Música

black midi / Schlagenheim

black midi se dan a conocer allá por 2017 pero es al año siguiente cuando un directo de la banda en el festival Iceland Airwaves de Reykjavík se convierte en una sensación en internet. Los chicos parecen pre-adolescentes pero tocan como si llevaran 40 años en la música y, a la vez, con la frescura de una banda novel que está descubriendo su sonido libre de cualquier expectativa. Su fórmula esquizofrénica de math-rock, avant-prog y post-punk la convierte en una de las bandas de rock más peculiares surgidas en los últimos tiempos en Reino Unido (ellos son de Croydon, Inglaterra) y ‘Schlagenheim’, su álbum debut, ve la luz a finales de 2018, llega a aparecer en varias listas de lo mejor de aquel año.

Escuchado después de ‘Cavalcade‘, el segundo álbum de black midi, se nota que el cuarteto ha dejado atrás un sonido más espontáneo, reflejado también en la producción de un Dan Carey que no se sienta en la mesa de mezclas precisamente para hacer sonar al grupo lo más nítido posible. La idea es que la esencia de sus tremendos directos no se pierda en el contexto de un estudio de grabación. ‘Schlagenheim’, cuyo título alude a una ciudad que no existe y, por lo tanto, supone un aviso de lo absurdo que es el sonido del disco, recibe una nominación a los Mercury y ‘Cavalcade’ seguramente es el mismo trabajo que habría entregado la banda de haber ganado el premio, pero ‘Schlagenheim’ sale reforzado por el hecho de ser su primer trabajo. El álbum desprende una frescura que es difícil de repetir, como la de todo debut.

Desde el inicio, ‘Schlagenheim’ no da tregua. Las guitarras y baterías de ‘953’ alternan las embestidas brutas con la calma para terminar sucumbiendo a la autodestrucción. La base rítmica entonces se acelera de repente, como si tuviera prisa por terminar, a la que se termina añadiendo la aparición de una mandolina, primer momento surrealista que deja el disco. Parece que el grupo se lo pasa bien buscando entre todas sus ideas una conclusión para la canción y opta por usarlas todas. Por contra, ‘Speedway’, que parece una crítica a la industria musical actual cuando habla de «nuevos edificios» que en realidad son el mismo, emplea un estilo de math-rock bastante comedido para sumergirse en un adictivo entramado de percusiones y vocoders (en serio) que van creando una tensión sutil poco a poco sin llegar a explotar.

La dinámica de ‘Schlagenheim’ es parecida a lo largo del disco, con el añadido de que las letras, que hablan de relaciones tóxicas o de sentirse insuficiente en comparación con los demás, esta vez no parecen sacadas de un pasaje random del ‘Finnegans Wake’ de James Joyce, como sucede a veces en ‘Cavalcade’. Las otras dos composiciones estelares de ‘Schlagenheim’ valen su peso en oro: ‘bmbmbm’ (se lee «boom boom boom»), el single estrella de black midi, es 100% maníaco en tanto mantiene un ritmo sincopado hecho para sacar de quicio hasta que parece ser engullido por un agujero negro, desatando el caos absoluto. El corte final, ‘Ducter’, asimila los ritmos del afrobeat para nuevamente volverse completamente chiflado hasta que Georgie decide concluir la grabación con unos chillidos que parecen sacados de aquel disco en el que Yoko Ono se pasaba media hora imitando el sonido de una mosca.

Si parece que todo ‘Schlagenheim’ es un delirio sin sentido, nada más lejos de la realidad. black midi saben hacer que todas sus ideas encajen dentro de su caos de ritmos dislocados y desarrollos que llegan a puntos de delirio alucinantes. El math-rock furioso de ‘Reggae’, que no es un reggae, contrasta sus bruscos cambios de ritmo con el exquisito sonido de un xilófono y ‘Western’ arranca en plan folk-rock para liarse en un remolino de math-rock y después optar por tomar la vía de un funky insospechado que suena como mal tocado a propósito. Ni siquiera un tema tan post-punk como ‘Near DT, MI’, que versa sobre la crisis del agua de Flint, suena fuera de lugar porque está claro que black midi saben muy bien cómo trabajar con sus eclécticas influencias. Un ejemplo inmejorable es ‘Years Ago’: por un lado el instrumental es rico y melódico, por el otro, el guitarrista se vuelve majara chillando sobre él en plan screamo un verso escrito en «polaco roto». Si alguien cree que lo de black midi es predecible, que escuche otra vez.

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: black midi