La adaptación de ‘Memphis Blues’ continúa formando parte importante del repertorio en directo de Kiko Veneno. Fue de lo mejor, por ejemplo, de su reciente concierto de presentación en un acto de los Premios MIN. Una máxima dylanesca, «el hambre por absorber, investigar y expresarse», inspira el título del nuevo disco que este verano ha sacado Kiko. Y hay que decir que ese «hambre», esas ganas de sumergirse en cosas diferentes, se ve en pocos artistas de 70 años, sean de aquí o de fuera, y en ese sentido ‘Hambre’ es todo un regalo para los aficionados a la reinvención.
‘Hambre’ es la continuación del disco experimental anterior de Kiko, ‘Sombrero roto‘, hasta el punto de que 6 de sus composiciones proceden de aquella época, sólo que no se terminaron a tiempo. No es, en cambio, un álbum de descartes, pues el nivel compositivo es alto, pero sí se puede decir que sigue donde el anterior se quedó, en este caso producido por Javi Harto Rodríguez, conocido por sus trabajos con ANTIFÁN, Rels B, Pedro LaDroga, Cariño, Erik Urano o C. Tangana. Muy reseñable esto último si recordamos que Kiko Veneno acaba de sumarse un disco de platino por el éxito del single ‘Los tontos’ del disco de ‘El Madrileño‘.
No es esa faceta alegre, en cambio, la que predomina en ‘Hambre’, lo cual es una decisión totalmente deliberada. Cuenta Kiko Veneno en varias entrevistas que «le cansa que la gente le vea como algo alegre», y por eso ha querido tratar también lo trágico en este disco especialmente, hablando «por primera vez de cosas como el dolor o el cansancio». Es esto algo muy visible en canciones como ‘Estoy cansado’, que se alarga hasta los casi 6 minutos de duración entre electrónica meditativa, un goteo martilleante y frases tan representativas como «sabes en el fondo de tu piel, que nada volverá a ser como ayer»; o también en la hermosísima ‘Duele’, con una serie de detalles en su segunda mitad en cuanto a producción, que podrían haber sido ideados por genios tan polifacéticos como Vincent Delerm.
Por más que el disco comience «estoy fatal de la voz y la letra se me ha olvidado», no se refiere Kiko Veneno a sí mismo especialmente, pues él continúa con ganas de hacer cosas, sino más bien a la gente de su edad que ha empezado a tirar la toalla, a los que pretende animar. Aunque quizá eso lo consiga más bien con ese lado alegre que sobrevive en este disco, muy especialmente en la canción del ‘Gitano Dave’, que por tener, hasta parece contener un guiño melódico a ‘Oh! Susanna’, quizá porque se inspira en ‘Gypsy Davy’ de Woody Guthrie.
Es ahí cuando Kiko Veneno logra sacarnos una sonrisa, si bien no es que lo más serio le haya quedado mal en absoluto. Hay una maravillosa calma coheniana en la final ‘La felicidad’, en este caso con ecos de dream pop, resultando uno de sus temas más poéticos y sanadores. Una tranquilidad universal que trasciende dejando atrás los momentos más chocantes del álbum: el extraño parecido de ‘Luna nueva’ con ‘Black or White’ de Michael Jackson, o el de las manecillas del reloj de ‘Dónde van’ con ‘What Do You Mean’ de Justin Bieber. Entre conexiones con ‘Omega’ puntuales, como en ‘Madera’, ‘Hambre’ avanza reservando ciertas sorpresas en su secuencia y en sucesivas escuchas. No sé si han sido sus singles de presentación los adecuados para revelar al mundo la grandeza de lo contenido aquí, pero lo seguro es que lo grande permanece, desde el reconocimiento de la pena y los problemas sociales en ‘Duele’ a lo saltarín del ‘Gitano Dave’.