exactamente igual en 2021?
Algo que deja claro ‘Hilo negro’ es que Derby Motoreta’s Burrito Kachimba no son en absoluto malos músicos ni compositores. ‘El Valle’ saca toda su artillería de percusiones y guitarras para postularse como un buen single de presentación, ‘Porselana Teeth’ añade un sabor funk que destaca en el largo, y las estructuras complejas de ‘Gitana’ y ‘Somnium Igni – Pt. 2’ dejan a la banda cierto espacio para experimentar. A Bacca, Soni, Papi, Gringo y Dandy Piranha se les percibe encantados navegando en este océano de sonidos rockeros trasnochados y psicodélicos, pero también conformes en lo que es familiar. Las melodías son 100% clásicas, pero también suenan 100% pasadísimas de rosca, como oídas mil veces, y lo mismo sucede con las guitarras jevis, los sitars, los sintetizadores y toda la instrumentación del disco en general.
La sensación de imitación que deja ‘Hilo negro’ también afecta a las letras. La frase «el rosario de la aurora se ha formado en la farola del descampao» no parece tener demasiado sentido, por ejemplo, más que el de buscar cierto elemento místico en los textos. Pero es que luego al grupo le salen unas ñoñerías que ni Pablo Alborán: «desperté sobre la serpiente del amanecer», «mi amigo me enseñó que solo hay un paso de la rabia al amor», «una luz que ciega en medio de la tempestad, si me das la mano juro que todo va a cambiar»… Escalofríos. Cuando el grupo menciona «las palabras de Guadalupe», «el sueño de un profeta», una «gitana que se amarra el pelo», «sangre que brota de las rosas» o a una «sultana que llora su soledad», te das cuenta de que estas palabras no tienen ningún significado para ellos: son un añadido estético más. Y eso es básicamente ‘Hilo negro’.